[por Colectivo Signos del Topo y Espacio Rosa Luxemburg]
“Qué siglo de manos!*
(A. Rimbaud)
«… en su relación con el medio ambiente y
trabajando con los
dispositivos corporales que le son propios (¡las
manos!)
el hombre estimuló el desarrollo de su cerebro,
algo clave al tratar
de entender qué es lo que el trabajo humano tiene
de específico.» **
Pablo Rieznik)
1. Manos
No es casual, sino causal, que las MANOS ocupen tal protagonismo en la actual
situación mundial. Las manos son, al mismo tiempo que el producto de una
evolución, las productoras mismas de esta evolución. Sin manos, sin brazos, sin
extensiones corporales, sin órganos para asir, percibir, modificar, construir,
mover y movernos, no habría siquiera cerebro humano ni propiamente actividad social. Claro que cerebro y
cuerpo han tenido en todo este proceso su función esencial.
Científicamente demostrado y simple de
entender: no habría evolución humana sin estos órganos productores que son las manos y el cerebro, que construyen la autonomía misma del cuerpo humano y del
cuerpo social.
Así, manos
es sinónimo de inteligencia, trabajo, vida, cultura y humanidad. Pero de una
mano que produce, a una mano que alimenta, socorre y acaricia, hay un solo
paso. Porque las manos son sociales en estos cuerpos que somos seres sociales y
cuerpos en contacto, productores y relacionales.
2. “14 mil millones de manos”
Tras siglos de desarrollo y evolución, el
capitalismo ha llegado a ser no solo un modo de producción mundial, sino todo
un sistema pleno de contradicciones, con sus formaciones
nacionales/internacionales y sus regímenes políticos y sociales de explotación,
control y opresión de la fuerza laboral (Estados, instituciones, leyes, etc.).
Hoy ha llegado a un punto (previsto por Marx y los socialistas revolucionarios)
en que no puede ya satisfacer su propia necesidad de desarrollo y expansión
“egoísta”: la necesidad de beneficiar a unos pocos (solo algunos millones en un
mundo con, ahora, 7.800 millones de habitantes). Sin poder dominar “la
naturaleza” ni a sí mismo, tiende a hundir en la explotación extrema, la
miseria, el abandono y la barbarie, a las fuerzas del trabajo y a toda la
humanidad, mediante el descontrol general, las guerras y la fractura del
complejo cuerpo social internacional.
¿Hay antídoto? La respuesta es: SÍ. Y está
en las mismas manos que deben ser puestas o mantenidas en movimiento, en
acción. Está en las manos de todos los trabajadores, sin fronteras, sin mayores
diferencias que sus idiomas o lo que se suele llamar idiosincrasias o
sobredeterminaciones culturales varias.
Las soluciones prácticas y posibles están
en las manos de las clases productoras, dueñas del tremendo poder de constituir
la principal fuerza humana, y de sus familias, capacitadas para organizarse y
no sólo para salvarse a sí mismas, sino para salvar al conjunto de la
humanidad. Para ello, estas manos productoras, trabajadoras, proletarias, deben
ponerse en movimiento para esta tarea fundamental, usando los medios y
herramientas con que contamos e inventando los que hagan falta.
3. Organizarse contra los
“organizadores del desastre”
Coincidimos con quienes llaman a combatir a
los gobiernos que hasta ahora solo han cumplido el triste papel de ser los
‘organizadores’ del desastre capitalista, gobernando para los dueños del mundo
en perjuicio de nuestras vidas. El mundo entero tiene una organización social
capitalista y la quiebra será desigual y combinada, pero confluyente, y
seguramente veremos volar gobiernos como hojas al viento, antes de que cante el
gallo.
Consideramos, como muchas compañeras y
compañeros de todo el mundo, que la salida efectiva de esta tremenda debacle o
catástrofe, está en desarrollar la organización también confluyente –autónoma y centralizada al mismo tiempo–
de una unidad internacional de los trabajadores… Una confluencia sin fronteras;
activa, conjunta, independiente de- y opuesta a- las fuerzas capitalistas.
