[por Norberto Malaj]
No es que los comicios norteamericanos, por sí mismos viciados y perversos, expresen la “voluntad popular”. Más aun que otras “democracias”, históricamente los comicios de los EE.UU. traducen esa voluntad de modo muy relativo e incluso más deformado.
Antes aun que Trump la adulterara y degradara hasta el infinito, la “democracia” yanqui, vía el régimen de Colegio electoral —un sistema casi desechado en el mundo entero por antidemocrático—, un sistema de reparto de los electores por estado completamente arbitrario, o el derecho de cada legislatura a adulterar a piaccere los resultados, transformaron los comicios yanquis en un torneo de obstáculos, donde el capital por diferentes vías —incluida la Corte Suprema, el más conservador de todos los poderes— impone su voluntad. Se birló así, en forma alevosa, la victoria a Al Gore en 2000 y a Hillary Clinton en 2016, cuando sacó casi 3 millones más de votos que Trump.
A todo esto Trump ha sumado ahora, por un
lado, un llamado a adulterar y violentar el voto por correo (este año por la
pandemia puede ser aluvional) en una serie de estados; por el otro, viene
organizando hace rato a través de grupos supremacistas un asalto a los lugares
de votación el propio 3 de noviembre. El hombre (y lo que representa) son
conscientes de que no sólo las encuestas le son adversas. La única vía para
torcer la voluntad popular es por la fuerza. En esto, la superioridad de Trump
sobre Biden y el partido demócrata es pasmosa.
Con Trump viene ocurriendo lo mismo que con
la economía capitalista, en particular la yanqui. “El 19 de febrero” —como
recuerda el último outlook del J. P.
Morgan, que acaba de salir del horno— el S&P 500 alcanzó su nivel máximo de
todos los tiempos y parecía que la economía mundial estaba a punto de
acelerarse”.
Desde entonces el desplome de la economía
yanqui ha sido imparable. “A medida que el mercado ha ido repuntando —dice el
J. P. Morgan—, las noticias económicas no han mejorado notablemente. Durante la
actual crisis, la actividad económica mundial se ha desplomado hasta niveles
muy por debajo de los vistos durante la crisis financiera Mundial (2008/9). En
Estados Unidos, se han perdido más del doble de puestos de trabajo que durante
la crisis financiera mundial. La demanda mundial de petróleo se encuentra en su
nivel más bajo desde 1995. La mitad de las pequeñas empresas de los Estados
Unidos están preocupadas por su supervivencia. Se prevé que los beneficios de
las empresas de gran capitalización estadounidenses experimenten un retroceso
que rondará el 25% (e incluso mayor enel resto del mundo desarrollado)”.
Exactamente para febrero pasado la
reelección de Trump era indiscutible. La precandidatura de Biden no levantaba
vuelo y el establishment demócrata
discutía su reemplazo dado el ascenso imparable de su contrincante
´socialista´, Sanders. Sleepy Biden,
sin quererlo ni hacer demasiado, con la ayuda sí de Sanders y Alexandra
Ocasio-Cortez, no sólo resucitó sino que ahora pareciera ser número puesto,
según estarían registrando varias fuentes de los “mercados”, tal como lo
expresan los cables de agencias como Reuters. Según esta, justo tras el anuncio
de contagio de covid de Trump, “la compañía de apuestas en línea Betfair
suspendió las apuestas sobre el resultado de las elecciones. Betfair le daba a
Biden una probabilidad de victoria del 60% después del debate” presidencial (La Nación, 3/10).
Este “nuevo factor de nerviosismo para unos
mercados ya alterados” (ídem) hace temer un nuevo ´martes 13´ en los próximos
días: esto es, un nuevo derrumbe bursátil como el de marzo pasado, el desplome
una vez más del petróleo y de otras materias primas y la entrada de la economía
mundial en un estado comatoso. Por lo pronto la demanda de oro y su precio se
han ido por las nubes, el capital dejaría de operar como tal y busca “refugio”.
Cualquier semejanza con el catastrofismo que pintaba Lenin en su famoso
“Imperialismo” y otros escritos, 103 años atrás…
La “democracia” norteamericana es tan
perversa que, cuando se escriben estas líneas, a casi 48 horas de la
confirmación del contagio de covid del último de los ´tres mohicanos´ del
desprecio del virus, el único que hasta ahora parecía inmune, su morador de “la
Casa Blanca —dice un especialista en derecho constitucional de EE.UU— (ésta) no
está obligada a divulgar información sobre la salud del presidente” (ídem). La
eventual enfermedad de Trump, una convalecencia duradera y/o su muerte antes o
después de los comicios, plantea escenarios todos apocalípticos: ni cuando la
muerte (asesinato) de Kennedy, ni cuando la renuncia de Nixon, se planteó una
crisis de esta magnitud. Ni hablar si el Congreso yanki debiera declarar a
Trump no apto para el ejercicio del cargo.
Aunque parezca mentira quienes se presentan
más aterrorizados ante estos escenarios son quienes debieran tener más
claridad, en particular en el campo del movimiento obrero y la izquierda: “United front or bust” (Frente único o
bancarrota), escribió en The Indypendent,
Ethan Young, de Left Labor Project de Nueva York y de los Demócratas
Socialistas de EE.UU., que se referencian en Jacobin. “Nos enfrentamos a la clara posibilidad de una elección
presidencial en la que el voto popular será irrelevante, como lo fue en 2016.
Ni siquiera podemos estar seguros de que el Colegio Electoral será relevante,
si Trump hace un hash del proceso de votación y los otros poderes fácticos
juegan a la zarigüeya, como lo han hecho en otras ocasiones”. ¿Entonces? Hay
que apoyar al Partido Demócrata nos dicen estos socialistas, a un Biden que
está a la derecha incluso de Hillary Clinton.
La peor bancarrota sería apoyar a Biden. La
clase obrera norteamericana y mundial se enfrenta a una encrucijada histórica.
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