(por: Osvaldo H. Cucagna)
Este texto es complejo y requiere una
lectura atenta. El objetivo del mismo es hacer conocer el descubrimiento de El enigma de El Proceso de Franz
Kafka, que durante 90 años intrigó a todos aquellos que lo leían. Guillermo
Sánchez Trujillo, escritor colombiano, logró descubrirlo, pero hasta la fecha
no se ha conseguido que algún editor en castellano lo publique. (*)
La comprensión acabada de este texto requiere
poder acceder a la versión de El
Proceso con las anotaciones
de capítulo por capítulo, donde se muestran qué partes de Crimen y Castigo de Dostoievski fueron usadas por Kafka
para la construcción de su obra.
Por lo tanto mi presentación sirve para
despertar la inquietud sobre el mismo y poder lograr finalmente su divulgación,
que se logre la publicación. Tal vez un iluso objetivo, pero ha ocurrido con
otras investigaciones que finalmente lograron plasmarse.
Este año se cumplen cien años desde que Kafka
concluyó El Proceso y noventa años desde que Max Brod
lo editó por primera vez, ocho meses después de la muerte por tuberculosis de
su amigo, que no llegó a cumplir 41 años. En 1920 Kafka le entregó los
originales, que no estaban ordenados, sino colocados en varios sobres y le
pidió a Max que los destruyera. Lo conocía muy bien y sabía que no lo haría. Él
se ocupó hasta último momento de que su último trabajo, Un artista del hambre, que
consta de cuatro cuentos, estuviera listo para ser publicado. Otras obras se
habían publicado en vida. Hubo material que guardó durante un tiempo Dora
Diamant, la última mujer que lo acompañó hasta su muerte, pero años después la
Gestapo requisó su domicilio y los hizo desaparecer. Kafka no dejó ningún
escrito que explicara El
Proceso, de modo que muchísimas interpretaciones se han hecho sobre el
mismo a lo largo de los años y esperando que en algún desván olvidado
apareciera la clave. El
Proceso fue catapultado a
partir de la edición en 1945 de Schocken
Books en Nueva York, que lo
hizo conocer internacionalmente.
En l995, al cumplirse los cincuenta años de
esa publicación, se hizo una nueva, considerada (por quienes la hicieron) la
definitiva, en la cual George Steiner decía que ya nada nuevo se podría
escribir sobre esta obra. Cinco años atrás, en 1990, la editorial Fischer había
publicado El Proceso como tercero y último tomo de las
novelas de la Edición Crítica Alemana de las obras completas de Kafka, una
edición diferente a la de Schocken
Books, a la que también llamaron “definitiva”. Como no existía una
verdadera edición definitiva porque no se conocía el orden de los capítulos en
el cuerpo de la novela, a principios de 1995, la editorial Stroenfeld decidió
cortar por lo sano con una edición facsimilar de los manuscritos, en sobres
aparte, como los originales, para que el lector la ordenara según lo estimara.
En Medellín, Colombia, el escritor
Guillermo Sánchez Trujillo, investigó durante años la obra de Kafka; hizo
algunas publicaciones sobre la misma, especialmente sobre El Proceso, hasta que hace
pocos meses hizo una edición definitiva con un ordenamiento diferente, que
incluye los diecisiete capítulos y da la clave del mismo. Hizo varios intentos
de publicación, en vano hasta la fecha. Sólo Tomás Eloy Martínez reconoció el
valor del trabajo y así se lo hizo saber al autor. Además lo incluyó en su
última novela Purgatorio,
donde el personaje principal, una mujer desesperada que durante treinta años
busca a su marido secuestrado y desaparecido en la Argentina le cuenta, a quien
narra su historia, que tuvo conocimiento de este trabajo. Tomás Eloy Martínez
murió poco tiempo después y no pudo ocuparse de que fuera publicado. Dejó dicho
que si el autor hubiera sido un escritor europeo conocido, su éxito hubiera
sido inmediato. Hubo otras personas que supieron de la investigación realizada,
inclusive un Premio Nobel de Literatura, que se llevó una copia al pasar por
Bogotá en abril de 2013 y hasta la fecha no ha respondido.
He tenido la suerte de haber leído la
versión completa de El Proceso en la versión con las anotaciones
correspondientes, capítulo por capítulo, que permiten entender cómo construyó
Kafka la obra. Se puede adelantar que la misma es un palimpsesto de Crimen y Castigo de Dostoievsky, lo cual no implica un
plagio, sino un trabajo intertextual, que muestra la fabulosa imaginación de
Kafka y permite una mayor comprensión de toda su obra.
