[por Alberto a. Arias]
Difundo ahora estos “Cuatro kasijaicus” y el parágrafo que les corresponde en las “Curiosidades poiéticas”, porque nadie sabe exactamente qué va a suceder en pocos días y en qué coordenadas de la convulsión social estaremos.
(30 marzo 2020)
Cuatro
kasijaicus
(Ejercicio
para 14 mil millones de manos)
a la
memoria de Pablo Rieznik
1.
hay
plena calma
en
esta primavera
no te
ven topo
2.
«Hay calma plena
en esta primavera» –
No te ven, topo.
3.
«Hay calma plena
en esta primavera» –
¡Hi, Viejo Topo!
4.
Sólidos
d e s v
a n é c e n s e
—
«Bien has hozado,
tú, viejo topo.»
(13 octubre
2013 – 30 marzo 2020)
…
Unos kasijaicus y los mundos
posibles
Cuando, en diciembre del 2019, ponía fin
provisorio a este conjunto de poemas [me refiero a las 24 composiciones que
integran “Maginarias (sonsones)”], sucedía que no todos ellos me dejaban
conforme. Entre los tres o cuatro que estaban a punto de ser arrojados al
abismo del canasto, había uno que parecía estar dirigiéndome una mirada
nebulosa con sus ojitos casi no videntes, como diciéndome… “¿Y? ¿Cuándo me
sacarás de este estado de incertidumbre? Quiero ver la luz”. Era un poemita “a
modo de haiku” intitulado Domingo rojo. Decía
así: “Domingo calmo, cívico / Se estremecen las aguas y las hojas / El topo se
despereza”. Llevaba fecha: 13 de octubre de 2013. Ahora sabía bien que este intento
era muy insuficiente en relación con aquello tan importante que había
pretendido abordar siete años antes y que seguía hoy atrayéndome.
Dos meses después (febrero 2020), durante
unas vacaciones, hice algunas lecturas a propósito del haiku y los haijin
(hacedores de haikus). Era mi propósito poner manos a la obra. Pero a mi
regreso del paseo, a principios de marzo, urgencias varias me impidieron cumplir
el objetivo.
Tuvo que llegar el “distanciamiento social”
de la Covid-19, el trastorno acelerado (y universal) de todas las variables de la
normalidad y la normatividad, para que el poemita en espera recibiera mi
atención y cuidados.
En pocos días, habiendo superado largamente
aquella versión inicial “a modo de haiku”, los cuatro ‘kasijaicus’ veían por
fin la luz. Se trata de una sola composición con título propio que incluye
cuatro ‘kasijaicus’ (este neologismo con umohr me pertenece, claro está).
El primero de ellos cumple con las normas principales del haiku
tradicional: ausencia de título, mayúsculas y rima; tres versos con métrica
5-7-5; la unidad de dos versos y una cesura o ‘kireji’ como corte/pausa ante el
restante; la elipsis implícita: una cuarta línea ausente que el lector completa
para sí mismo; la inclusión del ‘kigo’: mención directa o indirecta de una de
las estaciones del año; la presencia del vínculo instante-eternidad; la
contemplación situada en el aquí-ahora.
El
segundo ‘kasijaicu’ es la repetición del primero, pero da un paso crucial
alejándose de las normas: aparecen los signos de puntuación que cumplen la
función de quitarles ambigüedad a los enunciados. Las comillas incluidas hacen
que los dos primeros versos aparezcan con claridad como el pensamiento
explícito de la tercera persona (que también podría ser del plural). Así, por
oposición, se hace evidente que en el tercer verso habla en primera persona el
‘haijin’, que se dirige de ese modo a una segunda persona: en este caso el topo,
que en esta variante todavía es ese animalito zapador capaz de alterar la calma
primaveral. Además, aparece en esta versión una rima que la aleja aun más del haiku
tradicional.
En el
tercero ya irrumpe decididamente la universalidad, el internacionalismo (una
‘tradición’ bien distinta y distante de la zen) y la cita sociohistórica,
política y revolucionaria-proletaria: aparece claramente que el topo es el
Viejo Topo de la historia y la revolución que, desde Shakespeare a nuestros
días, transformándose en los escritos de Hegel, Marx y sus continuadores, tiene
ya una ‘personalidad’ propia, intragable para todo tipo de capitalistas,
conservadores, liberales, fascistas, “moderadores” y retardadores sociales. Por
lo demás, esta versión mantiene la rima asonante aparecida en la precedente y agrega
una rima interna con buen ‘umohr’, así como la dimensión vertical que el haiku
tradicional contempla como una de sus posibilidades (el diálogo histórico, la
cita, etc.)
El
cuarto ‘kasijaicu’ pone un pie en el trampolín del seudo-haiku ahora liberado
de las ataduras y pega el gran salto, sin dejar de dar en el aire una voltereta
algo preciosista, tanto por la utilización de citas directas (una de ellas casi
literal) de palabras escritas por Karl Marx y ya consideradas “clásicas”: «Todo
lo sólido se desvanece en el aire»* y «Bien has hozado, viejo topo”**, como por el
mantenimiento respetuoso de ese verbo desusado y casi en el olvido, y por eso mismo
‘antiquo’: hozar (mover y levantar la tierra con el hocico).
No hay
espacio aquí [me refiero a las “Curiosidades poiéticas…” del inédito
«Maginarias»] para internarnos en el panorama de temas y motivos concatenados
que estos ‘kasijaicus’ abren. Por ejemplo: lo individual-colectivo y la lucha
de clases como motor de la historia, el “apartamiento del mundo”, la
“dialéctica de la naturaleza”, el qué-hacer-soñar, entre muchos otros.
Recordémoslo
una vez más: por una línea o verso podemos internarnos en mundos varios, con la
condición de que haya quienes, además de los poetas, quieran visitar o vivir en
esos mundos posibles.
Alberto
a. Arias
30
de marzo de 2020.
_____
* En el cap 1 del “Manifiesto comunista”, 1848.
** En “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”
(cap. VII), Karl Marx, 1852.
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