[por Norberto Malaj]
[Afiche del MST, Argentina, 2020]
“Desde el
Chaco comenzamos los primeros pasos para la concreción de inversiones del país
asiático, en un modelo de desarrollo integrado con productores provinciales
como socios locales estratégicos”, declaró el gobernador Jorge Capitanich, al
suscribir con la empresa Feng TianFood un convenio de cooperación que daría
lugar en Chaco de tres complejos productivos porcinos integrados con destino a
exportación de carne porcina a China. Según explica Matías Longoni en www.bichosdecampo (2/11/20) “los socios locales son realmente
´estratégicos´”. “La voz cantante” de Feng Tian Food “la lleva el ex decano de
la Facultad de Agronomía y ex secretario de Agricultura del kirchnerismo,
Lorenzo Basso, y el empresario e ingeniero industrial Daniel Alberto Gallardo,
que vive en aquel país y tiene múltiples contactos allí. Un tercer socio en los
papeles de la empresa llamó también la atención: es Gustavo Idígoras, ex
consultor agrícola y actualmente presidente de Ciara-Cec” (íd.). Ciara-Cec son
las cámaras de la industria aceitera y exportadora de cereales. Idígoras es uno
de los paladines del nuevo Consejo Agroindustrial Argentino que dividió a la
Mesa de Enlace. “El desarrollo del proyecto, pensado específicamente para el
Chaco, lo realizó Basso, que es titular de la Cátedra de Cerdos en la UBA desde
hace más de 20 años” (íd.).
La
cuestión porcina (o china, como se prefiera) ha introducido una novedad
importante en el escenario político nacional. Trasciende por lejos la mera
connotación de una “cuestión ecológica o ambiental”, ámbito al que lo restringe
particularmente la izquierda del FIT-U. Estos ‘izquierdistas’ han cerrado filas
con organizaciones de ese carácter, entre las cuales aparecen fuerzas
variopintas que van de un lado a otro de la ‘grieta’ desdibujándola y
configurando otra, en la que se mezclan veganistas, partidarios de la industria
vacuna y todo tipo de trincheras, con el único propósito de impedir la
“invasión china”. La cruzada “antiporcina” roza características xenofóbicas que
jamás alcanzó siquiera la presencia frigorífica inglesa (o yanki) cuando ésta
tenía el dominio absoluto de la economía nacional, en la era de la vieja oligarquía
asociada a aquella. Un socialista jamás emprendería una lucha contra las
inversiones extranjeras bajo esa divisa, cualquiera fuera el origen foráneo. De
más está decir que no guardamos ninguna simpatía con la burocracia
restauracionista vestida de ‘comunista’.
Detrás de la supuesta ‘colonización’ china
en la industria porcina se han alineado grandes capitales K de paladar negro
junto a otros de signo contrario. Lo indica la identificación con estos
proyectos del ‘paladín’ de los grandes negocios agropecuarios y (¿ex?)
‘destituyente’, Héctor Huergo, el director de Clarín Rural. O sea que se
trata de un proyecto en el que está metida la ‘crème’ del gran capital
agro-industrial que apuesta a la expansión de la frontera agropecuaria y a una
asociación con China apuntando a una cierta diversificación de las
tradicionales exportaciones de commodities agropecuarias. Tras
Capitanich, Santiago del Estero y otras diez provincias por lo menos, entre
ellas la más ‘macrista’ de todas (Córdoba), anunciaron avances en el mismo
sentido que Chaco. Shiaretti está en negociaciones directamente con el pulpo de
la industria porcina china más grande del mundo, con fábricas en EE.UU., México
y toda Europa.
¿Ecología versus fuentes de trabajo?
Según informa Longoni “la
decisión chaqueña de picar en punta se adelantó a la presentación del convenio
marco que negocian la Cancillería Argentina y las autoridades de China, y que
apunta a instalar en el país en los próximos cuatro años hasta 25 enormes
criaderos de cerdos, para exportar la carne producida exclusivamente hacia
dicho país. Los montos de esas inversiones son multimillonarios, pues suponen
que la Argentina duplique su actual dotación de madres y por lo tanto sus
volúmenes de producción de carne porcina. Por eso intervienen ambos gobiernos.
Se espera para noviembre el texto final del acuerdo. El Diario
Chaco informó que a Capitanich le gustó mucho el proyecto de Basso, que
planea emplazar tres de esas mega-granjas ‘en áreas estratégicas del territorio
provincial: uno al noreste, otro en el centro y el tercero en el sudoeste’
(íd.).
Las tres plantas que se instalarían en
Chaco implicarían “una inversión de 129 millones de dólares y la creación de
360 empleos por cada uno de los tres emprendimientos. Cada complejo demandará
al año 32.300 toneladas de soja y 87.400 de maíz para la alimentación de los
cerdos” (íd.), insumos que Chaco produce con creces y se destina en la
actualidad a la exportación en bruto.
Nos preguntamos: ¿cómo debe actuar el
movimiento obrero y la izquierda chaqueña? Según Maristella Svampa, Enrique
Viale & Cía. —véase “10 mitos y verdades de las megafactorías de cerdos que
buscan instalar en Argentina”. Este texto lo suscribe y difunde La Izquierda
Diario (30/10/20) y lo acompaña (y se ha sumado a esa campaña) de modo muy
activo “Tribuna Ambiental” del PO oficial. Según esta gente habría que oponerse
abiertamente a estos proyectos porque implican “enormes impactos sanitarios,
sociales y ambientales”, incluido “el potencial pandémico” no sólo de la Covid,
sino también “la otra pandemia, la peste porcina africana”. Se suscribe así la
peregrina tesis trumpeana de que China sería responsable de ambas pandemias.
