[Dreyfus en la Isla del Diablo, Guayana Francesa, 1898.]
Pocas
historias de persecuciones e injusticias alcanzaron tanta repercusión y dieron
pie a expresiones de repudio democrático y popular como el caso Dreyfus. Partió
a Francia en dos durante diez años. En un juicio amañado por “traición a la
patria” y “espionaje a favor de Alemania”, el capitán de origen judío Dreyfus es condenado a cadena perpetua en una isla remota
en el Atlántico sur. Años después el clamor popular lo arranca de
prisión, se levantan los cargos, es liberado y “amnistiado”. Sus verdugos, sin
embargo, nunca serán enjuiciados (el propio Dreyfus llega finalmente a un
compromiso para no proseguir ese objetivo).
Junto al
juicio igual de fraudulento a Sacco y Vanzetti (y varios anarquistas más) en
los EE.UU. –que culminó en la horca de todos– y del que se cumplirá su
centenario próximamente, ambos casos están en la cúspide de la memoria
colectiva contra las arbitrariedades. Ambos no sólo fueron motivo de enormes indagaciones
históricas que probaron la confabulación de las clases dominantes;
trascendierona todo tipo de expresiones artísticas y culturales. Justamente se
estrenó poco tiempo atrás Un oficial y un espía, del veterano Roman Polanski
que vuelve sobre el caso Dreyfus.
La
confabulación contra Dreyfus partió de los altos mandos del ejército francés.
La institución en masa se sumó a esa maniobra.
Entre los ´dreifusard´, los partidarios de incinerar al supuesto ´topo´
proalemán –y encima judío– se destacó el famoso Clemenceau. Entre los partidarios del J´acusse
(Emile Zolá), o ´antidreifusard´, su defensa se hizo en nombre de que estaban
en juego los principios elementales de la democracia: si se acepta la
discriminación contra los judíos mañana pasará cualquier otro atropello (sobre
todo contra los trabajadores). Este principio del movimiento socialista
internacional fue una orientación que dictó en su último año de vida Federico
Engels. Torció de este modo una posición inicialmente abstencionista (no sería
´un asunto que importe a los trabajadores´). Desde entonces la lucha contra el
antisemitismo y toda otra forma de segregación racial/religiosa, etc., fue
principio rector del marxismo.
No tomar
partido hubiese sido criminal. El asunto
Dreyfus se convirtió en un emblema de la división de Francia entre un campo
republicano, secular, y otro realista, nacionalista y católico. En los años del
caso Dreyfus se protagoniza una lucha democrática fundamental contra la
influencia eclesiástica. Ni el radicalismo inicial de la revolución francesa
bajo Robespierre y Marat había acabado con ello. Es en el período post caso
Dreyfus que Francia arranca, primero, la laicité educativa y el derecho
al aborto, y en 1905, el año de la liberación de Dreyfus, la separación de la
iglesia del Estado (deja de sostenerla incluso) y Francia rompe con el papado. Esto
último se revierte tras la Primera Guerra Mundial (PGM) y siguió así con todos
los gobiernos –incluidos los de la gauche francaise. (Todos financiaron
la construcción y el mantenimiento detemplos y, recientemente, por el incendio
de Notre Dame –de donde Napoleón Bonaparte echó al papa– el trono romano en
manos del ´sudaca´Francisco reclamó su reparación).
El caso
Dreyfus constituyó –dijo Hannah Arendt– "un gran ensayo general para una actuación que se postergó durante
más de tres décadas": la Shoá. Sintomáticamente, el país que había
consagrado bajo el ciclo jacobino (1789) bajo´la grande révolution´, plenos
derechos de igualdad y civiles a los judíos volvía, a cercenarlos. ¡Qué prueba
de que el capitalismo pasaba de la era de la Ilustración al de su
agonía!
Antisemitismo y decadencia de la Francia
republicana
Suele
creerse que Alemania o Europa oriental fueron la cuna del antisemitismo
moderno. Falso. Tuvo su origen especialmente en Francia, e incluso con bastante
anterioridad al caso Dreyfus. La caída del imperio del II Napoleón –una pálida
sombra del I, su tío– ante Bismark (1870), dio lugar al régimen de la tercera
república. Ésta lejos de ser expresión de un reverdecer democrático en la época
que Francia entraba en la era del imperialismo resulta en lo contrario: la
tercera república nació herida y preñada de síntomas de decadencia: a) es el
fruto de la derrota francesa ante la ascendente Alemania unificada que obliga a
entregar Alsacia y Lorena; b) uno de sus primeros actos fue aplastar la Comuna
de París, “el primer episodio” –Marx dixit–
de la lucha de la clase obrera por su propio poder.
