[por Alberto a. Arias]
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“LITERATURA Y REVOLUCIÓN”, de LEÓN TROTSKY, Edición y traducción a cargo de Alejandro Ariel González, publicada por la organización Razón y Revolución en Buenos Aires, ediciones RyR, 2015, 882 págs.)
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“El ser de la revolución
es transitorio.”
(León Trotsky, en Literatura y revolución)
Hay libros que uno espera durante años sin tener certeza de si los verá impresos alguna
vez. Así, se convierten con el tiempo en objetos que, dicho sin exageración,
portan una poderosa carga libidinal. Cuando por fin aparecen puede suceder,
como pasa con la atracción entre dos seres, que nos hagan temblar de emoción.
Por razones que en un texto posterior
expondré, no voy a esquivar el uso de la primera persona del singular en este
escrito. Van a cumplirse ya seis años de la aparición de este voluminoso libro
del que hoy me ocupo. Por esas “cosas de la vida”, todo este tiempo no le pude
dedicar atención a este logro editorial, del que ya había tenido alguna noticia
y me interesaba mucho. Solamente cuando me vi obligado a buscar un artículo que
debía de figurar en él (“El suicidio de Maiakovski”) me encontré de pronto, sin
esperarlo, y para gran sorpresa y alegría, con el ejemplar de casi 900 páginas
editado por Razón y Revolución.
Desde entonces, este libro ha pasado en mi
biblioteca a formar un tríptico especial con dos cumbres de la traducción
realizadas por notables poetas: los ‘Sonetos’ de Shakespeare por Agustín García
Calvo y la ‘Comedia’ dantesca a cargo de Ángel Crespo. Y, por su calidad de
libro “esperado” (especialmente por la necesidad de que “ponga las cosas en su
lugar”) se me ocurre compararlo con lo que han significado para mí,
oportunamente, los “Apuntes biográficos de César Vallejo” escritos por
Georgette de Vallejo.
Conocía la existencia de ediciones de Literatura y revolución sin mayor rigor,
que pululaban por bibliotecas y librerías, y contaba con la edición de El
Yunque (Buenos Aires, 1974) que ahora he podido cotejar con la edición completa.
Sin exageración alguna, se puede afirmar que
gracias a esta nueva edición se conocerá en castellano ¡por vez primera! esta magnífica obra. La reunión en un solo libro
de un centenar de artículos, notas y ensayos (algunos muy extensos) de León
Trotsky que conciernen al arte, la literatura, la cultura y la revolución
socialista, constituyen un verdadero acontecimiento.
Sin embargo, no hay que dejar de mencionar
el carácter tardío, política e
históricamente hablando, que ha tenido esta edición completa en castellano.
Merecería un capítulo aparte, si no un ensayo entero, intentar explicar por qué
y cómo tuvo que pasar ¡casi un siglo! para que contáramos
con este privilegio.
No estoy en condiciones de juzgar la calidad específica de la traducción de
Alejandro A. González. Para eso sería imprescindible no solo conocer el idioma
ruso y el arte de la traducción, sino también cotejar los materiales originales
que dan origen a este inmenso trabajo. Obviamente, es una tarea imposible para mí.
Pero hay muchos elementos que me permiten considerar, mucho antes de leerlo
completo, que estamos ante una edición extraordinaria en aspectos
fundamentales.
La “triple” completitud
Esta
edición se merece el primer gran elogio debido a su completitud en un “triple”
aspecto: a) se trata de la versión completa de la edición original, b) ha
sido traducida del original en ruso, y c) ha sido enriquecida con una gran demasía: numerosos textos que cubren un crucial
periodo de cuatro décadas (1900-1939) de la vida intelectual y revolucionaria
de León Trotsky y que ninguna otra edición ha incluido.
¿Cómo resaltar aun más la importancia de
este suceso? Quizá diciendo que ni los hablantes de los idiomas francés, inglés
y portugués –por solo mencionar algunos de “occidente”– tienen el privilegio del
que estamos disfrutando. Hasta donde se conoce, Literatura y revolución se ha
publicado completo –además de en su idioma original– solamente en castellano, italiano y alemán.
