[por Alberto a. Arias y Cecilia Heredia]
Más allá
de lo sólido
Toda su
vida había estado sujeto a una solidez que lo orgullecía y humanaba.
El
contacto de sus pies con la tierra, de sus manos con todo lo tocable en torno,
de su pelo con el cuerpo fresco del viento, de sus ojos con el golpe de luz de
los objetos —
Todo
alrededor lo hacía sentirse siempre corpóreo a pleno, impregnado así de vida
como de naturaleza.
Pero un
día conoció que sus recuerdos estaban alejándose, a medida que empezaba a
sentirlos muy verídicos y demasiado verdaderos. Todos sus recuerdos iban perdiendo
contacto con esa realidad suprema que su gran cuerpo sólido era capaz de
albergar.
Sus
recuerdos lo olvidaban poco a poco y sin cesar.
Así,
comenzaron a tener una vida propia, tan ajena como intensa.
Cayó entonces
pesadamente en lo real. Y su existencia se tornó gris.
Su cuerpo
le pesaba cada vez más, cada vez más, cada vez más.
Esa
pesantez le hizo reconocer de golpe, en el instante final, cuán ligera es una
vida.
(2020)
Materia
Vio una
piedra y afirmó:
–Incluso
esta piedra puede ser horadada.
La colocó
bajo una gota que se imitaba a sí misma cada tres segundos, y la tuvo así
durante setenta veces siete días. Pero la piedra no fue horadada.
La llevó
al sol y la hundió en su centro. Pero la piedra no fue horadada, ni derretida,
ni quebrada.
Entonces
se sentó sobre una roca, con la piedra en su mano.
Quedó en
silencio, meditando con los ojos detenidos.
Cuando
pasaron tres segundos como una eternidad, la roca, la piedra y él… habían
desaparecido sin dejar rastros.
(2020)
No sabía qué sucedería al encender esa lucecita en medio de la naturaleza. Cuando lo hizo, la pradera que lo rodeaba se incendió con el súbito contacto del dedo solar.
La piel de la oscuridad se convertía sin cesar en un brillo intenso extendiéndose por la gran esfera terrestre, hasta cubrirlo todo en la frontera misma del agua, la tierra y el cielo.
(2020)
[Tributo al sol]
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El abismo
El árbol
se deslizaba como una cabellera convertida en la serpiente de ese mundo de
barro encendido. Burbujas de agua parlante musicaban en el entorno de esa
catedral de lianas y flores gigantes, lechos cálidos para los cenzontles y
quetzales en plena danza de intercambios y arrullos.
Cuando la
tierra se abrió en dos bajo el peso de tremenda melopea, todo se hundió en la
magna luz oscura de ese foso
— Todo no: una pareja alada tomó impulso hacia el ojo del cielo, que
miraba incrédulo el abismo allí abajo.
(2020)
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Una dimensión incomún
Quería
aprender a mirar en silencio el crecimiento de la vegetación a su alrededor.
Los pequeños seres de la tierra profunda le enseñarían el camino hacia esa
dimensión extraordinaria, en la que se vive y se muere instante tras instante,
como si la cualidad de fénix –y de ónix–
se impusiera sin esfuerzo alguno, inercia de masa lavática ganando
terreno y aguas para nuevas ciudadelas naturales.
Años,
incontables, tardó en aguzar los sentidos hasta alcanzar la dimensión
extraordinaria, donde se convirtió en buzo de eterno irivenir por las miríadas
de sucesos inapresables.
Cuando
volvió a la vida de los humanos soñolientos y agobiados, notó que se había
quedado sin alfabeto, sin sonidos, sin sensaciones comunes.
Ahora
todo su cuerpo pleno era una ondulación de luz, sonido inaudible y presencia
espectral. Lo sólido no podía ya percibirlo, y hacía décadas que lo etéreo lo
había olvidado en su dimensión incomún.
(2020)
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Impredecible, indeterminado
No podía
predecir el vuelo de la mariposa que salía de sus ojos. Seguía con una atención
distanciada las cabriolas que esa calavera colorida dibujaba en el espeso
sólido aéreo, en la hoja de ruta de lo indeterminado.
Un punto
ciego cegó la presencia de la mariposa, y se abrió el cielo en un rasgado
silencioso que dejó entrever dos ojos de nieve con iris tan jaspeados por el
sol que solo en algún sueño paradisíaco podrían verse ver así –pasajeros del
infierno.
Sonrieron
entonces los párpados, cuatro veces encadenados en el reguero de ondas de ida y
de vuelta, haciendo el amor.
Y estalló
la tierra bajo sus pies, y un gran silencio tibio y eterno lo arropó por un instante.
Ni luz ni
oscuridad, ni sombra ni color.
Apenas la
brisa de sus alas que iban y venían.
(2020)
["Alégrese quien respira a la rosada luz del día"]
Hermosos
ResponderEliminarUn fuerte fuerte abrazo!
EliminarQue hermosos los cuadros La ultima de mariposas una belleza.
ResponderEliminarHermosos los textos tambien.
ResponderEliminarGracias por comentar.
EliminarPoemas y pinturas una obra entera. Bellísimo gracias.
ResponderEliminarFuertes y bellos los poemas.
ResponderEliminarBellísimas las pinturas.
Gracias por compartirlos.
GRACIAS porr esta Bellísima Conjunción! Montse Bertran
ResponderEliminarEscritos profundos acompañados por pinturas sublimes
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