Fue siempre muy forzado encontrarle
virtudes nacionales a los adalides del nacionalismo argentino, a Rosas, Roca y
Perón. En particular, atento al carácter ya no tanto de militares de todos
ellos sino especialmente a sus gestas sangrientas contra nuestros pueblos
originarios, por un lado; como de sostenes de regímenes represivos y semi-totalitarios.
Por supuesto, que los liberales que tienen a Rivadavia, Sarmiento y Mitre de
paladines no tienen mejor suerte. Ni qué decir sobre los ‘inmaculados’
Belgrano, San Martín o Hipólito Yrigoyen, los cuales reivindicados unánimemente
cada cual pinta a piaccere.
Un joven stalinista, llamado Fernando Nadra
(quien se destacó luego como dirigente del PC bajo la dictadura, fue adalid de
la “autocrítica” de ese partido, dirigente del Frente del Pueblo y finalmente
murió defendiendo a Carlos Menem) debutó en los años 50 con un panegírico en el
sesquicentenario de la muerte de San Martín reivindicándolo como un liberal
revolucionario y saludando su lucha contra el “anarquista” Artigas. Los
rosistas de todo pelaje siempre se jactaron de lo falso de esa adscripción de
San Martín al ‘liberalismo’. Nuestro promonárquico (igual que Manuel Belgrano)
“padre de la patria” le legó su icónico sable al “restaurador de las leyes”
demostrando que fue un hombre de “orden” en todo sentido.
Argentina jamás tuvo “padres fundadores” de
la talla de los norteamericanos y ni siquiera un Napoleón (no es éste el lugar
para tratar las tachas de estos, que obviamente tienen).
A la condición semicolonial de la Argentina
corresponden —salvo escasas excepciones como la del ya citado ‘oriental’,
Moreno o Castelli— próceres deslucidos y hasta mediocres. Digamos tan solo que
el ‘panquequismo’ de la politiquería argentina moderna viene desde tiempos
inmediatos post-coloniales —lo demuestra el giro copernicano de Monteagudo o
del mismísimo hermano de Mariano Moreno (Manuel), quien luego de revestir en
las filas de los revolucionarios de Mayo junto a los otros dos se pasó
tempranamente con armas y bagajes al rosismo después.
Concluyamos esta introducción diciendo que
no es difícil comprender por qué los primeros socialistas de nuestras pampas,
desde José Ingenieros, tuvieron más simpatías con Sarmiento y Rivadavia que con
Rosas —esto no justifica la adscripción del viejo PS y el PC a la versión
mitrista de nuestra historia. Digamos tan solo que es más fácil para un
socialista encontrar puntos de simpatía con liberales a lo Sarmiento o
Rivadavia que con cualquiera de los del otro bando —en materia de entreguismo
los primeros quizá sobresalen (de ninguna manera porque los otros se hayan opuesto
al desarrollo oligárquico y pro-inglés). Rosas se rodeó de “orilleros”, entre
otras cosas, para mejor golpear a las tribus de originarios que poblaban la
pampa húmeda. De este modo forjó como nadie a la clase terrateniente junto a su
primo Anchorena, el patriarca de los garcas de la Sociedad Rural de los
Martínez de Hoz & Cía. En materia de defensa de derechos, de liberalismo
republicano y anticlericalismo, los dos citados están en las antípodas de los
otros, aunque ninguno de ellos se acerque a la talla del mexicano Benito
Juárez.
¿A qué viene este introito? A un nuevo
‘descubrimiento’ que la llamada
‘izquierda’ peronista acaba de hacer en defensa de la tríada Rosas – Roca -
Perón.
Página/12 acaba de publicar un artículo
cuyo título es: “Encarnación Ezcurra, la Eva Perón del siglo XIX”. La esposa de
Rosas, oriunda de una de las familias de abolengo más importantes del ex
Virreinato, según Cristian Vitale —autor del texto— encarnaría “una especie de
feminismo visceral, instintivo, bastante exótico para una época en que el ideal
de mujer era ser ‘el ángel del hogar’ ”. Que Encarnación haya sido una acérrima
partidaria de la Mazorca, tan temible como su esposo, no le merece al
‘historiador’ ningún comentario.
Curioso feminismo el de Encarnación, quien
permitió que su marido mantuviera otra mujer en su propia casa, una ‘bastarda’
con la que tuvo otros cinco hijos, los cuales Rosas jamás reconoció. ¿Qué dirán
de esto las militantes feministas K?
Entre Encarnación Ezcurra, partidaria de la
primera organización para-militar de la historia nacional, y Juana Azurduy —la comandate guerrillera de las
republiquetas del Alto Perú— hay un abismo. Una luchó por la independencia
nacional y la libertad de todo el ex virreinato, fue traicionada por el Directorio
y abandonada por todos los gobiernos ‘patrios’ de la Argentina y Bolivia que la
dejaron morir en la más absoluta miseria a los 80 años (1860). ¿Se puede
amalgamar a Juana con Encarnación? ¿No es como juntar agua con aceite?