La necesidad de Kafka de que se mantuviera
el enigma tuvo que ver con el "crimen" que había cometido, que estaba
relacionado con la ruptura de su relación con Felice Bauer, que aparece como
personaje en El Proceso, en forma oculta también. Ruptura que Kafka
repetiría con la misma Felice en una segunda vez, definitiva. Luego con Julie
Wohryzek, con la que se comprometió y de común acuerdo se separaron. A Milena
le dice que fue su tercera ruptura además de las dos con Felice. Tuvo también
una breve relación con Grete Block, de la cual según algunos nació un hijo que
murió tempranamente y del que Kafka nunca conoció su existencia. Finalmente, con
Milena Jesenska, periodista de izquierda, cristiana, a diferencia de los otros
amores, muerta en el campo de concentración de Ravensbruck, así como la hermana
Ottla en Auschwitz y las otras dos en Chlmno.
Guillermo
Sánchez Trujillo se sorprendió de que el enigma no hubiera sido descifrado
antes. Kafka claramente hace alusión a sus escritores preferidos y lo nombra a
Dostoievski, como a Flaubert, Dickens, Kleist y Grillparzer, sin olvidar a
Sacher Masoch, cuya huella se halla en La
Metamorfosis con el retrato
de la Venus de las Pieles en la habitación de Gregorio Samsa. Él comenzó a ver
similitudes entre lo narrado por Dostoievski y lo que Kafka iba desarrollando.
En un comentario que me hace, Guillermo dice:
"La importancia de la
edición de El Proceso es que ahí están las claves para
descifrar e interpretar la novela, y para conocer la relación entre la vida y
la obra de Kafka. La validez de las citas no está en duda porque cualquiera
puede comparar los textos y comprobar su veracidad. La pregunta que viene a
continuación es ¿por qué Kafka escribió El Proceso utilizando Crimen y castigo de Dostoievski? La primera explicación
que se me ocurre es que Kafka está ocultando algo y utiliza Crimen y Castigo a manera de código. Hablar de plagio
es una tontería, aunque se trata de una reescritura de principio a fin de Crimen y castigo, pero furtiva,
hábilmente oculta, tanto, que los expertos en Kafka, que suelen ser expertos
también en Dostoievski, no se dieron cuenta de la profunda relación entre las
dos obras".
No es que se siga literalmente capítulo tras capítulo Crimen y Castigo, sino que está tomado por bloques alternados, que pueden ser entendidos y leídos siguiendo las llamadas de cada capítulo. Para abundar en ejemplos habría que extenderse, hasta extender esta presentación como si fuera un tratado, lo cual no es posible. Sí cabe señalar que si bien Raskolnicov es de alguna manera un alter ego de Joseph K, el "crimen" de éste es, como ya señalé, la separación de Felice, de allí que el castigo final difiera también. Raskolnicov confiesa y es condenado a Siberia por ocho años. Allí hará su conversión, acompañado por Sonia, como buen cristiano, aceptando el castigo y dejando de lado su soberbia de Ser superior (similar a la conversión del propio Dostoiesvki después de su condena en Siberia por revolucionario). Del mismo modo, el cristiano agnóstico Flaubert rescata a San Julián el Hospitalario, santo parricida –creo que el único del santoral– renunciando a riquezas, siendo humilde y finalmente ayudando a un leproso, a quien termina abrazando desnudo para hacerlo entrar en calor y así éste se transforma en Jesucristo, que lo lleva al cielo.
En cambio Joseph K, sin declarar ningún
crimen, es asesinado clavándole un cuchillo en el corazón y muriendo como un
perro. Así como Kafka, que le recordaba a Milena el peso que había significado
en su vida ser judío y que le pronosticaba en 1922 que en veinte años Europa estaría
destruida, hace morir a K como morirían sus hermanas, Julie Wohryzek y Milena
en los campos nazis. Cuando Kafka les leía el final de El Proceso a sus amigos, reía a carcajadas, del
mismo modo que cuando escribía La
Metamorfosis, también lo hacía por el asco que le daba. No imaginó nunca el
final horroroso de sus seres queridos.
