Egresados de la
Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara se forman en
la Plaza de la
Revolución de Santa Clara (UCMVC, CC BY-NC 2.0)
Cuba enfrentó la pandemia en forma
ejemplar, destacó no solo en América Latina y a nivel mundial. No precisamente
porque sus médicos fueron contratados y sirvieron en países de los cinco
continentes. Sobre todo porque logró contener los contagios en la isla, a pesar
de las enormes penurias que arrastra. Cuba no registró un solo trabajador de la
salud afectado. Una conducta que revela a su manera que todavía existen
conquistas de la revolución que se mantienen vigentes, no obstante los enormes
retrocesos vividos.
La semana última se anunciaron en Cuba
medidas de una enorme importancia que fueron muy escasamente comentadas en el
subcontinente. La burocracia cubana anunció la virtual dolarización de la
economía y medidas que prevén la quiebra del monopolio del comercio exterior,
una reestructuración en gran escala de la economía hacia su descentralización y
la autonomía de las empresas del estado y la libre entrada y salida de
capitales a la isla.
Los medios académicos, la prensa que se
reclama crítica y hasta gente que se dice de izquierda en Cuba han mostrado
conformidad. Antes habían alentado estos cambios y ahora los saludaron.
Sintomáticamente han coincidido con el exilio cubano, patrocinado tanto por demócratas
como por republicanos yanquis. Todos sostienen que la única salida al derrumbe
de la economía que la pandemia puso al rojo vivo es “abrirse al mercado”. Aquel
exilio estigmatizado hasta poco tiempo atrás habría pasado de ser una “quinta
columna” a actuar ahora como un aliado imprescindible del régimen.
El exilio de Florida dominado por sectores
anticastristas y rabiosamente anticomunistas hasta mediados de los 90
ciertamente fue transformándose. Sus “remesas”
alcanzaron, según cifras oficiales, 3,8 millones de dólares en 2019, la más
alta históricamente a pesar del bloqueo y las trabas de Trump. Según el editor
de La Trinchera, otro blog de izquierda de la isla, esas remesas
llegarían hasta los 6 mil millones de dólares (Miguel Alejandro Hayes, 21/7).
En proporción a la población de la isla ni los giros de mexicanos o
guatemaltecos desde EE.UU. equivalen a lo que reciben los cubanos.
Hasta hace poco esas “remesas
representaban, junto al turismo y los servicios (misiones de médicos al exterior),
una de las tres fuentes principales de la economía cubana. En estos momentos la
primera” (Ely Justiniani Pérez, La Joven Cuba, 21/7). El turismo
desapareció desde mediados de marzo y no hay visos de que se recupere a la
brevedad. Con la pandemia en su peor momento en la Florida, donde está la flor
y nata del exilio y de donde sale el grueso de esos fondos, la merma ha sido
drástica. El gobierno cubano se venía agarrando de esas remesas como una tabla
de salvación: pero esa tabla resultó ser peor que el plomo. Esas remesas
alimentaron lenta pero consistentemente una fabulosa acumulación privada de
capital, que la misma burocracia alentó. Esto permitió, según diversas fuentes,
que ese exilio sirviera de plataforma de ´gusanos´ que carcomieron el endeble edificio
de la economía cerrada y centralizada de la isla. Hay un refrán en Cuba que lo
dice sin tapujos “lo que importa es tener FE: Familia en el Exterior” (id.
ant.). El mercado informal generado por la “libertad de viajar” y traer
productos de todo tipo del extranjero minó, desde los acuerdos Obama-Raúl
Castro, toda la estructura del país. Ahora esto llega al paroxismo.
