[por Norberto Malaj]
[ Kempiskis Hotels, Cuba. Foto de tomada de "La joven Cuba".]
La burocracia castrista ha iniciado 2021 ejecutando un paquetazo antipopular que ha desatado ya enormes y solapadas resistencias (según diversas fuentes estallaron huelgas en los puertos de La Habana y Santiago contra los nuevos salarios para los estibadores —ante lo cual la burocracia reculó—, el gobierno se vio obligado a ‘reajustar’ a la baja tarifas de electricidad y gas que se habían multiplicado varias veces, etc.). La desaparición del peso convertible cubano —el nacido tras el ‘período especial’ con el cual la burocracia pretendió regular una ‘restauración’ ordenada a imagen y semejanza de Vietnam o Camboya— debuta dándole la espalda a la primera medida oficial ahora adoptada: la paridad de 25 CUPs por dólar no la reconoce nadie. No se obtiene un dólar por menos de dos o tres veces ese valor en el único ‘mercado’ reconocido: el “negro”. El desabastecimiento de productos básicos es ya generalizado. El temor a un caos generalizado se acrecienta.
La burguesía gusana de Miami, la europea y
(buena parte de) la yanqui, que en los últimos diez años operó sobre la
burocracia castrista a favor de estas reformas, ha respondido a los anuncios en
forma contradictoria. En primer lugar, es temerosa de que la ‘desestabilización’
de la isla (la más importante del Caribe) desate un tembladeral sobre toda la
región, cuando Puerto Rico —la que le sigue— está sacudida desde hace dos años
en un torbellino de luchas sin precedentes.
En segundo lugar, la acumulación
capitalista que había beneficiado hasta ahora a la ‘vieja’ burguesía cubana
asociada de mil maneras al proceso restauracionista de la última década parece
advertir ahora que la ‘flor y nata’ de la burocracia se orienta sobre un nuevo
eje: una negociación en gran escala con el gran capital extranjero dirigido a
permitir el acceso de éste en el conglomerado de empresas estatales bajo
dominio de las Fuerzas Armadas, el corazón de los negocios de la burocracia
—desplazándola de toda participación. Es este el sentido también de la última
disposición de “la administración Trump (que) ha intentado elevar al máximo la
presión al poderoso conglomerado militar GAESA, que gestiona las joyas
económicas de Cuba, como el turismo, el comercio y el petróleo… sanciona(ndo)
al Banco Financiero Internacional de Cuba, controlado por militares” (cubanet, 1/1).
Alina Bárbara López Hernández, una analista
cubana, dice correctamente que la defensa de la propiedad estatal cubana debe
sortear, sobre todo, el “caballo de Troya de la burocracia” (La Joven Cuba, 1/1). La tarea número uno
de los explotados de la isla es defender sus condiciones de vida más
elementales y el destino de esos bienes: “intentar
enajenarle [a los trabajadores] esos
derechos a participar en la conducción de los asuntos económico-sociales
relativos a la gestión de un conjunto de medios de producción de los que se
considera co-propietario, a favor de una casta de burócratas que supuestamente
lo sabrían todo y pensarían por él, ha sido un precio que la historia del siglo
XX demostró que los pueblos no estaban dispuestos a pagar y que condujo a la
desaparición del socialismo real en Europa” (ídem).
(3 dic
2020)
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