Por supuesto que cada quien debe comenzar
por el propio terruño y entorno, al mismo tiempo laboral, barrial y familiar,
en su ámbito y país, en su región y continente. Deliberando, proponiendo,
organizando y luchando. Pero nuestra confluencia internacional debe ser tan poderosa
como huracanada será la bancarrota mundial del capitalismo.
El mundo se está dislocando, sus fronteras
se borran cada vez más drásticamente y los capitalistas intentarán oponernos
unos a otros, pobres contra pobres, trabajadores contra trabajadores. No lo
podemos permitir. Lo que necesitamos, al fin, es el gobierno de los
trabajadores y la unidad internacional del proletariado.
Pero debemos comenzar por derribar nuestras
propias fronteras internas: toda idea de “sálvese quien pueda” o “primero mi
patria” (opuestas a “cuidémonos” y “cuidarse para poder cuidar”) debe ser
derrotada y erradicada entre nosotros. La frase “la patria es el otro” solo
tendrá algún sentido cuando seamos una sola fuerza poderosa, social e
igualitaria con el otro semejante, con la clase obrera y los trabajadores de
todas partes.
Hay salida a la debacle, pero está
condicionada por nuestra acción y por la del enemigo que debemos enfrentar.
Hay que tomar medidas de autoprotección y
organizativas para la conquista de todo aquello que conduzca a la satisfacción
de las necesidades, comenzando por las más urgentes e impostergables, ya que el
acceso a los medios de producción y el mantenimiento del trabajo, la salud, la
alimentación, el resguardo (casa, habitat) y el desenvolvimiento personal y
colectivo DEBEN SER INALIENABLES y cualquiera
que gobierne o pretenda gobernar contra este mandato social y humano básico
debe ser definitivamente derrotado en la lucha.
4. Luchar contra la reacción
capitalista, el patrioterismo y el belicismo
En el momento actual, las fuerzas de
regresión, de conservadurismo y de involución social, comienzan a manifestarse
al mismo tiempo que las fuerzas del trabajo, el progreso, la solidaridad y la
transformación social comenzamos a despertar, actuar y organizarnos.
Coincidimos con quienes señalan que el
horizonte de la guerra intercapitalista e imperialista convertida en guerra
generalizada está en el horizonte y, una vez más, que debemos deliberar y
organizarnos sin descanso contra esta perspectiva. Debemos impedir que el
sistema capitalista, que es global, en su forzada “desglobalización” o “descoyuntarse”
internacional, busque “recuperarse” mediante la expansión de sus guerras –ya
declaradas y en curso– hacia todos los horizontes. ¡Ni un solo trabajador o
trabajadora, ningún ser humano debe ser carne de cañón de la barbarie!
Por eso, a todo aquello y a todos aquellos
que nos conduzcan hacia la guerra imperialista debemos oponerles nuestras
fuerzas organizadas. La movilización, la huelga y la toma de los lugares donde
se incuban estos “huevos de serpiente” son armas muy poderosas.
5. Manos a la obra
Ya se ha dicho con razón: solamente la
Revolución socialista y proletaria es el gran antídoto. Pero no hay revolución
posible sin rebelión, acción y lucha lo más confluyente posible.
Hay que colocar todas las energías en el
presente que vivimos y los desafíos de cada día. Los capitalistas “venden” la
“verdad” de que sin dinero y capitales no habría sociedad ni se podría vivir.
Esta fábula es consustancial a la lógica capitalista. Los recursos naturales y
los medios productivos de la humanidad, lejos de ser insuficientes, podríamos
decir que son hasta abundantes… si se les quita el bozal o freno de una
producción que liga su lógica a la del capital. Hay fuerzas, recursos, herramientas,
materiales, medios, tecnologías y espacio (terrenal y “virtual”) suficientes
como para desarrollar una vida que merezca llamarse “humana”; pero la primera
condición es que derrotemos la catástrofe capitalista y al capitalismo mismo.
