Desde un principio advertimos
el alcance inmenso del levantamiento popular de EE.UU. Nos opusimos a darle el
carácter de “protesta” [“Estados Unidos: ¿es una ´protesta´? No, es unarebelión popular”, el 3/6/2020 ] contra la opinión reinante en la mayor parte de la izquierda.
Ahora, Douglas McAdam, un
especialista en el estudio de cuestiones raciales de EE.UU., lo confirma: “Nunca
antes habíamos visto protestas como estas”, tituló un trabajo de Jacobin, la principal
revista de la izquierda de EE.UU. (22/6).
Lo dijimos antes. El
movimiento popular de EE.UU. trasciende todo lo que conoció EE.UU. en la lucha
contra el racismo en el pasado. Las movilizaciones contra la brutalidad
policial que estallaron a partir del asesinato de George Floyd fueron más allá
del gran ascenso de la lucha anti-racial de los años ´60. Puso de relieve,
sobre todo, la enorme frustración de ese movimiento civil y hasta qué punto
empalma con reivindicaciones democráticas y sociales que van mucho más lejos
que la ´cuestión negra´ en EE.UU.
A partir del examen de tres
semanas de movilizaciones, Douglas McAdam confirma que por su amplitud
demográfica y racial los negros, a escala nacional, sólo fueron el 12% de sus
participantes. La gran mayoría de los manifestantes fueron blancos (el 61%). Las
otras minorías se reparten el resto. Las movilizaciones “tuvieron lugar en los
cincuenta estados” de la Unión, “en ciudades pequeñas y abrumadoramente blancas
como Overland Park, Shawnee y Olathe”.
Sólo por esto, el movimiento actual ya ha sido infinitamente más vasto
y contundente que el movimiento de los años 60. “Cuando se considera que las
principales campañas y acciones durante el apogeo del movimiento a principios
de los años 60: las sentadas en 1960, Freedom Rides en 1961, Albany en 1962,
Birmingham en 1963, Selma en 1965 - todo tuvo lugar en el sur, y prácticamente
todos los sureños blancos se opusieron implacablemente a la amenaza que
representaba el movimiento para ´la forma de vida del sur´” (idem). Ahora el
movimiento tuvo un alcance nacional vastísimo y multirracial.
La sublevación de EE.UU.
tiene un alcance histórico. Maduró largamente tras la creciente militarización
de las policías estaduales y el reforzamiento represivo y carcelario, que se
dirigió especialmente contra los negros. La población carcelaria de EE.UU. es
la más alta del mundo: se acerca a los 3 millones; con una altísima proporción
de gente de color.
Los antecedentes de la rebelión fueron in crescendo. Trump no hizo más
que echar sistemáticamente leña al fuego: cuando Colin Kaepernick, el jugador
de fútbol americano y activista por los derechos contra la segregación racial,
se arrodilló cuando se cantaba el himno de EE. UU. en una cancha, el 1 de septiembre de 2016, la
NFL (la AFA yanqui) por indicación de Trump lo sancionó y nunca más pudo volver
a jugar profesionalmente. Desde entonces el repudio a ese himno como
manifestación contra el racismo en EE.UU. se extendió del fútbol a otros
deportes, donde los negros sobresalen. Ahora ¡la NFL ha pedido perdón a los
jugadores negros!
Alcance
mundial
Este mismo fenómeno se
replicó a escala planetaria. En Inglaterra los bancos centenarios que financiaron
la trata de esclavos están todos haciendo cola para pedir “disculpas” y sacando
las estatuas de los directores del pasado en sus inmaculadas sedes centrales. “Barclays,
HSBC y Lloyds entre los bancos del Reino Unido que tenían vínculos con la esclavitud”
tituló The Guardian (18/6). “La trata de esclavos fue abolida en el Imperio
Británico en 1807, pero no fue hasta 1833 que la Ley de Abolición de la
Esclavitud finalmente prohibió la propiedad de otros seres humanos… (pero)
46.000 propietarios de esclavos continuaron
beneficiándose financieramente ya que la Ley de Compensación de
Esclavos posterior proporcionó £ 20 millones en pagos, una suma de miles de millones en términos de 2020. A pesar del nombre
del acto, los antiguos esclavos no fueron compensados. El proyecto Legacies of British
Slave Ownership de University
College London muestra que entre el 10% y el 20% de los ricos de Gran Bretaña
tuvieron vínculos importantes con la esclavitud. La cantidad de dinero prestada
para pagar a los propietarios de esclavos fue tan grande que el gobierno solo
la pagó por completo en 2015” (idem).
