sábado, 20 de junio de 2020

Cristian y el viento

[Por: Eugenia Cabral]




[Cecilia Heredia"La tierra es de todos (Homenaje
a Cristian Ferreyra)", técnica mixta, 2012.]


    –¡Criiiiistiáaann!...
    La voz de la madre se alargaba con el viento seco, como si la corriente de aire le formara una quena invisible a esa voz, para que corriera a través del campo, buscándolo.
    –¡Criiiiist!...
    La voz se cortaba dentro de la mente del Cristian. Ya va, pensaba, ya va, estoy pensando.
    Hace días que piensa en que el monte se va despoblando de animales, de árboles, y eso que siempre fueron escasos por la sequedad, a pesar de la cercanía a la selva, pero fue hace mucho, en tiempos de los abuelos. Al final, al monte van a despojarlo de gente también, de voces como la de su madre, que lo llama. Y ¿adónde podrá irse la gente? ¿A las orillas de la ciudad, como sapos a la vera del río? ¿A dormir entre los viejos durmientes de quebracho de los ferrocarriles, quebrachos sacados de la selva que antes lindaba con el monte quemado?
    El viento sopla cada vez más seco debido a la tala de vegetación cercana que lo humedecía. Y el calor tiene manos de tenaza, porque no hay humedad que lo ablande. En la escuela le enseñaron que no se deben talar demasiados árboles, ya por la ecología, ya por la cultura. El maestro les contaba a los changos historias lindas, pero que sucedían allá en la Europa central, de donde habían venido sus propios abuelos; entonces, los cuentos nombraban árboles que aquí no existen (como las hayas, los abedules, los saúcos) y les dijo que los había escrito un señor llamado Hans Christian Andersen. Christian, como él, el Cristian.
    Uno de los cuentos hablaba de un hada que vivía en un saúco y se comunicaba con los niños para decirles que, en realidad, ella era el Espíritu del Recuerdo.
    –Y claro, al final, de nuestros árboles sólo va a quedar el recuerdo. Pero ¿dónde van a guardarse los recuerdos? ¿En los jarros pintados, igual que en ese cuento? Porque quebrachos frondosos ya no hay más. Y la soja no tiene recuerdos, sólo futuro, futuro económico. Y ¿qué me importa que la soja tenga futuro, si yo no voy a tenerlo? Si les entregamos las tierras, también van a sacar los minerales, que no se pueden volver a sembrar. Así que la tierra va a quedar sepultada bajo el aceite impermeabilizante de la soja y las minas, que sólo pueden parir una vez sus minerales, van a ser como vientres de hembra vacíos.
    –¡Criiiiistiaaaann!...
    Ya voy, mama, ya voy, pensó. Y se echó a andar mirando alucinaciones de desiertos en lugar de monte. Y siguió caminando rumbo de su hogar, guiado por el grito largo de su madre en medio del viento seco, sin percibir que su madre en realidad estaba a su lado, abrazándolo, tratando de parar con su propio pecho los borbotones de sangre que fluían del pecho del Cristian por las heridas de bala.
    Los dueños del futuro, de la tierra, de los minerales, lo habían baleado al Cristian Ferreyra por negarse a entregar su futuro, su tierra, sus minerales. Y ahora entendía por qué ese viejo señor que contaba cuentos, el otro Christian, escondía los recuerdos de la tierra en las teteras, en los barriles, y los revelaba únicamente a los niños y a los enamorados: lo hacía para que los ricos no pudieran encontrarlos. No fuese que los balearan, también.


                                                                             Diciembre, 2011


[Cristián Ferreyra fue asesinado el 16 de noviembre de 2011, en la comunidad de San Antonio, Santiago del Estero.]












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