Desde las claraboyas de terrazas tricolores; oro, mar y sangre.
El gobierno, los jefes del gobierno y la corte de áulicos, gritan en
coro a las multitudes heridas, arrumadas en los corredores, postradas abajo.
Mientras ven estallar los intestinos podridos de la apestosa república:
“Construir entre todos”…“¡Todos a la
peste! ... ¡Erga omnes! … ¡Obedecer con calma, para sufrir en orden!”.
Voz vinagre de intereses soterrados, filos de codicia que danzan por
debajo de la mesa aliñada, servida de miedos y falsas esperanzas, para una
sumisión patriotera y estúpida..
Como si fueran iguales, las claraboyas arriba y los corredores abajo.
Como si no fuera verdad que se aprovechan del momento peligroso y
confuso, para sembrar, el terror, secuestrar los viejos derechos sociales
arrancados con dolor y acabar de feriar el país de los cocales.
Como si no fuera cierto que, a pesar de estar en el mismo mar agitado,
viajamos en lados opuestos de la tormenta. Y en distintos barcos.
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