Sólo pudo
ocurrir un caso Dreyfus porque Francia incubó en esos 20/25 años todos los
síntomas del revanchismo y el resentimiento, que llevó a intentos de retorno
monárquico y al asesinato de un presidente. Lo mismo que vivirá Alemania, a una
escala mayor aún, tras la paz de Versalles tras la PGM. En la década de 1880, el general Boulanger, un
héroe militar que fue ministro de guerra popular, se convirtió en el objeto de
grupos anti republicanos y estuvo a punto de perpetrar un golpe militar (a
último momento se lo arrestó). Apodado "General Revanche" (en francés
una combinación de "venganza" y "satisfacción"),
personificó el sueño de derrotar a Alemania, reclamar las provincias perdidas y
la esperanza de restaurar la ´gloria imperial´. Es en este período que Francia
se transforma en el mayor editor europeo de libelos antisemitas.
Es entonces también que nace el mito de “La France
Juive”, que acuñan los colonos franceses en Argelia para desviar la atención de
la resistencia a la opresión imperialista allí. Desde 1830 cuando la ocupó,
Argelia fue durante todo el resto de ese siglo una especie de ´la grande
Dominique´, una nueva Haití –colonia privilegiada (cuya pérdida fue la
vergüenza y deshonra del imperio napoleónico
en su apogeo).
Los historiadores han demostrado que en ninguna
parte del mundo árabe existía antisemitismo.
Éste fue introducido desde afuera por los colonos en todos sus dominios,
en Argelia en particular. “En su libro de 2018, Ciudadanía y antisemitismo
en la Argelia colonial francesa, 1870-1962, la historiadora Sophie B.
Roberts describe con inquietante detalle la forma en que las figuras políticas,
especialmente a nivel local (en Argelia), construyeron carreras para cultivar
el odio de la gente hacia los judíos. El fenómeno fue tan significativo,
escribe, que ´es importante no mirar la crisis antisemita argelina a través de
la lente del asunto Dreyfus´. Más bien, uno debe examinar el asunto Dreyfus a
través de la lente del antisemitismo argelino y entenderlo como una oportunidad
para éste y también para el metropolitano´” (David B. Green, Haaretz,
25/1/20). “En 1898, Argelia recibió seis escaños en la Cámara de Diputados de
Francia: cuatro de esos escaños fueron ganados por antisemitas confesos,
especialmente el periodista Edouard Drumont, quien probablemente fue la figura
antisemita más influyente en la historia de Francia”, el autor de La France
Juive (idem).
Como se ve, la historia es todo lo contrario a una
sucesión lineal. En el mismo período en que aún se consagraban principios
democráticos en Francia, la derecha y la reacción lo ´compensan´ con una fobia
antisemita sin parangón.
Los "casos Dreyfus" del presente
¿Asunto del
pasado? En 2009, Louis Begley, el famoso escritor polaco-norteamericano de origen judío escribió Por
qué es importante el asunto Dreyfus: le preocupaban los abusos de las
tropas estadounidenses con los prisioneros musulmanes en Abu Ghraib, Irak y, en
general, un post-9/11 de erosión de los derechos civiles –Patriot Act–
“contra el terrorismo”. El miedo y la xenofobia de los Estados Unidos de
principios del siglo XXI le recordaron la atmósfera de la sociedad francesa en
la década de 1890. “Hoy –dice David B. Green–, la indignación de Begley por el
racismo y la erosión del debido proceso puede parecer un poco graciosa, sin que
sea culpa suya” (id. ant.).
El articulista se refiere a lo sucedido en el
presente en el propio estado sionista, contra los “casos Dreyfus” palestinos. Elor Azaria, el médico de las Fuerzas de Defensa de Israel que en 2016, a la vista de sus
compañeros soldados, disparó y mató a un palestino con un puñal. El
palestino ya había sido controlado y arrestado. Para gran parte del público
israelí Azaria fue un héroe que, con su enjuiciamiento por el ejército, se convirtió en una víctima:
había matado a alguien que merecía morir, tanto en virtud de haber atacado nuestras
fuerzas como porque él pertenecía al enemigo” (id. ant.).
A 125 años del caso Dreyfus nos levantamos contra
los “casos Dreyfus” del presente, en todas partes y, en particular, en
Palestina ocupada por los sionistas.
(9 julio 2020)
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