sábado, 30 de enero de 2016

Sobre el enigma de 'El Proceso' de Franz Kafka



    Este texto es complejo y requiere una lectura atenta. El objetivo del mismo es hacer conocer el descubrimiento de El enigma de El Proceso de Franz Kafka, que durante 90 años intrigó a todos aquellos que lo leían. Guillermo Sánchez Trujillo, escritor colombiano, logró descubrirlo, pero hasta la fecha no se ha conseguido que algún editor en castellano lo publique. (*)
    La comprensión acabada de este texto requiere poder acceder a la versión de El Proceso con las anotaciones de capítulo por capítulo, donde se muestran qué partes de Crimen y Castigo de Dostoievski fueron usadas por Kafka para la construcción de su obra.
    Por lo tanto mi presentación sirve para despertar la inquietud sobre el mismo y poder lograr finalmente su divulgación, que se logre la publicación. Tal vez un iluso objetivo, pero ha ocurrido con otras investigaciones que finalmente lograron plasmarse.
    Este año se cumplen cien años desde que Kafka concluyó El Proceso y noventa años desde que Max Brod lo editó por primera vez, ocho meses después de la muerte por tuberculosis de su amigo, que no llegó a cumplir 41 años. En 1920 Kafka le entregó los originales, que no estaban ordenados, sino colocados en varios sobres y le pidió a Max que los destruyera. Lo conocía muy bien y sabía que no lo haría. Él se ocupó hasta último momento de que su último trabajo, Un artista del hambre, que consta de cuatro cuentos, estuviera listo para ser publicado. Otras obras se habían publicado en vida. Hubo material que guardó durante un tiempo Dora Diamant, la última mujer que lo acompañó hasta su muerte, pero años después la Gestapo requisó su domicilio y los hizo desaparecer. Kafka no dejó ningún escrito que explicara El Proceso, de modo que muchísimas interpretaciones se han hecho sobre el mismo a lo largo de los años y esperando que en algún desván olvidado apareciera la clave. El Proceso fue catapultado a partir de la edición en 1945 de Schocken Books en Nueva York, que lo hizo conocer internacionalmente.
   En l995, al cumplirse los cincuenta años de esa publicación, se hizo una nueva, considerada (por quienes la hicieron) la definitiva, en la cual George Steiner decía que ya nada nuevo se podría escribir sobre esta obra. Cinco años atrás, en 1990, la editorial Fischer había publicado El Proceso como tercero y último tomo de las novelas de la Edición Crítica Alemana de las obras completas de Kafka, una edición diferente a la de Schocken Books, a la que también llamaron “definitiva”. Como no existía una verdadera edición definitiva porque no se conocía el orden de los capítulos en el cuerpo de la novela, a principios de 1995, la editorial Stroenfeld decidió cortar por lo sano con una edición facsimilar de los manuscritos, en sobres aparte, como los originales, para que el lector la ordenara según lo estimara.