Dejo la palabra al propio traductor,
Alejandro A. González, quien ha resumido mejor que nadie la importancia de la
presente edición:
«Sin
embargo, en este mosaico de ediciones [en castellano] es posible establecer algunos hechos. Primero, el que ya nos hemos
anticipado a anunciar, y es que todas
las ediciones castellanas han ignorado la segunda parte del original ruso de
1923. Segundo, que esa primera parte que sí fue publicada difiere
notablemente entre las distintas ediciones en cuanto al contenido y a la
estructura del texto. Tercero, que los escritos de Trotsky sobre arte, cultura,
ciencia y literatura incluidos en los apéndices [de esas ediciones] no responden a ningún criterio de
ordenamiento, sea este cronológico o temático: artículos de distintas épocas y
lugares aparecen allí poco menos que ‘amontonados’, uno al lado del otro, lo
que de alguna manera dificulta el seguimiento de ciertas ideas, reflexiones y
preocupaciones del autor a lo largo de los años; como la selección de artículos
tampoco es exhaustiva, muchas líneas del pensamiento del autor quedan truncadas
en esas ediciones. Cuarto, que en lengua castellana no hay traducciones completas de Literatura y revolución hechas a
partir del original ruso.”
A lo que hay que agregar –como lo indica el
traductor mismo en una nota al pie– que de esta obra solo se ha “encontrado una traducción fiel de la
primera edición de Literatura y revolución en una edición alemana que data de
¡Impresionante, si tenemos en cuenta que ha
pasado casi un siglo desde su primera edición en la Unión Soviética!
Tal es la importancia que caracteriza este
suceso a la vez literario, cultural, político y, en definitiva (por los contenidos tratados) histórico-revolucionario.
El notable trabajo del
traductor
Por todos lados se hacen evidentes en esta
edición las señales de un arduo trabajo profesional-intelectual, que
trasciende la traducción en sí misma, aunque incluyéndola. Su ‘Nota preliminar’
deja claro testimonio de ello.
Alejandro A. González desmenuza
concienzudamente la genealogía de la edición en castellano de esta obra. Muestra
cómo se ha guiado por criterios cuyo norte ha estado en lograr la autenticidad
y coherencia necesarias para que los escritos del revolucionario lleguen al
lector del mejor modo y de la forma más completa, poniendo orden (incluso
cronológico, lo cual para un material como este es asunto clave) y enriqueciendo
el derrotero con información y numerosas notas, muchas de ellas imprescindibles.
Del cotejo parcial que he realizado
de la obra (Advertencia: Me he limitado al cotejo –del
prólogo y de la Parte I completa del libro original– con la edición de El Yunque que
tengo a mano), surge que la edición de El Yunque (en adelante Ed-EY),
de 1974, presenta numerosos cortes, saltos, faltantes y errores muy importantes
en los textos que publica. Daré algunos ejemplos:
–En la Ed-EY, el “Prólogo a la primera
edición” aparece sin las dos últimas y densas páginas de la edición original,
en la que LT se refiere a los textos de la segunda parte de su recopilación. En
las mismas le dedica largos párrafos a la cuestión de –ni más ni menos– la
censura en la revolución.
–Tampoco aparece en la Ed-EY el breve (y
fundamental) ‘Prólogo a la segunda edición’, en el que Trotsky afirma: “En cuanto a la posición de principios
expresada en este libro respecto a la creación artística, no veo ningún
fundamento para introducir en lo ya escrito modificación alguna”. (En mi
próximo artículo veremos la importancia de esta sencilla afirmación.)
–En el capítulo I, “La literatura ajena a Octubre”, falta un total de 6 muy densas
páginas dedicadas al deplorable “filósofo” Rózanov y al escritor Bieli (uno de
los llamados “decadentes”, a quien le dedica un contundente análisis de 5
páginas). Este faltante de la Ed-EY nos ha privado, por ejemplo, de conocer
esta temprana e importante afirmación de Trotsky: “La escuela psicoanalítica austríaca (Freud, Jung, Albert Adler, etc.)
hizo un aporte infinitamente mayor en relación al problema del papel del
aspecto sexual en la formación del carácter de la persona y de la conciencia
social”. [Allí ‘Albert’ es errata por ‘Alfred’.]