Muchas interpretaciones psicoanalíticas se
han hecho sobre Kafka y su obra. Sobre todo teniendo en cuenta La Carta al Padre, que nunca
fue entregada, escrita en 1919 y de la cual le decía a Milena, al enviársela
para que la leyera, que era obra de un abogado, que no valía gran cosa, que
habría que destruirla. Todo el edipismo psicoanalítico sale a relucir. Max Brod
dice que Kafka conocía las teorías de Freud. Él al único psicoanalista que
invoca es a Otto Gross, en las Cartas a Milena, personaje muy discutido, que intimaba
con las pacientes e inclusive en un caso a una le dejó el veneno para
suicidarse después de haberla hecho su amante. La paciente se suicidó. En la
película de Cronenberg, Un Método Peligroso, aparece induciendo a Jung
para que tuviera relaciones con Sabina Spielrein. Este, igual que Gross,
terminó intimando con su paciente. Gross fue repudiado por la comunidad
psicoanalítica por cocainómano y delirante. Murió en el anonimato, en la calle,
como un menesteroso. Kafka, en carta a Brod, de 1917, le dice:
“El Psicoanálisis en un primer
momento logra saciar el hambre, pero después, todo vuelve a estar como al
principio."
El secreto que guardó respecto a la
construcción de El Proceso,
el gran enigma, fue posible, por negarse a dar a conocer su intimidad
plenamente. Discípulo de Kundera, avant
la lettre. No entendió en qué consistía el psicoanálisis. Sólo un poeta psicoanalista
pudiera haberlo ayudado, pero no lo encontró. Se hubiera sentido mucho más
comprendido por Deleuze y Guattari, que se ocuparon en una forma más amplia de
él y su obra, mucho más que Lacan. Los autores del Anti-edipo, en “Kafka. Por
una Literatura menor", tienen una visión más matizada que las lecturas
topológicas hechas por Lacan de alguno de sus cuentos, y de las interpretaciones
un tanto simplistas de Mladan Dollar, en el capítulo que incluyó Zizek en
"Los Interlocutores Mudos de Lacan". Allí dice que hay que seguir el
consejo que se da en Investigaciones
de un perro, de abandonar la niñez, lema que debería ser adoptado por los psicoanalistas.
Simple expresión del deseo de Kafka, que nunca
pudo abandonarla, y basta leer las Cartas a Milena para ver que lo que reclama
más que una esposa o una amante es una madre que lo cobije. Lo mismo con el
resto de sus amores. A Felice le dice que sólo puede ofrecer poco diálogo, nada
de sexo y poder seguir envuelto en la literatura.
Creo que es más provechoso
avanzar por el camino de los Antiedipianos, sin que sea obligado seguirlos al
pie de la letra. Cuando ellos hablan de los cuentos donde hay una deriva animal
como forma de encontrar una salida, no la libertad, dicen que fueron escritos
antes o después de El Proceso,
olvidándose de la escena final de esta obra, donde Joseph K deviene perro.
El presente trabajo ha sido hecho gracias al esfuerzo de
Guillermo Sánchez Trujillo, no sólo por todo lo que ha investigado y lo que ha
producido, no habiendo sido valorado hasta la fecha como corresponde, sino por
los aportes que me ha brindado. Incluyo, para concluir, el texto siguiente, que
le pertenece:
« Brod dice que
Kafka le entregó el manuscrito de El
Proceso en junio de 1920,
entonces lo llevó a la casa y lo ordenó. La verdad es que la estructura de la
novela estaba más allá de sus posibilidades, y la parte que ordenó evidencia el
descuido con que leyó la novela. Es fácil imaginar lo que en realidad sucedió
cuando Brod abrió la caja que contenía los sobres con los legajos del
manuscrito. A los primeros intentos de ordenar la novela se dio cuenta de que
era una tarea imposible y entonces le preguntó a Kafka cuál era el orden de los
capítulos de la obra, pero ese era un secreto que Kafka no iba a revelar porque
sería como derribar el tablero sin iniciar la partida, porque la novela también
era un juego, un modelo para armar que guardaba muchos secretos, como eran la
parte más íntima e inconfesable de sus relaciones con Felice, el origen de la
novela, la estructura de la obra y su taller de escritor, todo eso está en los
manuscritos, en los planos de “La construcción”. No creo que haya otra novela
como esa ni un genio literario como Kafka. Brod no “confiesa” en el postfacio a
la primera edición que le preguntó a Kafka por el orden de los capítulos, sino
que dice que “de inmediato lo ordenó”. La razón es que Brod no podía decir que
desconocía el orden de los capítulos porque en ese caso “El Proceso” no sería
propiamente hablando una novela, sino una serie de escritos sin orden para los
que seguramente no iba a encontrar editor.
Según
cuenta Brod en el post-facio, Kafka “consideraba inacabada la novela” porque
antes del final “tenían que describirse otras fases del misterioso proceso.