    En Medellín, Colombia, el escritor Guillermo Sánchez Trujillo, investigó durante años la obra de Kafka; hizo algunas publicaciones sobre la misma, especialmente sobre El Proceso, hasta que hace pocos meses hizo una edición definitiva con un ordenamiento diferente, que incluye los diecisiete capítulos y da la clave del mismo. Hizo varios intentos de publicación, en vano hasta la fecha. Sólo Tomás Eloy Martínez reconoció el valor del trabajo y así se lo hizo saber al autor. Además lo incluyó en su última novela Purgatorio, donde el personaje principal, una mujer desesperada que durante treinta años busca a su marido secuestrado y desaparecido en la Argentina le cuenta, a quien narra su historia, que tuvo conocimiento de este trabajo. Tomás Eloy Martínez murió poco tiempo después y no pudo ocuparse de que fuera publicado. Dejó dicho que si el autor hubiera sido un escritor europeo conocido, su éxito hubiera sido inmediato. Hubo otras personas que supieron de la investigación realizada, inclusive un Premio Nobel de Literatura, que se llevó una copia al pasar por Bogotá en abril de 2013 y hasta la fecha no ha respondido.
    He tenido la suerte de haber leído la versión completa de El Proceso en la versión con las anotaciones correspondientes, capítulo por capítulo, que permiten entender cómo construyó Kafka la obra. Se puede adelantar que la misma es un palimpsesto de Crimen y Castigo de Dostoievsky, lo cual no implica un plagio, sino un trabajo intertextual, que muestra la fabulosa imaginación de Kafka y permite una mayor comprensión de toda su obra.
    La necesidad de Kafka de que se mantuviera el enigma tuvo que ver con el "crimen" que había cometido, que estaba relacionado con la ruptura de su relación con Felice Bauer, que aparece como personaje en El Proceso, en forma oculta también. Ruptura que Kafka repetiría con la misma Felice en una segunda vez, definitiva. Luego con Julie Wohryzek, con la que se comprometió y de común acuerdo se separaron. A Milena le dice que fue su tercera ruptura además de las dos con Felice. Tuvo también una breve relación con Grete Block, de la cual según algunos nació un hijo que murió tempranamente y del que Kafka nunca conoció su existencia. Finalmente, con Milena Jesenska, periodista de izquierda, cristiana, a diferencia de los otros amores, muerta en el campo de concentración de Ravensbruck, así como la hermana Ottla en Auschwitz y las otras dos en Chlmno.
    Guillermo Sánchez Trujillo se sorprendió de que el enigma no hubiera sido descifrado antes. Kafka claramente hace alusión a sus escritores preferidos y lo nombra a Dostoievski, como a Flaubert, Dickens, Kleist y Grillparzer, sin olvidar a Sacher Masoch, cuya huella se halla en La Metamorfosis con el retrato de la Venus de las Pieles en la habitación de Gregorio Samsa. Él comenzó a ver similitudes entre lo narrado por Dostoievski y lo que Kafka iba desarrollando. En un comentario que me hace, Guillermo dice:

"La importancia de la edición de El Proceso es que ahí están las claves para descifrar e interpretar la novela, y para conocer la relación entre la vida y la obra de Kafka. La validez de las citas no está en duda porque cualquiera puede comparar los textos y comprobar su veracidad. La pregunta que viene a continuación es ¿por qué Kafka escribió El Proceso utilizando Crimen y castigo de Dostoievski? La primera explicación que se me ocurre es que Kafka está ocultando algo y utiliza Crimen y Castigo a manera de código. Hablar de plagio es una tontería, aunque se trata de una reescritura de principio a fin de Crimen y castigo, pero furtiva, hábilmente oculta, tanto, que los expertos en Kafka, que suelen ser expertos también en Dostoievski, no se dieron cuenta de la profunda relación entre las dos obras".

    No es que se siga literalmente capítulo tras capítulo Crimen y Castigo, sino que está tomado por bloques alternados, que pueden ser entendidos y leídos siguiendo las llamadas de cada capítulo. Para abundar en ejemplos habría que extenderse, hasta extender esta presentación como si fuera un tratado, lo cual no es posible. Sí cabe señalar que si bien Raskolnicov es de alguna manera un alter ego de Joseph K, el "crimen" de éste es, como ya señalé, la separación de Felice, de allí que el castigo final difiera también. Raskolnicov confiesa y es condenado a Siberia por ocho años. Allí hará su conversión, acompañado por Sonia, como buen cristiano, aceptando el castigo y dejando de lado su soberbia de Ser superior (similar a la conversión del propio Dostoiesvki después de su condena en Siberia por revolucionario). Del mismo modo, el cristiano agnóstico Flaubert rescata a San Julián el Hospitalario, santo parricida –creo que el único del santoral– renunciando a riquezas, siendo humilde y finalmente ayudando a un leproso, a quien termina abrazando desnudo para hacerlo entrar en calor y así éste se transforma en Jesucristo, que lo lleva al cielo.
    En cambio Joseph K, sin declarar ningún crimen, es asesinado clavándole un cuchillo en el corazón y muriendo como un perro. Así como Kafka, que le recordaba a Milena el peso que había significado en su vida ser judío y que le pronosticaba en 1922 que en veinte años Europa estaría destruida, hace morir a K como morirían sus hermanas, Julie Wohryzek y Milena en los campos nazis. Cuando Kafka les leía el final de El Proceso a sus amigos, reía a carcajadas, del mismo modo que cuando escribía La Metamorfosis, también lo hacía por el asco que le daba. No imaginó nunca el final horroroso de sus seres queridos.
    Muchas interpretaciones psicoanalíticas se han hecho sobre Kafka y su obra. Sobre todo teniendo en cuenta La Carta al Padre, que nunca fue entregada, escrita en 1919 y de la cual le decía a Milena, al enviársela para que la leyera, que era obra de un abogado, que no valía gran cosa, que habría que destruirla. Todo el edipismo psicoanalítico sale a relucir. Max Brod dice que Kafka conocía las teorías de Freud. Él al único psicoanalista que invoca es a Otto Gross, en las Cartas a Milena, personaje muy discutido, que intimaba con las pacientes e inclusive en un caso a una le dejó el veneno para suicidarse después de haberla hecho su amante. La paciente se suicidó. En la película de Cronenberg, Un Método Peligroso, aparece induciendo a Jung para que tuviera relaciones con Sabina Spielrein. Este, igual que Gross, terminó intimando con su paciente. Gross fue repudiado por la comunidad psicoanalítica por cocainómano y delirante. Murió en el anonimato, en la calle, como un menesteroso. Kafka, en carta a Brod, de 1917, le dice:

“El Psicoanálisis en un primer momento logra saciar el hambre, pero después, todo vuelve a estar como al principio."
           
    El secreto que guardó respecto a la construcción de El Proceso, el gran enigma, fue posible, por negarse a dar a conocer su intimidad plenamente. Discípulo de Kundera, avant la lettre. No entendió en qué consistía el psicoanálisis. Sólo un poeta psicoanalista pudiera haberlo ayudado, pero no lo encontró. Se hubiera sentido mucho más comprendido por Deleuze y Guattari, que se ocuparon en una forma más amplia de él y su obra, mucho más que Lacan. Los autores del Anti-edipo, en “Kafka. Por una Literatura menor", tienen una visión más matizada que las lecturas topológicas hechas por Lacan de alguno de sus cuentos, y de las interpretaciones un tanto simplistas de Mladan Dollar, en el capítulo que incluyó Zizek en "Los Interlocutores Mudos de Lacan". Allí dice que hay que seguir el consejo que se da en Investigaciones de un perro, de abandonar la niñez, lema que debería ser adoptado por los psicoanalistas.
    Simple expresión del deseo de Kafka, que nunca pudo abandonarla, y basta leer las Cartas a Milena para ver que lo que reclama más que una esposa o una amante es una madre que lo cobije. Lo mismo con el resto de sus amores. A Felice le dice que sólo puede ofrecer poco diálogo, nada de sexo y poder seguir envuelto en la literatura.
    Creo que es más provechoso avanzar por el camino de los Antiedipianos, sin que sea obligado seguirlos al pie de la letra. Cuando ellos hablan de los cuentos donde hay una deriva animal como forma de encontrar una salida, no la libertad, dicen que fueron escritos antes o después de El Proceso, olvidándose de la escena final de esta obra, donde Joseph K deviene perro.
    El presente trabajo ha sido hecho gracias al esfuerzo de Guillermo Sánchez Trujillo, no sólo por todo lo que ha investigado y lo que ha producido, no habiendo sido valorado hasta la fecha como corresponde, sino por los aportes que me ha brindado. Incluyo, para concluir, el texto siguiente, que le pertenece:

« Brod dice que Kafka le entregó el manuscrito de El Proceso en junio de 1920, entonces lo llevó a la casa y lo ordenó. La verdad es que la estructura de la novela estaba más allá de sus posibilidades, y la parte que ordenó evidencia el descuido con que leyó la novela. Es fácil imaginar lo que en realidad sucedió cuando Brod abrió la caja que contenía los sobres con los legajos del manuscrito. A los primeros intentos de ordenar la novela se dio cuenta de que era una tarea imposible y entonces le preguntó a Kafka cuál era el orden de los capítulos de la obra, pero ese era un secreto que Kafka no iba a revelar porque sería como derribar el tablero sin iniciar la partida, porque la novela también era un juego, un modelo para armar que guardaba muchos secretos, como eran la parte más íntima e inconfesable de sus relaciones con Felice, el origen de la novela, la estructura de la obra y su taller de escritor, todo eso está en los manuscritos, en los planos de “La construcción”. No creo que haya otra novela como esa ni un genio literario como Kafka. Brod no “confiesa” en el postfacio a la primera edición que le preguntó a Kafka por el orden de los capítulos, sino que dice que “de inmediato lo ordenó”. La razón es que Brod no podía decir que desconocía el orden de los capítulos porque en ese caso “El Proceso” no sería propiamente hablando una novela, sino una serie de escritos sin orden para los que seguramente no iba a encontrar editor.
  Según cuenta Brod en el post-facio, Kafka “consideraba inacabada la novela” porque antes del final “tenían que describirse otras fases del misterioso proceso. Pero dado que El Proceso, según opinión expresada verbalmente por el autor, nunca debía llegar a la instancia suprema, en cierto sentido la novela era inacabable, es decir, podía continuar hasta el infinito”. Es probable que eso sea cierto, que Kafka le haya dicho que la novela no estaba terminada y que todavía no sabía cuál iba a ser el orden definitivo de los capítulos para darle una respuesta evasiva por del orden de los capítulos, pero sea cierto o no, las palabras que Brod pone en boca de Kafka le facilitaron la tarea para “ordenar” y publicar la novela, porque una vez quedara establecido que la novela estaba inacabada, no había problema en decir que algunos de sus capítulos quedaron sin terminar, sobre todo si se trataba de los capítulos más pequeños, los cuales Brod no publicó porque “no contienen nada esencial para el desarrollo de la acción” y los dejó para el volumen final de la edición póstuma. “Mi trabajo con el grueso legajo que constituía esta novela”, escribió en el postfacio, “se limitó a separar los capítulos completos de los incompletos”.
  La estrategia de Brod de desechar por incompletos los capítulos que no pudo ordenar le permitió publicar la novela, pero tuvo como una de sus consecuencias nefastas la desorientación permanente de los investigadores, quienes siempre creyeron que la novela estaba sin terminar, lo mismo que los capítulos del apéndice, los cuales pensaban no contenían nada esencial para la evolución de la acción. Nada de eso es cierto, pero todos lo creyeron porque la novela era un misterio. Sin embargo, una lectura atenta del postfacio pudo despertar sospechas por igual entre los perspicaces y los suspicaces, porque tiene líneas escritas a la defensiva “como hablan los culpables”, cuando dice que “los capítulos acabados, con el