Qué risa con esos pulcros escritores,
dulces literatos y poetas fortunatos, que apenas si se untan con la tragedia
política y social de este desquiciado país y con la turbulencia cotidiana que
martiriza a la gente común abusada sin piedad por los poderosos.
Son los mismos que gustan exhibirse solo en grandes titulares de lo que
consideran prestigiosas publicaciones y grandes eventos. Los mismos que se
abstienen de acusar al poder para estar cómodos, sin ser señalados, sin recibir
afrentas, ni correr riesgos.
Qué risa con todo ese personal que a pesar de su perfumada delicadeza,
con una “buena propuesta”, cualquier empresa, entidad oficial o politiquero de
turno, los manosea y alquila.
Qué risa con esos que se creen de otro mundo, caídos de las estrellas,
ajenos a miserias humanas que huelen maluco. Que las afugias de la realidad,
les suenan a sensiblería, romanticismo, sociologismo.
Deberían respetarse. Siquiera respetar desde su estrecha baldosa, el
inmenso universo de la sensibilidad humana. Deberían respetar todos esos
aplausos que piden. Y hasta su pomposa risa. Llamémoslos Plumas Lindas…
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