–En el capitulo II, “Los compañeros de ruta literarios de la revolución”, del total de
33 páginas densas que abarca, en la Ed-EY faltan… ¡24 páginas!, es decir, casi
3/4 partes del capítulo. Este faltante nos había privado hasta ahora del
análisis de Trotsky sobre Nikolái Kliúiev, Los Hermanos de Serapión, Boris
Pilniak, el grupo ‘Cambio de Rumbo’, Marietta Shaguinian, una reflexión sobre
el neoclasicismo y, sobre todo, una breve (¡y hasta hoy casi desconocida!) primera
nota de Trotsky sobre Serguei Esenin (que no es la muy difundida nota posterior
sobre el suicidio del poeta). Para más señas, digamos que de las excelentes (y hasta ahora prácticamente desconocidas)
¡ocho páginas! dedicadas a Boris Pilniak hemos extraído la frase que elegimos
como epígrafe del presente escrito: “El
ser de la revolución es transitorio”.
–En el capítulo IV, “El futurismo”, brilla por su ausencia (en la Ed-EY) ni más ni
menos que una “Carta del camarada Gramsci
sobre el futurismo italiano”, que comienza: “He aquí las respuestas a las
preguntas que usted me planteó sobre el movimiento futurista italiano…”.
–En el capítulo IX, “La política del Partido Comunista Ruso hacia la literatura”,
difundido en otras ediciones y lugares como “El Partido y los artistas”, la
Ed-EY hace desaparecer dos páginas del diálogo –previo a su discurso– entre
Trotsky, Vardin y Raskólnikov que enriquece y ayuda a situar su intervención en
el marco de esta “reunión sobre
literatura”, en verdad un importante plenario de debate dedicado a la
política del partido frente a la literatura, el arte y la cultura. Del mismo
participaron miembros y “trabajadores
destacados de nuestro partido”, además de “representantes de todas las organizaciones, grupos y corrientes más o
menos importantes de la literatura actual”. Trotsky fue uno de una veintena
de oradores, muchos de ellos importantes dirigentes del partido (Lunacharski,
Radek, Bujarin, etc.). (Dicho sea de paso, lo sostenido por él en este plenario es muy
importante para lo que discutiré en mi próximo artículo acerca de las
posiciones de Trotsky sobre el arte, la literatura y la cultura.)
A estos cortes y faltantes podemos agregar muchas
cuestiones de traducción y la existencia, en la Ed-EY, de algunas aberraciones “tipográficas”, sin duda involuntarias. Para dar un solo ejemplo: en el ya
citado capítulo “La literatura ajena a
Octubre”, a unos cuatro “versos”
(horribles) de un español reaccionario que desde París alienta a los generales
contrarrevolucionarios, la Ed-EY los convierte en seis “versos” al adosarle dos frases con las que Trotsky cierra el
parágrafo.
Aquí no quiero dejar de mencionar que la
Ed-EY nos dejaba con las ganas de conocer la dedicatoria original del magnífico
libro. Esta reza: “Dedico este libro a
Cristian Guéorguievich Rakovski, luchador, hombre, amigo”.
Con la muestra de este cotejo parcial con la edición de que dispongo he pretendido darles a los lectores un
mero “pantallazo”. (Me informan ahora que hay una edición de Ruedo Ibérico con
numerosos textos de diversas épocas, pero esta tampoco incluye la segunda parte
de la edición original compilada por Trotsky.) Para que se tome real dimensión
de lo que esta edición completa significa, solo diré que faltaría cotejar con diversas fuentes y ediciones un
bloque de… ¡500 densas páginas de los textos de Trotsky! No sé qué podría
depararnos este tedioso ejercicio, si acaso alguien tuviera fuerzas y tiempo
para hacerlo.
Me limité hasta ahora a la recensión
crítica del aspecto técnico y literario-histórico de esta edición. Aunque muy
importante, sin duda no es lo decisivo. Lo decisivo es la cuestión político-social,
artística, cultural y revolucionaria socialista que incluye, abarca y atraviesa
esta obra –y de ahí sus posibles análisis críticos y debates.
Esta edición incluye un estudio preliminar que ocupa las
primeras 190 páginas. Sus autores, Rosana López Rodríguez y Eduardo Sartelli,
le han puesto por título “Un largo y
sinuoso surco rojo. Trotsky, la literatura y la revolución”. Debo aclarar,
con respecto a este estudio preliminar, que hasta ahora apenas lo he “hojeado”,
yendo de aquí para allá, de ida y de vuelta, buscando y marcando frases que
pudieran orientarme acerca de la discusión planteada por los autores y sus
posiciones principales. Leer detenidamente este ensayo de 190 páginas y rebosante
de información variada, análisis y caracterizaciones (estas a menudo muy
polémicas), para luego hacer una crítica, me llevará un buen tiempo.