Pero dado que El Proceso,
según opinión expresada verbalmente por el autor, nunca debía llegar a la
instancia suprema, en cierto sentido la novela era inacabable, es decir, podía
continuar hasta el infinito”. Es probable que eso sea cierto, que Kafka le haya
dicho que la novela no estaba terminada y que todavía no sabía cuál iba a ser
el orden definitivo de los capítulos para darle una respuesta evasiva por del
orden de los capítulos, pero sea cierto o no, las palabras que Brod pone en
boca de Kafka le facilitaron la tarea para “ordenar” y publicar la novela,
porque una vez quedara establecido que la novela estaba inacabada, no había
problema en decir que algunos de sus capítulos quedaron sin terminar, sobre
todo si se trataba de los capítulos más pequeños, los cuales Brod no publicó
porque “no contienen nada esencial para el desarrollo de la acción” y los dejó
para el volumen final de la edición póstuma. “Mi trabajo con el grueso legajo
que constituía esta novela”, escribió en el postfacio, “se limitó a separar los
capítulos completos de los incompletos”.
La
estrategia de Brod de desechar por incompletos los capítulos que no pudo
ordenar le permitió publicar la novela, pero tuvo como una de sus consecuencias
nefastas la desorientación permanente de los investigadores, quienes siempre
creyeron que la novela estaba sin terminar, lo mismo que los capítulos del
apéndice, los cuales pensaban no contenían nada esencial para la evolución de
la acción. Nada de eso es cierto, pero todos lo creyeron porque la novela era
un misterio. Sin embargo, una lectura atenta del postfacio pudo despertar
sospechas por igual entre los perspicaces y los suspicaces, porque tiene líneas
escritas a la defensiva “como hablan los culpables”, cuando dice que “los
capítulos acabados, con el capítulo final que cierra la obra, dejan traslucir
con claridad meridiana tanto el sentido como la estructura de la obra, y quien
no tenga noticias de que el propio autor pensaba seguir trabajando en la obra
(lo dejó porque se introdujo en otra atmósfera vital) apenas notará sus
lagunas”. Si Brod tuviera razón, no se entendería por qué tantos estudiosos de
la novela llevan décadas discutiendo el sentido y la estructura de la obra sin
llegar a ninguna conclusión definitiva. Más sentido tienen las palabras de
Reiner Stach, cuando afirma que El
Proceso de Kafka es un
monstruo. Nada es aquí normal, nada es sencillo. Ya se dedique uno al origen,
al manuscrito, a la forma, al contenido o a la interpretación de la novela, el
hallazgo siempre es el mismo. Tinieblas, allá donde se mire (Stach, 2003, p.
578). El proceso es una obra con una estructura
predeterminada en todos sus detalles fundamentales, una obra hecha sobre planos
donde todo está de antemano calculado y definido de principio a fin. A
diferencia de obras anteriores en las que Kafka utilizó parcialmente Crimen y castigo, en El proceso la utilizó en su totalidad,
desmontando todas y cada una de las partes de la novela de Dostoievski para, de
manera cuidadosa y precisa, seleccionar los bloques que necesitaba para su
propia construcción. Por eso se puede decir que la novela está terminada,
porque sabemos que Kafka utilizó todo lo que la novela de Dostoievski le
ofrecía, no dejó nada por fuera, nada quedó sin terminar. Si hay escritor que
conociera en detalle los pormenores de una obra antes de escribirla [y
ensamblarla], ése era Franz Kafka.
Entre los
secretos de Kafka mejor guardados están las estructuras de sus novelas, sin que
hasta el presente se conozcan los cuadernos de trabajo o documentos donde se
puedan apreciar los esquemas preliminares de dichas estructuras. Estos
materiales, que debieron ser voluminosos, lo más probable es que hayan
desaparecido devorados por el fuego. Una pérdida lamentable porque en el taller
de Kafka se encontraban valiosos secretos literarios, verdaderos tesoros del
oficio de escritor, taller que, además, daba muestras claras de los esfuerzos
que le demandaba a Kafka la escritura de sus obras, de lo cual dejó numerosos
testimonios en los Diarios. Por eso quizás el objetivo de los legajos de El Proceso, más que atormentar
los probables futuros editores, fuera el de darnos la posibilidad de conocer
algunos de los secretos de su taller de escritor. De todas formas, como la
“estructura” era su máximo orgullo, se refirió a ella alegóricamente, como era
su estilo, en las narraciones La construcción y Preocupaciones de un
jefe de familia.