Es contra todo esto que
ahora se liberaron energías extraordinarias a escala mundial. La opresión o
cuestión colonial y/o racial que medio planeta parece ´descubrir´ es una
reacción no por un ´pasado´ remoto sino por los efectos presentes de esa
opresión. Es lo que expresa la rebelión, especialmente de los jóvenes –y en
particular de las minorías más explotadas– de los países imperialistas, como
ocurrió en Inglaterra y Bélgica y hasta en Australia, donde por primera vez en
la historia la causa de sus pueblos originarios ha sido tomada por las grandes
masas de ese extensísimo país-continente. La caída de las estatuas de los
Churchill, de los Rhodes y los Leopoldo II, en Inglaterra y Bélgica; como de
Colón y Juan de Oñate en todo el continente americano, como de tantos otros
´civilizadores´, no es obra de vándalos ignorantes sino de los hijos y nietos
de aquellos que sufrieron la esclavitud y el colonialismo-imperialista hasta
poco tiempo atrás y hoy se elevan para luchar por sus derechos.
La tesis conservadora de
buena parte de la izquierda que no daba tres guitas por la rebelión
norteamericana, que no ve más que ´planchazos´ por doquier (¡y encima nos
´cayó´ la pandemia!) se ha hecho trizas. Tras la resignación de Sanders a su
pre-candidatura presidencial la izquierda democratizante (Jacobin era uno de sus
principales exponentes) había dado por cerrada toda perspectiva a las masas yankis;
la “iniciativa” –dijo un ex diputado del FIT-U, ya iniciada la rebelión– era de
Trump! Jorge Altamira dio en el clavo semanas atrás cuando dijo que estamos en
presencia de “la rebelión contra la brutalidad policial y contra el racismo,
más extendida de la historia”.
Dimensión histórica
[Escena de la batalla de Vertieres, Haití, del 18 nov 1803,
cuando un ejército de ex-esclavos se enfrentó y derrotó al
ejército colonialista francés.]
cuando un ejército de ex-esclavos se enfrentó y derrotó al
ejército colonialista francés.]
Junto a la explotación de los
aborígenes del ´nuevo mundo´ la esclavitud de la época ascendente del
capitalismo, aquella que arrancó más de 12 millones de africanos del continente
negro entre los siglos XVI y XIX, constituyeron los dos cimientos fundantes de
la llamada ´acumulación primitiva´ de la burguesía moderna. Si bien el trabajo
asalariado desplazará más tarde definitivamente al trabajo esclavo, este
fenómeno abonó como ningún otro la era del despertar del capital. La industria
textil inglesa se abastecía de las plantaciones esclavistas de las 6 ó 7 ex
colonias más ricas de los ´nuevos´ EE.UU. que proveían de algodón a Manchester.
La naciente industria francesa de fines del siglo XVIII se sostenía en la caña
de azúcar de Santo Domingo, la colonia esclavista más próspera del planeta en
aquella época.
Desde la Virginia de los
´padres fundadores´ de EE.UU. al Brasil, primero portugués, luego imperial
hasta casi fines del siglo XIX; la fuerza de trabajo esclava no tributó ni
abonó a la vieja sociedad feudal sino a la sociedad capitalista naciente. La
tesis menchevique-stalinista que sostuvo ese disparate, buscó siempre colocar
la lucha racial y/o anticolonial en el marco de la defensa de la ´democracia´.
Nada más contra-revolucionario en la época del imperialismo, de guerras y
revoluciones. Tras esa premisa se le cortaban las alas al movimiento racial y
anticolonial en todos lados, y se buscaba estrangular al proletariado
entregándolo a manos de la supuesta burguesía ´progresista´.
De Haití a EE.UU., de Brasil
a Jamaica, la esclavitud vino a afirmar el orden de la burguesía. Las
monarquías absolutas de Francia e Inglaterra, principalmente, luego de Portugal
y España, alentaron la esclavitud moderna como vehículo de los intereses de la
moderna burguesía. La esclavitud fue abolida no por obra de la ´voluntad
democrática´ de la burguesía sino en su contra y como fruto de las disputas
inter-capitalistas del moderno mundo burgués. El movimiento abolicionista en
los principales países del mundo se impuso contra la burguesía, no alentado por
ésta.
Inglaterra se opuso a la
independencia de sus colonias americanas no en nombre de la libertad de los
negros, sino para preservar sus grandes dominios reales y la esclavitud. Más
allá de que los ´padres fundadores´ de EE.UU. fueron mayormente esclavistas se
levantaron contra Inglaterra en nombre de la libertad y abrieron cauce al desarrollo
capitalista farmer, el más vigoroso que conociera la historia del capitalismo
donde alcanzó su cénit tras la guerra de secesión.
Inglaterra tras la
revolución norteamericana reforzó todos sus dominios esclavistas, especialmente
en América Latina, como ocurrió en Jamaica y Guyana (al mismo tiempo que
colonizaba la India, donde dada su inmensa población aborigen, no implantó la
esclavitud pero llevó allí decenas de miles de africanos que sirvieron de
capangas de la población india). En 1807 Inglaterra abolió formalmente la
esclavitud (aunque en verdad esclavos en Inglaterra hubo hasta bien avanzado el
siglo XIX). En 1812 fue de nuevo a la guerra contra EE.UU. para quebrarlos.
Cincuenta años después la Inglaterra victoriana se colocó en el campo de la Confederación
esclavista del Sur contra los EE.UU. de Abraham Lincoln en defensa de la
industria textil manchesteriana que se abastecía de algodón del sur de EE.UU.
