4 de julio: En el aniversario 244 de su independencia
EE.UU. ha sido para los
defensores del capitalismo el ´modelo´ indiscutido. La única democracia que
jamás fue transgredida, aunque con certeza es una de las más conservadoras,
clasista y racial. Desde la protesta de los mártires de Chicago EE.UU. fue
sacudido por grandes huelgas, crisis mayúsculas como la del ´30, pero desde la
Guerra de Secesión no ha conocido una situación revolucionaria en su historia,
esto hace ya más de 150 años. Se trata de una excepcionalidad que sólo debe
compartir con Suiza, el paraíso fiscal por excelencia. Un contraste evidente,
por un lado, con los sacudones, crisis y guerras que conocieron otras naciones
imperialistas y la absoluta totalidad del mundo colonial y semi-colonial, y por
el otro, especialmente con situaciones revolucionarias que conoció el resto del
planeta en esta época imperialista desde 1914 por lo menos.
Pues bien.
Parece que esto va camino a cambiar definitivamente. Así lo indican por lo
menos declaraciones de estos días de un ex director de la CIA y del propio
Trump. Leon Panetta, “quien sirvió en varias administraciones bajo nueve presidentes de
EE.UU.”, dijo que “Trump se ha vuelto loco” (The Guardian, 2/7). Panetta
reaccionó así, como muchas figuras del propio establishment republicano, ante
el negacionismo de Trump de cara a la catástrofe de la pandemia de Covid-19 en
los propios EE.UU. “Las infecciones superaron las 50.000 el miércoles por primera vez, un máximo histórico, y están aumentando
significativamente en 40 estados, de los cuales más de una docena se han visto
obligados a frenar los planes de reapertura. Las camas de hospital y la capacidad de pruebas están bajo tensión”, dice The Guardian. O sea, que EE.UU. ya se
parece a Ecuador, Chile o Brasil. Según Panneta “Tenemos un presidente que no
está dispuesto a ponerse de pie y hacer lo que sea necesario para liderar a
este país en tiempos de crisis importantes. Nunca he tenido un presidente que
haya evitado esa responsabilidad" (idem).
La segunda declaración es del propio Trump. En
vísperas de la independencia de EE.UU., Trump celebró un acto público frente a
las monumentales estatuas a los próceres de EE.UU. del Monte Rushmore, en Dakota del Sur. Para su realización Trump
despreció, por un lado, que “en el condado de Pennington que rodea el Monte
Rushmore los contagios se han más que duplicado en el último mes”; por el otro,
hizo lanzar fuegos artificiales, “los primeros desde 2009 contrariando
preocupaciones ambientales y temores de incendios forestales” en la zona; por
último, “difícilmente (los asesores de Trump) podrían haber elegido un momento
y lugar más incendiarios”: esos terrenos de Dakota del Sur son reclamados por
nativos americanos quienes se movilizaron para repudiar a Trump. Dichas tierras
“fueron tomadas del pueblo lakota en contra de los acuerdos de un tratado y
objetando que Trump celebrara la independencia estadounidense en su terreno
sagrado” (The Guardian, 4/7).
Con este escenario detrás, Trump
lanzó el más furioso ataque contra la ola de movilizaciones que vivió
recientemente EE.UU. y declaró que EE.UU. está “bajo asedio de un nuevo
fascismo de extrema izquierda”. Dijo Trump: “En nuestras escuelas, nuestras
salas de redacción, incluso en las juntas corporativas, hay un nuevo fascismo
de extrema izquierda que exige lealtad absoluta. Si no habla su idioma, realiza
sus rituales, recita sus mantras y sigue sus mandamientos, entonces será
censurado, desterrado, incluido en la lista negra, perseguido y
castigado". “Haciendo un gesto a la abrumadora multitud blanca –informa TheGuardian–,
Trump agregó: ´No nos va a pasar´. ´No se equivoquen, esta revolución cultural
de izquierda está diseñada para derrocar a la revolución estadounidense´.
“El presidente –dice The Guardian–
no ha mostrado signos de abrazar el estado de ánimo público, sino que se ha
aferrado a una respuesta de ´ley y orden´, prometiendo sanciones severas para
cualquiera que destruya las estatuas, resistiéndose a los cambios en las bases
militares nombradas por generales confederados y retuiteando (aunque luego
eliminó) un video en el que un hombre gritó ´¡Poder blanco!´” (idem). Trump se ha opuesto tenazmente ya no
sólo a las cuarentenas, sino al uso mismo de barbijos. Según diversas fuentes
hasta la cadena Fox le ha soltado la mano.
El pro-fascista se equivoca. El que
va por una contra-revolución cultural, social y política es él transgrediendo
los mejores principios de la revolución de independencia de EE.UU.
En el aniversario 244 de su
independencia EE.UU. efectivamente está en vísperas de acontecimientos
fundamentales que pondrán en juego si se impone la barbarie de los
´libertarios´ a lo Trump y al lobby de los supremacistas blancos y del “Club del
rifle” o se abre finalmente la hora de la izquierda y la
revolución socialista en EE.UU.
(6 julio
2020)
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