La construcción –titulada por
Brod, Der Bau–, que algunos también llaman La madriguera, la escribió
Kafka en el último año de su vida, y la podemos considerar su verdadero
testamento literario, testamento único, de una belleza y fuerza
extraordinarias, que no ha tenido la atención que se merece, quizá porque
faltaban elementos para una mejor interpretación (para Brod era la historia de
un animal), pero ahora que conocemos la estructura de la novela y cómo fue
hecha es claro que podemos considerar el relato una alegoría de su propia obra,
en la que el “enemigo” probablemente son los lectores, especialmente los
críticos que tratan de “penetrar” su obra, sus víctimas preferidas, que
terminan errando perdidos en un laberinto de interpretaciones.
“He presentado la obra y me parece bien lograda. Desde afuera sólo se ve un gran agujero que en realidad no conduce a ninguna parte, ya que a los pocos pasos se tropieza con roca. No quiero jactarme de haber ejecutado esta treta en forma deliberada; es más bien el sobrante de uno de los numerosos y vanos intentos de construcción, pero, finalmente, me pareció ventajoso dejar este agujero sin rellenar. Desde luego hay astucias que, por sutiles, se aniquilan por sí solas, eso lo sé mejor que nadie, e indudablemente constituye una audacia llamar la atención con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno de ser investigado. Sin embargo, se equivoca quien crea que soy cobarde y que sólo por cobardía ejecuto la obra. A unos mil pasos de este agujero se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso, tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente, alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría al aire y quien tuviera ganas –nótese, sin embargo, que se requerirían dotes no demasiado frecuentes– podría penetrar y destruirlo todo para siempre” [1].
Es claro que
Kafka habla en La construcción,
a través del habitante del subsuelo –el espíritu subterráneo– de su propia
obra, y que esa “confesión” es una trampa, que propone un juego, montada por
Kafka meticulosamente hasta en el más ínfimo detalle. Varios hechos hablan a
favor de esta hipótesis, entre otros, la existencia misma del relato que es,
por así decirlo, la prueba material, y la escogencia de Brod como albacea
literario para que ejecutara su última voluntad –la destrucción de su obra–, un
holocausto que Kafka sabía era imposible, pues no tenía duda de que Brod iba a
ser su mayor propagandista, el que daría comienzo al juego y sembraría por
doquier la confusión.
Cuando
hace algunos años supe que los capítulos de El
proceso salían de Crimen y castigo, tuve la
certeza de que ahí estaba la clave para encontrar el sentido y la estructura de
la novela de Kafka que los investigadores y editores estaban buscando desde
décadas atrás, cuando la obra salió a la luz pública por primera vez. Pero me
extravié porque creía, como todo el mundo, que “El Proceso” era una novela
inacabada y que los capítulos del apéndice estaban sin terminar. El caso es que
logré descifrar todos los capítulos menos “La casa”, un capítulo del apéndice
que no parecía muy importante, del que pensé se podía prescindir al momento de
ordenar la novela, y me equivoqué porque ese capítulo es esencial no sólo para
encontrar la estructura de la obra, sino también para comprenderla.
Por tanto, todos
los capítulos de “El Proceso” son importantes porque la novela es una máquina
literaria que necesita tener todas sus piezas perfectamente ensambladas y si le
falta una pieza o se coloca mal, no funciona.
En
resumen, El Proceso es una novela concebida como un juego,
un modelo para armar que exigía descifrar todas sus piezas para poderla leer.
Por eso, Kafka no dejó ningún escrito que explicara El Proceso. Sólo resta que un editor
inteligente y valiente se atreva a publicarlo.»
Nota:
[1] KAFKA. Franz. “La construcción”, en Obras Completas tomo IV. Barcelona, 1983.
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(*) Finalmente, Guillermo Sánchez Trujillo logró publicarlo digitalmente vía Amazon, en castellano, inglés y alemán, con el título: "El Proceso redescubierto". En la edición alemana de esta obra se lee: "Diese Ausgabe ist Osvaldo Cucagna Gewidmet, der Veiteidiger der Menschenrechte" ("Esta edición está dedicada a Osvaldo Cucagna, defensor de los Derechos Humanos").
[1] KAFKA. Franz. “La construcción”, en Obras Completas tomo IV. Barcelona, 1983.
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(*) Finalmente, Guillermo Sánchez Trujillo logró publicarlo digitalmente vía Amazon, en castellano, inglés y alemán, con el título: "El Proceso redescubierto". En la edición alemana de esta obra se lee: "Diese Ausgabe ist Osvaldo Cucagna Gewidmet, der Veiteidiger der Menschenrechte" ("Esta edición está dedicada a Osvaldo Cucagna, defensor de los Derechos Humanos").