domingo, 29 de noviembre de 2020

Más allá de lo sólido [poemas y pinturas]

 [por Alberto a. Arias y Cecilia Heredia]



[Solo luz]


Más allá de lo sólido

 

 

Toda su vida había estado sujeto a una solidez que lo orgullecía y humanaba.

 

El contacto de sus pies con la tierra, de sus manos con todo lo tocable en torno, de su pelo con el cuerpo fresco del viento, de sus ojos con el golpe de luz de los objetos —

Todo alrededor lo hacía sentirse siempre corpóreo a pleno, impregnado así de vida como de naturaleza.

 

Pero un día conoció que sus recuerdos estaban alejándose, a medida que empezaba a sentirlos muy verídicos y demasiado verdaderos. Todos sus recuerdos iban perdiendo contacto con esa realidad suprema que su gran cuerpo sólido era capaz de albergar.

Sus recuerdos lo olvidaban poco a poco y sin cesar.

 

Así, comenzaron a tener una vida propia, tan ajena como intensa.

 

Cayó entonces pesadamente en lo real. Y su existencia se tornó gris.

 

Su cuerpo le pesaba cada vez más, cada vez más, cada vez más.

 

Esa pesantez le hizo reconocer de golpe, en el instante final, cuán ligera es una vida.

 

 

                                                                                                                (2020)

 

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Materia

 

 

Vio una piedra y afirmó:  

–Incluso esta piedra puede ser horadada.

 

La colocó bajo una gota que se imitaba a sí misma cada tres segundos, y la tuvo así durante setenta veces siete días. Pero la piedra no fue horadada.

La llevó al sol y la hundió en su centro. Pero la piedra no fue horadada, ni derretida, ni quebrada.

 

Entonces se sentó sobre una roca, con la piedra en su mano.

Quedó en silencio, meditando con los ojos detenidos.

Cuando pasaron tres segundos como una eternidad, la roca, la piedra y él… habían desaparecido sin dejar rastros.

 

 

                                                                                                                (2020)

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 La piel de la oscuridad

 

 

No sabía qué sucedería al encender esa lucecita en medio de la naturaleza. Cuando lo hizo, la pradera que lo rodeaba se incendió con el súbito contacto del dedo solar.

La piel de la oscuridad se convertía sin cesar en un brillo intenso extendiéndose por la gran esfera terrestre, hasta cubrirlo todo en la frontera misma del agua, la tierra y el cielo.

 

 

                                                                                                                (2020)

 



[Tributo al sol]


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El abismo

 

 

El árbol se deslizaba como una cabellera convertida en la serpiente de ese mundo de barro encendido. Burbujas de agua parlante musicaban en el entorno de esa catedral de lianas y flores gigantes, lechos cálidos para los cenzontles y quetzales en plena danza de intercambios y arrullos.

 

Cuando la tierra se abrió en dos bajo el peso de tremenda melopea, todo se hundió en la magna luz oscura de ese foso

                                                — Todo no: una pareja alada tomó impulso hacia el ojo del cielo, que miraba incrédulo el abismo allí abajo.

 

 

                                                                                                                (2020)


  [El beso del pájaro enamorado]


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Una dimensión incomún

 

 

Quería aprender a mirar en silencio el crecimiento de la vegetación a su alrededor. Los pequeños seres de la tierra profunda le enseñarían el camino hacia esa dimensión extraordinaria, en la que se vive y se muere instante tras instante, como si la cualidad de fénix –y de ónix–  se impusiera sin esfuerzo alguno, inercia de masa lavática ganando terreno y aguas para nuevas ciudadelas naturales.

 

Años, incontables, tardó en aguzar los sentidos hasta alcanzar la dimensión extraordinaria, donde se convirtió en buzo de eterno irivenir por las miríadas de sucesos inapresables.

 

Cuando volvió a la vida de los humanos soñolientos y agobiados, notó que se había quedado sin alfabeto, sin sonidos, sin sensaciones comunes.

Ahora todo su cuerpo pleno era una ondulación de luz, sonido inaudible y presencia espectral. Lo sólido no podía ya percibirlo, y hacía décadas que lo etéreo lo había olvidado en su dimensión incomún.

 

 

                                                                                                                (2020)

 

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Impredecible, indeterminado

 

 

No podía predecir el vuelo de la mariposa que salía de sus ojos. Seguía con una atención distanciada las cabriolas que esa calavera colorida dibujaba en el espeso sólido aéreo, en la hoja de ruta de lo indeterminado.

 

Un punto ciego cegó la presencia de la mariposa, y se abrió el cielo en un rasgado silencioso que dejó entrever dos ojos de nieve con iris tan jaspeados por el sol que solo en algún sueño paradisíaco podrían verse ver así –pasajeros del infierno.

 

Sonrieron entonces los párpados, cuatro veces encadenados en el reguero de ondas de ida y de vuelta, haciendo el amor.

 

Y estalló la tierra bajo sus pies, y un gran silencio tibio y eterno lo arropó por un instante.

 

Ni luz ni oscuridad, ni sombra ni color.

Apenas la brisa de sus alas que iban y venían.

 

 

                                                                                                                (2020)


["Alégrese quien respira a la rosada luz del día"]

 

 

 


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