capítulo final que cierra la obra, dejan traslucir con claridad meridiana tanto el sentido como la estructura de la obra, y quien no tenga noticias de que el propio autor pensaba seguir trabajando en la obra (lo dejó porque se introdujo en otra atmósfera vital) apenas notará sus lagunas”. Si Brod tuviera razón, no se entendería por qué tantos estudiosos de la novela llevan décadas discutiendo el sentido y la estructura de la obra sin llegar a ninguna conclusión definitiva. Más sentido tienen las palabras de Reiner Stach, cuando afirma que El Proceso de Kafka es un monstruo. Nada es aquí normal, nada es sencillo. Ya se dedique uno al origen, al manuscrito, a la forma, al contenido o a la interpretación de la novela, el hallazgo siempre es el mismo. Tinieblas, allá donde se mire (Stach, 2003, p. 578). El proceso es una obra con una estructura predeterminada en todos sus detalles fundamentales, una obra hecha sobre planos donde todo está de antemano calculado y definido de principio a fin. A diferencia de obras anteriores en las que Kafka utilizó parcialmente Crimen y castigo, en El proceso la utilizó en su totalidad, desmontando todas y cada una de las partes de la novela de Dostoievski para, de manera cuidadosa y precisa, seleccionar los bloques que necesitaba para su propia construcción. Por eso se puede decir que la novela está terminada, porque sabemos que Kafka utilizó todo lo que la novela de Dostoievski le ofrecía, no dejó nada por fuera, nada quedó sin terminar. Si hay escritor que conociera en detalle los pormenores de una obra antes de escribirla [y ensamblarla], ése era Franz Kafka.
  Entre los secretos de Kafka mejor guardados están las estructuras de sus novelas, sin que hasta el presente se conozcan los cuadernos de trabajo o documentos donde se puedan apreciar los esquemas preliminares de dichas estructuras. Estos materiales, que debieron ser voluminosos, lo más probable es que hayan desaparecido devorados por el fuego. Una pérdida lamentable porque en el taller de Kafka se encontraban valiosos secretos literarios, verdaderos tesoros del oficio de escritor, taller que, además, daba muestras claras de los esfuerzos que le demandaba a Kafka la escritura de sus obras, de lo cual dejó numerosos testimonios en los Diarios. Por eso quizás el objetivo de los legajos de El Proceso, más que atormentar los probables futuros editores, fuera el de darnos la posibilidad de conocer algunos de los secretos de su taller de escritor. De todas formas, como la “estructura” era su máximo orgullo, se refirió a ella alegóricamente, como era su estilo, en las narraciones La construcción y Preocupaciones de un jefe de familia.
La construcción –titulada por Brod, Der Bau–, que algunos también llaman La madriguera, la escribió Kafka en el último año de su vida, y la podemos considerar su verdadero testamento literario, testamento único, de una belleza y fuerza extraordinarias, que no ha tenido la atención que se merece, quizá porque faltaban elementos para una mejor interpretación (para Brod era la historia de un animal), pero ahora que conocemos la estructura de la novela y cómo fue hecha es claro que podemos considerar el relato una alegoría de su propia obra, en la que el “enemigo” probablemente son los lectores, especialmente los críticos que tratan de “penetrar” su obra, sus víctimas preferidas, que terminan errando perdidos en un laberinto de interpretaciones.