Los “10 mitos” desmienten que estas inversiones revitalizarían las “economías
regionales” y parecen suscribir, a la inversa, la defensa de la pequeña
producción que caracteriza el atraso ancestral de estas economías. Los “10
mitos” combaten lo que llaman el “ilusionismo eldoradista (de ‘los grandes
capitales’), como lo es Vaca Muerta” que igual que el proyecto chino forman
“parte del régimen global corporativo de agro-negocios extractivos y
contaminantes”.
Dejando a un lado la acusación antichina de
carácter xenofóbica, no está en discusión que yanqui, europeo o chino, el gran
capital viene en búsqueda del beneficio. Los Capitanich, y de modo general el
nacionalismo K, se han transformado hace rato en agentes directos del capital
extranjero y venden el ‘buzón’ de que estas inversiones permitirán la
transformación productiva de esas economías.
La pequeña producción agraria y/o
industrial, de modo general, es tan o más contaminante que la “grande” —los
cordones agro-hortícolas bonaerenses son un ejemplo—; el trabajo infantil y
esclavo es mayor cuanto menor es la escala de la producción en todo el país. En
general el gran productor se adapta mejor a las exigencias de los mercados de
consumo porque tiene espaldas financieras superiores y está asociado a los
grandes proveedores de insumos. La pequeña producción agraria “ecológica” y/u “orgánica”
es una excepción y, por lo general, es llevada a cabo por grandes capitales
asociados a los mercados de consumo de alto poder adquisitivo.
El último caballito de batalla de la
campaña “antiporcina” tiene que ver con el alto consumo de agua que implica
esta producción y la supuesta deforestación que implicaría. Nos oponemos, por
principio, al abordaje “ecologista” abstracto de los problemas. La cuestión no
consiste en si se requiere mucha o poco agua, o si va a faltar para la
población chaqueña que ya carece de ésta. El problema es quién debe controlar
la producción, a quiénes debe beneficiar y a qué fines debe servir una
inversión. Luchamos por una transformación radical de la industria al servicio
de los trabajadores. El socialismo no se encolumna detrás de los consumidores,
en abstracto (lo cual por lo general esconde a la pequeñoburguesía acomodada),
sino de la clase obrera que debe encabezar la lucha por la emancipación
nacional y social. A Argentina no le falta agua, es el país con los mayores
acuíferos del mundo. El problema es quién los explota. La deforestación no debe
ser abordada desde un mero ángulo ecológico, es un problema infinitamente más
vasto. Tiene que ver con la explotación del capital. La estrechez del
ecologismo pequeñoburgués merece el más absoluto desprecio del socialismo
revolucionario.
La pregunta que cualquier trabajador
consciente debe hacerse es: ¿basta acaso con una campaña de afiches como la que
emprenden en la ‘opulenta’ Ciudad de Buenos Aires quienes suscriben los “10
mitos”, para enfrentar los agro-negocios extractivos y contaminantes? Cualquier
trabajador chaqueño desocupado, entre la campaña demagógica de los Capitanich,
la burocracia sindical y tutti quanti, por un lado, y el afiche con la cara de
los artistas que se han sumado a la campaña “antiporcina”, por el otro, no dudará
en conchabarse en las mega granjas y hasta, probablemente, le den la razón a
Capitanich.
¿Cómo
nos posicionamos?
Es indudable que para el movimiento obrero
y las masas chaqueñas o santiagueñas la inversión capitalista en esa industria
concitará interés, y seguramente expectativas favorables. ¿Qué hacemos? Es
evidente que se trata de formular un programa de reivindicaciones que garantice
desde el cumplimiento de normas de seguridad e higiene en la instalación de las
plantas, en la maquinaria y el equipo a ser utilizado, el control obrero de
todo el proceso productivo, la garantía de derechos laborales y sindicales, de
normas de bioseguridad para los trabajadores, etc.
Sería criminal aparecer de cara a los
trabajadores con una campaña contraria a cualquier proyecto industrial y/o de
apertura de fuentes de trabajo. Hacerlo implicaría prima facie dejar la
bandera del trabajo a merced de su pérfida explotación por las patronales —que
obviamente buscarán ‘otorgarlo’ bajo las peores condiciones. Colocarnos de
espaldas a la “apertura de fuentes de trabajo” en términos abstractos o bajo el
patrocinio de industrias de la competencia (como se supone que ocurre con el
lobby de quienes revisten tras la campaña de afiches “antiporcinos”) constituye
una campaña obstruccionista de características antiobreras, por más que se
vista de defensa de la ecología y el medio ambiente. La carne porcina es la
carne más consumida en el mundo, a excepción de Argentina y Uruguay (e incluso
en nuestros países va camino a ser desplazada por la carne aviar —pollo).
Luchamos por una humanidad que no degrade
de ninguna manera nuestras vidas, la lucha por el derecho al trabajo es su
primer requisito. Los planteos ecológicos formulados fuera de contexto, aunque
se vistan de ‘progres’, pueden tener un carácter distraccionista y
reaccionario.
(11/11/20)
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