Sin siquiera tributar el impuesto del 10%
que antes regía, “las tiendas que hasta ayer estaban vacías por falta de
materias primas, y el cerco impuesto a los barcos, hoy se llenan por arte de
magia como pocas veces hemos visto, pero dejando claro que solo los que tengan
dólares podrán disfrutarlas” (idem). Los burócratas que siempre fueron
acusados de ´lerdos y perezosos´ ahora se han transformado en los agentes de
una dolarización muy particular: “la redolarización de una parte importante de
la circulación mercantil, no (es) cash, sino mediante el uso de tarjetas
de crédito bancaria; una dolarización plasticada. Su objetivo inmediato es
entendible. Los ingresos en MLC (moneda de libre convertibilidad) han
disminuido seriamente y no hay visos de que regresen a la normalidad en un
plazo breve” (Mario Valdés Navia, LJC, 22/7). Como Cuba tiene un sistema
bancario arcaico, la burocracia permitiría de este modo que la isla mañana se
transforme en una segunda Puerto Rico del Caribe. Los poseedores de esas
tarjetas las tienen porque son extensiones de tarjetas emitidas en EE.UU. o
porque tienen doble residencia, en EE.UU. y en Cuba.
Como “los gastos por el enfrentamiento a la
pandemia, pagos de la deuda externa y compra de insumos fundamentales no pueden
esperar a que la economía prospere, y la fuente de financiamiento más expedita
está dentro del país. De ahí que los dólares celosamente atesorados por
ahorristas desconfiados en botijas, supuestas cajas de herramientas, colchones
y muebles de doble fondo, hayan sido convocados a manifestarse con urgencia,
como los seres en una sesión espiritista. Por las colas existentes en los
primeros días en las tiendas –por cierto, muy bien surtidas en un santiamén−
para ese mercado de gama alta y media, puede valorarse de efectiva la
decisión tomada. Mientras, los que no tienen tarjetas internacionales, ni
cuentas en u$s en bancos cubanos, se apresuran a abrirlas o guardan reservas en
CUC y CUP –los que pueden− para comprar en el mercado negro las nuevas
ofertas provenientes de esas tiendas” (idem, itálicas del original).
Cuba podría volver a una situación colonial
o semi-colonial como vivió hasta 1959. “Lo del u$s en el mercado cubano es algo
cíclico en nuestra historia y su último arribo, en los años 90, nunca concluyó
realmente, solo se metamorfoseó tras un antifaz nacionalista: el CUC” (idem).
O sea, que la situación actual se viene alimentando de un proceso
restauracionista que avanzó regularmente durante casi 30 años.
La “apuesta a la emigración y sus vínculos
y a un sector de la población con acceso a MLC más amplio” es un salto al
abismo. La ilusión que una destacada economista cubana, Anamary Maqueira
Linares (oncubanews, 20/7) abre de que “las divisas captadas por
las ventas en las tiendas en MLC se destinen a mantener una oferta ‘decente’ en
las tiendas en moneda nacional lograría parte del objetivo redistributivo”, no
soporta la más mínima prueba.
La revolución del Che y Fidel abrió
extraordinarias ilusiones, especialmente en relación a un problema histórico de
Cuba: la cuestión de la tierra y su producción azucarera casi única, nave
insignia con la cual Cuba era conocida en el mundo. Hasta fines de los años 60
Cuba era el principal exportador mundial. Hasta 1959 los cañaverales y los
ingenios estuvieron en manos de monopolios yanquis. Tras la revolución y el
boicot yanqui fueron expropiados. 60 años después, sin embargo, la industria azucarera
cubana es una ruina, su producción es marginal a escala mundial y apenas si
contribuye al comercio exterior de la isla. La burocracia con sus métodos ha
llevado el campo a su mayor atraso y parasitismo en la historia de Cuba.
Junto a Venezuela no debe haber país en
América Latina que sea menos autosuficiente en materia alimentaria (el 70/80%
de los alimentos se importan). Con una importante población rural aún la “agricultura
no aporta ni el cinco por ciento al producto interno bruto”. Quien lo dice se
pregunta: “¿Será que esta es la Revolución de los USmildes, por los USmildes
y para los USmildes?” (J. Fernández Era, La Trinchera, 20/7). La
revolución cubana es clarísimo que fue otra cosa, pero su devenir destaca la
necesidad imperiosa de luchar por la independencia política de los
trabajadores, la dirección obrera y socialista de la revolución y, sobre todo,
por un partido y una estrategia de poder obrero.
(22 julio 2020)
Tristeza me produce este devenir de Cuba al mundo dolarizado del capital. Lo que produce la burocratización de las revoluciones...
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