“He presentado la obra y me parece bien lograda. Desde afuera sólo se ve un gran agujero que en realidad no conduce a ninguna parte, ya que a los pocos pasos se tropieza con roca. No quiero jactarme de haber ejecutado esta treta en forma deliberada; es más bien el sobrante de uno de los numerosos y vanos intentos de construcción, pero, finalmente, me pareció ventajoso dejar este agujero sin rellenar. Desde luego hay astucias que, por sutiles, se aniquilan por sí solas, eso lo sé mejor que nadie, e indudablemente constituye una audacia llamar la atención con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno de ser investigado. Sin embargo, se equivoca quien crea que soy cobarde y que sólo por cobardía ejecuto la obra. A unos mil pasos de este agujero se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso, tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente, alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría al aire y quien tuviera ganas –nótese, sin embargo, que se requerirían dotes no demasiado frecuentes– podría penetrar y destruirlo todo para siempre” [1].

Es claro que Kafka habla en La construcción, a través del habitante del subsuelo –el espíritu subterráneo– de su propia obra, y que esa “confesión” es una trampa, que propone un juego, montada por Kafka meticulosamente hasta en el más ínfimo detalle. Varios hechos hablan a favor de esta hipótesis, entre otros, la existencia misma del relato que es, por así decirlo, la prueba material, y la escogencia de Brod como albacea literario para que ejecutara su última voluntad –la destrucción de su obra–, un holocausto que Kafka sabía era imposible, pues no tenía duda de que Brod iba a ser su mayor propagandista, el que daría comienzo al juego y sembraría por doquier la confusión.
  Cuando hace algunos años supe que los capítulos de El proceso salían de Crimen y castigo, tuve la certeza de que ahí estaba la clave para encontrar el sentido y la estructura de la novela de Kafka que los investigadores y editores estaban buscando desde décadas atrás, cuando la obra salió a la luz pública por primera vez. Pero me extravié porque creía, como todo el mundo, que “El Proceso” era una novela inacabada y que los capítulos del apéndice estaban sin terminar. El caso es que logré descifrar todos los capítulos menos “La casa”, un capítulo del apéndice que no parecía muy importante, del que pensé se podía prescindir al momento de ordenar la novela, y me equivoqué porque ese capítulo es esencial no sólo para encontrar la estructura de la obra, sino también para comprenderla.
Por tanto, todos los capítulos de “El Proceso” son importantes porque la novela es una máquina literaria que necesita tener todas sus piezas perfectamente ensambladas y si le falta una pieza o se coloca mal, no funciona.
  En resumen, El Proceso es una novela concebida como un juego, un modelo para armar que exigía descifrar todas sus piezas para poderla leer. Por eso, Kafka no dejó ningún escrito que explicara El Proceso. Sólo resta que un editor inteligente y valiente se atreva a publicarlo.»

Nota:
 [1] KAFKA. Franz. “La construcción”, en Obras Completas tomo IV. Barcelona, 1983.

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(*) Finalmente, Guillermo Sánchez Trujillo logró publicarlo digitalmente vía Amazon, en castellano, inglés y alemán, con el título: "El Proceso redescubierto". En la edición alemana de esta obra se lee: "Diese Ausgabe ist Osvaldo Cucagna Gewidmet, der Veiteidiger der Menschenrechte" ("Esta edición está dedicada a Osvaldo Cucagna, defensor de los Derechos Humanos").

El Hoambre

(por: Luis Mihovilcevic / M. García Berardi / Ensamble Fractus)

VER EN: https://www.youtube.com/watch?v=1KnuHRWz8HM

"El Hoambre" (2015)
Composición: Luis Mihovilcevic
Texto: "Leyenda" (de "Actas del Hoambre", 1990): Alberto a. Arias

ENSAMBLE FRACTUS:
(en el Auditorio "El Aleph" del Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 12 agosto 2015)
Dirección: Mariano García Berardi
Intérpretes:
- Gonzalo Ariel Juan (Sopranino, Soprano, alto, Tenor and Bass recorder)
- David Coudenhove (Violin)
- Ignacio Larrañaga (Cello)
- Ana Kalaidjian Luza ( Soprano)
- Maximiliano Illanes (Tenor )
- Augusto Nureña Santy (Bass )
- Noelia Guaragna (Actress) 

Publicado en Youtube el 6 setiembre 2015.

Leyenda (del Hoambre)

(por: Alberto a. Arias)


