domingo, 15 de noviembre de 2020

Biden asumirá en medio de 400 mil muertes por Covid y contradicciones explosivas

 [por Norberto Malaj]


[Joe Biden, noviembre de 2020]


    El ‘portazo’ de CFK ante Macri, en diciembre de 2015, podría quedar ya en la historia como un gesto ‘civilizado’ frente a la negativa de Trump a reconocer la derrota y sus bravuconadas ante Biden. Aunque el ‘cowboy’ fascista seguramente no se jubilará, The Elders —un “grupo de ex líderes mundiales” entre los que revisten varios premios Nobel y decenas de figuras prominentes a escala mundial, entre ellos ex presidentes, incluido el yanki Jimmy Carter— lo han llamado a la reflexión. Dicen que Trump “pone en riesgo el funcionamiento de la democracia estadounidense” (Reuters, 12/11). El trumpismo trasciende al personaje: la democracia yanqui ha entrado hace tiempo en terapia intensiva y difícilmente el partido demócrata y Biden puedan sacar al ‘paciente’ de ese estado; más bien están obligados a lidiar con él —o, más bien, deberán convivir con las tendencias que se han desatado con furia bajo el último período presidencial.

    Más grave es que Trump dejará la Casa Blanca haciendo del peor presagio ‘catastrofista’ sobre la “gripe pasajera” que aquél pronosticó en abril, un mal chiste de humor negro: “el modelo de pronóstico de la Universidad de Washington predice que si las tendencias actuales siguen siendo las mismas, los estadounidenses pueden esperar 400.000 muertes totales por COVID para el 1º de febrero de 2021” (Associated Press, 12/11).

     “Texas, el segundo estado más poblado, ha registrado 1,02 millones de casos y más de 19.000 muertes desde principios de marzo, según datos compilados por la Universidad Johns Hopkins. California, el estado más poblado, ha registrado más de 995.000 casos. EE.UU. ha registrado ya más de 240.000 muertes y más de 10,3 millones de infecciones confirmadas, con nuevos casos que se han disparado a máximos históricos de más de 120.000 por día durante la semana pasada” (ídem). Las muertes por día están aumentando en 49 estados, y están en su máximo en 39. Hace un mes, EE. UU. tenía alrededor de 730 muertes por COVID-19 por día en promedio; ahora se han superado las 970 (ídem).

    La presidencia de Biden nace debilitada no sólo por la catástrofe humanitaria. A pesar de su responsabilidad en esta tragedia, Trump y el trumpismo han demostrado gran vitalidad y amenazan con quedarse con el Senado, para lo cual están previstas elecciones para el 5 de enero en el estado de Georgia. En este cuadro, la primera cruzada de Biden ha sido contra la izquierda del partido, a la que ha azuzado con la virtual designación del ex alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, para formar parte del gabinete de la nueva administración, una figura indigerible de la derecha partidaria. Rahm Emanuel fue jefe de gabinete del ex presidente Barack Obama y como alcalde de Chicago defendió a la policía que asesinó a Laquan McDonald, un adolescente negro, en 2014.

    Esto llevó a Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), la diputada de New York y cabeza de un bloque minoritario de representantes, a subir el tono de sus críticas a Biden, por el que batalló en la campaña electoral sin par. Biden y el establishment del partido acusan a esa izquierda de ser la responsable de la ausencia de un batacazo en las urnas: el electorado —según esa tesis— habría sido ‘asustado’ por la demagogia de Biden y, en particular, de los candidatos de esa ‘izquierda’. Un completo sinsentido sin sustento: al revés, el partido demócrata fue incapaz de concitar cualquier movilización popular en defensa de la rebelión antirracial, del combate contra la miseria y la desocupación, etc. Allí donde los candidatos demócratas incidieron en defensa de Medicare “para todos” (el sistema de salud público), lo que sólo hizo el ala izquierda del partido —Biden se manifestó partidario de preservar la mayoría de los ataques que propició Trump— los candidatos demócratas salieron victoriosos: “todos los demócratas de distritos indecisos que aceptaron la ayuda de AOC con su operación electoral ganaron, mientras que casi todos los que se negaron perdieron” (Hadas Thier, Jacobin, 12/11).

    En Michigan, la gobernadora demócrata amenazada por una acción criminal no recibió siquiera la solidaridad de la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, para iniciar una investigación contra Trump y sus bandas armadas que asolan ese estado y amenazaron con hacer lo mismo en otros.

    El partido demócrata fue completamente impotente para hacer frente a la demagogia nacionalista y ‘pro-minera/industria del fracking’ en estados de EE.UU. que dependen de esas industrias jaqueadas por la crisis capitalista. Trump se jactó allí de que los demócratas dejarían millones de desempleados sin dar respuesta alguna (o peor, capitulando ante los reclamos de los capitalistas del sector). En Oklahoma, Texas y Louisiana —estados donde están las principales cuencas petroleras de EE.UU— Trump se impuso por una abrumadora mayoría, contra todos los pronósticos.

    El carácter explosivo de la situación norteamericana ha llevado a varios analistas a hablar de un eventual gobierno de coalición “Biden-McConnell” (ídem). Este último es un prominente senador republicano, pro Trump, líder de la Cámara alta. La situación internacional no es menos explosiva. El monarca de Arabia Saudita, una de las naciones más importantes de Medio Oriente, como su socio Netanyahu en Israel —dos piezas claves del tablero mesoriental— están en un tembladeral, probablemente los primeros ‘trumpistas’ en seguir el camino del yanki. Éste, mientras tanto, no cesa ni un instante en sus provocaciones contra Irán, cuando el imperialismo europeo reclama a los yanquis volver al acuerdo con el régimen de los ayatolas sellado por la administración Obama.

    EE.UU. ha entrado de lleno en una era de convulsiones que acercan definitivamente la hora de situaciones pre-revolucionarias al corazón de la primera potencia imperialista. El propio Obama lo resumió mejor que nadie al decir de Biden: “Cuando ingrese a la Casa Blanca en enero, enfrentará una serie de desafíos extraordinarios que ningún presidente entrante ha enfrentado jamás: una pandemia furiosa, una economía y un sistema de justicia desiguales, una democracia en riesgo y un clima en peligro”.

 

(13 nov 2020)


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