La Primera Internacional, bajo el liderazgo de Marx y Engels, dejó enseñanzas
fundamentales de internacionalismo proletario negándose a colocar, tras la
propaganda de la burguesía imperialista que esgrimía la defensa del ´trabajo´
inglés. La causa de la lucha contra la esclavitud debía ser abrazada también
por los obreros ingleses, contra la extorsión de sus industriales.
Haití tuvo el honor de
iniciar el movimiento de independencia nacional de América latina antes que
nadie, reuniendo en un solo puño la lucha por la emancipación nacional y por la
primera república negra del mundo. La mayoría de nuestros criollos fueron muy cobardes ante el movimiento independentista posterior atento a los
acontecimientos haitianos. Lo mismo vale para la conducta de los nacientes
Estados Unidos de Norteamérica, cuya conducta ante el proceso independentista
latinoamericano, desde la gesta de Toussaint L´Ouverture hasta el movimiento de
Francisco de Miranda primero, y de Bolívar después, fue absolutamente
conservador –temerosos de que los estados esclavistas del sur norteamericano simpatizaran
con la causa de la jóven república negra.
El movimiento multirracial
contra la brutalidad policial del presente, abreva en la lucha de los
Espartacos de todas las épocas. El odio contra las estatuas de Colón y
Churchill simboliza el combate de nuestros oprimidos desde Tupac Amaru contra
todos los agravios de la era del capital, para terminar con todas las deudas
desde Baring Brothers a los Blackrock.
"Racismo y supremacía blanca pecado nacional" de EE.UU.
Del puñado de naciones más
avanzadas todas las cuales pasaron por la esclavitud y la opresión racial
ninguna hizo de la cuestión racial y del “supremacismo blanco” una cuestión tan
central como EE.UU. Si La revolución de independencia de EE.UU., episodio
fundamental de la era de las revoluciones burguesas, no rozó el dominio de la
esclavitud (ésta alcanzó su mayor esplendor en los 50/60 años posteriores), a
su manera tampoco la Guerra de Secesión y la abolición de la esclavitud
liquidaron las enormes desigualdades entre negros y blancos.
Esto no sólo fue así en los estados de la frustrada Confederación.
Dice Alexandra
Villarreal (The Guardian, 30/6): en EE.UU. se pagan “tributos a (su)
pasado, incluso cuando se eliminan las estatuas confederadas y las marcas
comerciales reconsideran los estereotipos raciales”. Quien recorra EE.UU. se
preguntaría dos veces quien ganó la Guerra de Secesión: hay “casi 800 estatuas y monumentos confederados” (idem).Esos
monumentos “se erigieron décadas después de que terminó el conflicto, como ´un
recordatorio para que las personas negras y marrones recuerden su lugar´, dice Alvita Akiboh, profesora de Historia
en la Universidad de Michigan (idem). EE.UU. “venera a personajes profundamente
defectuosos… Muchos de los padres fundadores, incluidos George Washington y
Thomas Jefferson, eran dueños de esclavos, a pesar de la poética acerca de cómo la institución era una ´depravación moral´. Incluso Benjamin Franklin,
venerado como uno de los primeros
abolicionistas, fue propietario
de esclavos durante gran
parte de su vida y publicó anuncios vendiendo esclavos en su
periódico” (idem). “El himno nacional fue
escrito por Francis Scott Key, un propietario de esclavos que abusó de su
autoridad como fiscal de distrito para perseguir a los hombres negros y a los
abolicionistas” (idem).
“Incluso Mickey
Mouse, un componente básico de la cultura norteamericana muy
apreciado, saltó a la fama en 1928 con una melodía de minstrel de cara negra…´.
El racismo y la supremacía blanca es nuestro pecado nacional´", dice Karen Cox, profesora de
historia de la Universidad de Carolina del Norte.
´Africanización´ de la humanidad
La ´descolonización´ de
África, en la última posguerra, fue presentada por la democracia imperialista y
más de un ´izquierdista´ como el resultado de la ´humanización´ del mundo del
capital. Bien mirada, la ´descolonización´ del continente negro no solo fue la
más mezquina de todas las transiciones del mundo colonial al moderno mundo de
las semi-colonias y estados esclavizados por el FMI, el Banco Mundial y las
naciones imperialistas. África ha sido el asiento de la peor pandemia que
conoció la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial: la tragedia del HIV-SIDA
que diezmó a varios países africanos y dejó en el continente un tendal de más
de 40 millones de muertos. A esto le siguió el ébola, que encontró en África
también su asiento por excelencia.
África simboliza la barbarie
de la época de descomposición capitalista hace mucho tiempo, es mucho más que
eso: es el espejo en que se mira hoy toda la humanidad.
La lucha contra la barbarie
de la brutalidad policial de los negros en EE.UU. es por todo esto una causa
universal del proletariado moderno. La única lucha anti-racial consecuente es
aquella que une la lucha contra la opresión racial y/o colonial a la lucha
anticapitalista, por el gobierno de los trabajadores, por el fin de la
explotación del hombre por el hombre.
(28 junio 2020)