[por Norberto Malaj]
[Frente al Ministerio de cultura, una manifestación de más de 300 artistas e intelectuales. Nov 2020.]
El 27 de noviembre pasado tuvo lugar en La
Habana, Cuba, una jornada singular. Por un lado, el gobierno cubano reprimió,
desalojó el lugar donde tenía lugar y dio fin a una huelga de hambre de
miembros del movimiento cultural San Isidro, que el castrismo identifica como
una organización financiada por los yanquis. Mucho más importante, el mismo día
se dio cita frente al Ministerio de cultura nacional, en la misma ciudad
capital de la isla, una manifestación de más de 300 artistas, escritores e
intelectuales. La zona fue rodeada y cercada por la policía del régimen y se
temió una feroz represión.
En cierta medida, esta última movilización
fue dictada por la anterior. Se hizo en solidaridad con ella pero la trascendió
por lejos: la movilización reclamó una entrevista con el ministro del área para
exigir un conjunto de reivindicaciones democráticas. El ministro impuso su
tesitura frente al ala dura del gobierno de Díaz Canel partidario de la “mano
dura”. El ministro recibió a una amplia delegación de más de 20 representantes
del sector y a último momento desactivó el operativo ‘disuasorio’.
Si bien, según diversas versiones, el
ministro no cumplió posteriormente con ninguna de las promesas, impidió con su
gesto una represión que se anunciaba a varias cuadras alrededor (el régimen
cortó la luz en el área y la rodeó con varios millares de efectivos). La
movilización frente al Ministerio contó con el apoyo de la ‘crème’ del mundo
artístico y cultural habanero, incluyendo al cantautor Silvio Rodríguez, a
cineastas como Fernando Pérez y Ernesto Daranas y a actores como Jorge
Pergorria, todos ellos partidarios críticos del castrismo e incluso de Julio
César Guache, un jurista e historiador muy respetado de Cuba. El argumento de
que se trató de una movilización de “mercenarios” bancados por la embajada
norteamericana no se sostiene de ninguna manera. Ni siquiera respecto a la
huelga de hambre del Movimiento San Isidro. ¿No es evidente que la creciente
militarización del país responde no al temor de la acción “mercenaria” sino al
terror pánico de la burocracia al descontento popular, a la emergencia de una
situación asfixiante en el país?
La movilización se producía sólo días
previos a los anuncios de la “unificación cambiaria” que tiene a Cuba al borde
de acontecimientos de enorme importancia histórica.
No casualmente el movimiento del 27-N
dividió aguas en Cuba y sus repercusiones no han hecho más que expandirse desde
entonces. El régimen ha acentuado la represión no sólo en los medios artísticos
y culturales sino sobre todo, sobre cualquier expresión de oposición a las
medidas antipopulares adoptadas que tiene todas las características de un
violento paquetazo contra los salarios y las jubilaciones.
En Cuba, donde la inmensa mayoría de las
expresiones que se reclaman de izquierda y progresistas son tributarias hace
tiempo de los planes de “privatización” y de “unificación monetaria”, lo
ocurrido el 27-N ha dividido aguas. Una de las principales voces en este
ámbito, La Tiza, se ha expresado solidariamente con el movimiento del 27-N y
denunciaron los intentos represivos. La indiferencia o una actitud menos
comprometida caracterizó a otros dos calificados medios digitales, La Joven Cuba y La Trinchera, que se reclaman independientes y críticos del
castrismo pero que parecieran haber cerrado filas con el régimen.
En medio de esta polémica ha destacado la
toma de posición de Néstor Kohan, el intelectual argentino que probablemente
encontró estos días en los medios oficialistas cubanos una difusión como nunca
antes conoció. Néstor Kohan, el hombre que se declara discípulo (sic) de un
stalinista argentino de pura y vieja cepa, Ernesto Giudici, que dice no ser
obsecuente aunque reconoce haber seguido a Chávez, a Evo, a las Madres y a
tuttiquanti —todos los cuales “lo defraudaron” (sic)— ahora ha salido a cerrar
filas con el régimen burocrático. “Me duele muy adentro —dice Néstor Kohan— ver
gente valiosa, lúcida, inteligente, erudita y comprometida, de extensa y
sincera trayectoria revolucionaria, enredada y mezclada con desertores
confesos, integrando una misma lista tan heterogénea donde los admiradores de
Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras terminan ensuciados figurando junto a personajes
despreciables que hace largos años ya no tienen nada que ver no sólo con la
revolución cubana en ninguna de sus muchas vertientes y diferentes corrientes
político-culturales sino tampoco con las otras luchas emancipatorias de Nuestra
América”.
No Néstor. La revolución cubana
ha sido bastardeada. No somos solidarios con el Movimiento San Isidro pero el
punto de vista elemental para la reconstrucción de una conciencia socialista y
revolucionaria en Cuba y toda América Latina pasa por defender: a) el derecho a
la libre expresión y de crítica (obviamente también al régimen castrista; en
especial el ejercicio de ese derecho de las organizaciones obreras y
socialistas); b) colocarse en defensa del gobierno cubano en nombre de la
cantinela que es la expresión de la “revolución cubana” no sólo es un
subterfugio: la revolución cubana hace rato que ha sido traficada en su
contrario. El régimen castrista no es encarnación de socialismo sino de una
política restauracionista ajena al marxismo y al socialismo.
Néstor Kohan tituló su reflexión de su
“madrugada de insomnio” del 18/12 “Lucidez y Socialismo”. Sin embargo, para
abrigar “esperanzas” —como reclama Néstor— se requiere despertar del insomnio
conservador de este stalinismo (¿trasnochado?) y no comerse más sapos. Basta de
dejarse engañar… y de servir a la impostura.
(28 dic 2020)
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