Así que: manos a la obra.
Debemos luchar sin pausa por la
satisfacción de las necesidades de la población trabajadora, y en primer lugar
de los más desprotegidos; y debemos hacerlo sin fronteras, a través de la lucha
común y la solidaridad internacional de los trabajadores, mediante la
organización, la movilización, la huelga y la lucha decidida.
A ningún trabajador ni a su prole le debe
faltar lo imprescindible: los alimentos; los elementos para desarrollar la vida
laboral, social y familiar; la atención médica y los medicamentos. No es este
el lugar para acumular consignas. Podemos señalar algunas que nos parecen
urgentísimas y que, está visto, son necesidades cruciales en el planeta entero:
–Ni un solo niño o anciano sin
protección, asistencia, alimentos y resguardo.
–Ninguna
persona, de la condición que fuere, sin los medicamentos y cuidados
indispensables, sean urgentes o crónicos.
–Asistencia
inmediata para todos los que la necesitan (por ejemplo, cuidados intensivos y
respiradores en esta pandemia de la Covid-19).
–Centralización
de las investigaciones, descubrimientos y producción de medicamentos, bajo
control de los trabajadores.
–Testeos
masivos y organización del trabajo en función de derrotar la pandemia.
–Colocación
de todos los recursos, públicos y privados, al servicio de la salud y la
alimentación general, bajo control de los trabajadores.
–Ninguna
restricción o coerción que impida la organización autónoma de la población
trabajadora frente a la desatención, la desocupación, el descalabro social y la
represión.
O estas
otras, fundamentales:
–Ni suspensiones
ni despidos. Reparto igualitario de las horas de trabajo. Mantenimiento de la
fuente de trabajo y del salario. Salarios, jubilaciones y pensiones acordes con
las necesidades y la canasta familiar.
–No pago
y anulación de todas las deudas de los países sometidos a los organismos
financieros internacionales y a los capitalistas y especuladores.
Nacionalización de las bancas.
–Expropiación
de los grandes capitales para destinarlos a las necesidades inmediatas de la
población.
–Gobiernos
de trabajadores. Por una internacional proletaria, socialista y revolucionaria.
Ante el
desafío mundial de la enfermedad y el desastre capitalista,
Ni
pesimismo ni involución: ¡Revolución!
(3 abril 2020)
Colectivo
Signos del Topo (creaciones / críticas / culturas)
Espacio
Rosa Luxemburg
_____
* De «Una temporada en el infierno», Arthur
Rimbaud, 1873.
** Este
es el párrafo completo: “Decimos ‘de carne somos’ para subrayar el hecho de que
nuestro origen como especie es la animalidad natural de la cual somos un
resultado y que al mismo tiempo nos condiciona… ‘y trabajamos’ produciendo y
manteniendo nuestra vida. Porque ¿no es el trabajo acaso el vínculo entre e
hombre desarrollado a partir de lo natural y la naturaleza como tal, con el
propósito de asegurar su subsistencia, la vida humana? No se debe ni
corresponde considerar el trabajo que hace el hombre como una realidad
puramente social e histórica (que lo diferencia de la pura naturaleza) sin
raíces en la evolución biológica y natural del hombre. Es en la naturalidad de
esa misma evolución donde puede rastrearse, incluso porque en su relación con
el medio ambiente y trabajando con los dispositivos corporales que le son
propios (¡las manos!) el hombre estimuló el desarrollo de su cerebro, algo
clave al tratar de entender qué es lo que el trabajo humano tiene de
específico.” (Pablo Rieznik: «El mundo no empezó en el 4004 antes de Cristo»,
ed. Biblos, 2005.)