Del estudio preliminar se puede mencionar
que el propósito declarado por los autores es: combatir las lecturas “sagradas”,
“religiosas”, de la obra de Trotsky y su “caricaturización”; combatir las “caricaturas”
(según afirman, “anarquista-conservadora” la una y “liberal-trotskista” la
otra) fabricadas –señalan– por la mayoría de sus seguidores; afirmar que
“durante la primera etapa de la revolución la política de Trotsky es claramente
utilitarista” y que “en los años ’30”… “parece…” “abrazar una fórmula
claramente liberal…” “con un alto grado de oportunismo”; demostrar que “es
falso que Trotsky promoviera ‘Toda la libertad para el arte’ ” y demostrar que
su redacción del ‘Manifiesto por un arte revolucionario independiente’ es un
hecho oportunista; demostrar que Trotsky no tenía una política para el arte y
la cultura; sostener que, por su determinada concepción cultural, no supo
comprender que el problema de la cultura en la revolución es el problema de la
conciencia; que, por lo tanto, carente de esa base, su oposición a las
concepciones favorables a la literatura, el arte y la cultura proletarios (que
estarían representados en la Unión soviética sobre todo por el Proletkult), el
“realismo socialista” y las políticas burocráticas en este campo, estuvo
determinada por su “falta de concepción estratégica más general de la política
y, en especial, de la política partidaria”; que todo esto implica que, para
Trotsky y los trotskistas, “no hay ninguna lucha política que dar entre los
intelectuales, que los obreros no tienen incorporada la ideología burguesa y
que no hay que luchar en su cabeza contra ella”; que “las contradicciones de
Trotsky [en este terreno] resultan en paradojas inoperantes” y que “la más
importante [de las paradojas] es la que pretende que la negación de toda
política (esto es, finalmente, la consigna ‘toda libertad al arte’) es una
estrategia política”.
Es cierto que en las páginas mencionadas no
le escatiman algún elogio a León Trotsky y a su ‘Literatura y revolución’:
“Indudable capacidad intelectual” y “formidable texto”. Y, al final del ensayo,
dicen: “Indudablemente, lo más importante de ‘Literatura y revolución’ es la
reivindicación de una concepción artística [¿es una errata? ¿habrá que leer
aquí ‘política’ en vez de ‘artística’?] del arte como ‘educación sentimental’ a
través del ‘conocimiento de la vida’. Hay aquí una base filosófica para una
política artística y cultural de grandes perspectivas.”
Como se ve, mucho por discutir, además
de los múltiples “hilos” polémicos que se vislumbran recorriendo incluso
someramente el largo estudio crítico.
Pero todo indica que el hilo cordial de la discusión no es un
problema de ‘caricaturas’ y ‘caricaturizadores’ sino la discusión sobre la libertad posible en el campo del arte
y la cultura e, inseparablemente (porque no podría ser de otra manera) en la
revolución socialista misma.
En verdad, no considero que los autores se
estén autolimitando por su declarada intención de combatir una “caricatura”
equis o un determinado modo “religioso” de leer a Trotsky (y a otros
“clasicos”). Su intención (que reivindican como “científica”) va mucho más
allá, y Trotsky es la buena excusa, es decir: una excusa de alta calidad.
Se me ocurre que con esta edición revolucionaria (que está muy
bien hecha y en la que Razón y Revolución ha puesto tanta energía, esfuerzo y
dinero) sucede algo así como lo que pasaría si alguien, para combatir la
posición “catastrofista” en el marxismo, hubiese recurrido a realizar la edición
completa y minuciosa de los Grundrisse
(‘Manuscritos’) de Marx y de otros textos aledaños de Lenin, Luxemburg y
Trotsky. En tal caso, los “catastrofistas” no podrían estar más que
completamente emocionados, entusiasmados y agradecidos con los adversarios
“anticatastrofistas”.
Lo que Rosana López Rodríguez y Eduardo Sartelli
(así como la organización Razón y Revolución) ponen en cuestión es el rol, la
función y la potencia de la libertad en la lucha por el socialismo y en el
socialismo mismo. Eso es lo que, en definitiva, me propongo discutir en un
próximo artículo.
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