Nada como el Hoambre. Nada como sus dientes de brillo polar en la sombra de los arbustos de odio. Cuando el Hoambre se echa a las veredas, con su rostro de fiera, con sus manos de vándalo, con sus uñas del espesor del cristal, con sus nubes y sus torbellinos de exhalaciones de fatiga, con su languidez de alma descerebrada, con sus costillas de restos de pescado, con sus pelos erectos por el discurso de una sangre que bulle, con sus pasos de felino enjaulado, con sus hombros de edificio envuelto en niebla, con sus pensamientos animistas que dan color, olor y sabor a todo objeto en todo trance, con sus glándulas dilatadas como sábanas, con su cráneo lleno de almendros en flor, con sus entrañas atadas a un hilo que cuelga de un palo de escoba, en fin, cuando, con su lengua de alfombra, con sus ojos en almíbar, con sus tumefacciones a la canela, con sus dedos de plátano, con sus órbitas de plato playo, se echa a las veredas de la civilización, el Saciado, de vientre barrigón, se sumerge en el baúl de los antepasados porque busca las armas medievales de unas creencias más efectivas que las actuales a su disposición, que sean capaces de convencer de la voluntad naturalmente justa de Dios y de que no es tal su apego a la injusticia, al propio Hoambre, que persiste en su búsqueda. Pero el de vientre barrigón nada encuentra. Por el contrario: los esqueletos de encaje, los espejos embrujados, los candelabros en que anidan arañas milenarias, los manuscritos reales que testimonian aquella época, le hacen perder definitivamente la paciencia, el orgullo y toda su capacidad de reacción, y opta por encerrarse bajo llave en ese baúl flotante y de ensoñación, a la escasa luz de claraboyas marchitas.
    Es el momento en que el Hoambre encuentra la vivienda del Saciado y de una patada derriba los portones estatuizados cuyos leones ya no pueden sonreír. Al entrar en la mansión, el Hoambre lanza miradas de fuego de artificio hacia todos lados: reluce el mármol, se desprende el eco de las telarañas de los sonidos en cuarentena y una flota de mesas pulcramente servidas aparece entre los destellos que atraviesan la sala. Ávidamente se abalanza sobre los manteles de hilo, pero observa Hoambre furioso esos platos vacíos: ¡nada! ¡nada de nada! ¡la voracidad de los saciados! ¡las huellas de la saciedad! Deberíamos haber nacido de una madre dragón y de un padre chacal para atrevernos a observar con calma, sin que la piel de puma se nos exaspere, la reacción del Hoambre ante semejante provocación. Corre. Sube las escaleras resbaladizas de los nobles. Corre. Deja atrás los pasillos en que los candelabros de los siglos hacen guiños y amenazan con apagarse. Corre, corre. Ignora en su corrida los retratos de los aristócratas que aprietan las mandíbulas y maldicen la profanación.     Corre, corre, corre. Ignora las súplicas de esas madres que se le atraviesan con cruces de barro envueltas en llamas –o las cruces o las madres–. Corre, corre, corre, corre. Llega por fin al desván en cuyo centro el baúl de los antepasados lo espera, turbio ataúd que prepara la tempestad, descansando sobre su vientre de gran cerdo.
    En la comodidad neyorkina del desván el Hoambre se siente incómodo como sobre un océano sin consistencia. Eso acrecienta su furia. Con la certeza de que el Saciado, de dedos espantados y ojos temblorosos, espera allí dentro el golpe final, y más que seguro de su propia fortaleza, fortaleza extraña cuya debilidad radica en sus orígenes de sequedad e inanición, en la pérdida constante y progresiva de su capacidad intelectual, en su amargura alimentada de idiotismo, en la trampa final de un crecimiento inverso, el Hoambre traspira toda su melancolía y su disgusto, un instante antes de destrozar los cerrojos. Llora y ríe a la vez, porque su pasado y su futuro chocan en el cerebro apelmazado de su cuerpo de última hora: entonces se decide a abrir el arcón en que el Saciado se oculta.
    Al abrirlo recibe entre ceja y ceja un disparo de arcabuz del siglo XII. Permanece de pie. Instigada por el Saciado, una jauría de bulas salvajes salta del baúl a sus brazos, para roerlo. Permanece inmóvil como un prócer, como un mártir, como un héroe que no quiere ser. Pero después, con los ojos sin mirada, perdiendo por la nariz su líquido negruzco, el Hoambre cae, hacia adelante, sobre el Saciado, y juntos ruedan hacia el fondo del arcón, mientras el viento del nuevo día cierra de un solo golpe la pesada tapa, que ya no se volverá a abrir porque pesa lo que una pesadilla, o todavía más.

                                                                                                                             (1978) 

                                                                                                                       Alberto a. Arias
                                                                                     (publicado en “Actas del Hoambre”, 1990)