“Hete aquí un punto central: pocas
diferencias hay entre Encarnación y Eva Perón, más allá de la cuestión
contrafáctica y las obvias diferencias de origen social. Una y otra enfrentaron
a sus hombres, tanto como los amaron al punto de dar la vida por ello” —dice Cristian
Vitale. Se debe coincidir por lo menos en una cuestión: Encarnación y Evita no
fueron de ninguna manera lo que hoy llamaríamos feministas: Evita se opuso toda
la vida al derecho al aborto y ni remotamente insinuó luchar por derechos
igualitarios para el hombre y la mujer o por el derecho al divorcio (la derecha
peronista y clerical se sirvió ahora de la figura de
Evita para atacar a los “verdes” del FdT).
Sin embargo, hay un contraste mayúsculo
entre los ataques de Evita a la oligarquía —los cuales ciertamente nunca
trascendieron un carácter demagógico— con la acción en sentido absolutamente
contrario de Encarnación. Que Perón se haya aprovechado —¡y cómo!— de la figura
de Evita no habilita en absoluto a sostener que (sic) “Evita (como Encarnación)
enfrentaron a sus hombres”. Al contrario, Perón la doblegó siempre y la
expresión más contundente de ello fue la imposición que (por mandato militar)
llevó al “renunciamiento” de Evita a la vicepresidencia el 31 de agosto de
1951.
“¿Acaso no fue ese cáncer de útero que mató
a Eva el resultado de su incansable lucha por la patria liberada y por Perón?;
¿acaso la parálisis que apagó a Encarnación no tuvo entre sus causas los golpes
traidores y extranjerizantes que atacaron a Rosas apenas asumió su segundo mandato
o de su afiebrada lucha por defender los intereses de la Confederación
Argentina que, en ese contexto en que unitarios y liberales se aliaban a
franceses, brasileños e ingleses para dominar el Río de la Plata, eran los del
pueblo argentino?” —sigue la ‘farolera’ de Vitale. La historia es una
disciplina científica que, efectivamente, se hace y rehace una y otra vez a la
luz de nuevas investigaciones y la historia presente. Lo de Cristian Vitale,
sin embargo, es un dislate que salvando las distancias pareciera apuntar a
justificar la defensa a pie juntillas del ex vicepresidente K, Amado Boudou, por Página/12, a
quien la izquierda peronista esgrime como un ‘perseguido’ por haber sido
supuestamente un adalid de la lucha contra la privatización de las
jubilaciones. Un completo disparate desde el momento en que Boudou, como Massa,
Néstor y CFK fueron partidarios acérrimos de esa medida del menemato (del que
todos formaron parte). Cuando metieron mano en las AFJP lo fue por necesidad,
no por virtud.
¿Por qué el ‘afiebrado luchador’ Rosas
encontró refugio y hogar en Inglaterra si fue un combatiente anti-inglés?
Bonaparte, que efectivamente combatió a Inglaterra, no tuvo esa suerte: al
contrario, Inglaterra lo envió preso a la isla de Santa Elena donde murió seis
años después. Rosas vivió veinticinco años de exilio en forma placentera en
Southampton.
Las gestas ‘antiimperialistas’ de nuestras
clases dominantes, desde Rosas en adelante, sirvieron a apuntalar no un
desarrollo autónomo y la pujanza del país, sino una acumulación capitalista
parasitaria —subordinada al capital imperialista que estranguló, vía el
desarrollo oligárquico, todo desenvolvimiento de un mercado interno y la
industrialización del país. Rosas fue quien más hizo por el estrangulamiento
del Paraguay independiente. El ‘antiimperialista’ Rosas cerró filas con Mitre y
Sarmiento en la guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay de Solano López.
“¿Por qué traerla al presente (a Encarnación)”
—se pregunta Página/12? ‘Hete aquí’ al charlatán Vitale: Encarnación habría
sido una “caudilla” (sic) que “le cuidaba las espaldas a su marido,
advirtiéndolo de los traidores del partido; de los que estaban con él ‘solo por
interés’; de los ‘cajetillas’ y ‘ricachones’ que ‘no valían un Perú’ porque
eran unos ‘cagados’ ”. A Encarnación le habría pasado… lo que a Cristina: “lo
que decían de ella en turbias maniobras mediáticas parecidas a las que
sufrirían luego Eva y Cristina, los pasquines de la época. ‘Borracha’ y
‘licenciosa’ era lo menos”.
A los cuestionamientos a CFK no se los
puede equiparar con las campañas oligárquicas contra Eva por sus filosos
ataques. El relevo de Néstor por Cristina en 2007 recibió el elogio unánime de
la clase capitalista. Sólo después de la crisis por la 125 comenzaron los
choques entre los ‘destituyentes’ de la Sosicedad Rural Argentina y el primer
gobierno de CFK que sostuvo toda un ala del gran capital agro-industrial y
financiero (por eso ganó las elecciones de 2011). CFK, La Cámpora y todo el
gobierno de los FF acaba de demostrar que no aprendieron nada de la crisis de
2008 con el campo: acaban de arrugar en toda la línea con la Mesa de Enlace,
¡ni fueron capaces de defender una medida de restricción de las exportaciones
de maíz por dos meses! Lástima que Grabois es inconsecuente, si no habría que
coincidir con lo que dijo: “entréguenle la llave del ministerio (de
Agricultura) a Etchevehere”.
En todo caso, vale para Rosas lo mismo que
le podría ocurrir al gobierno de los FF: la clase capitalista se deshace de sus
gobernantes cuando estos ya no cumplen la función para la cual fueron ungidos…
esto por la misma clase capitalista que los enancó. La analogía vale
relativamente con Perón también, particularmente con su gobierno de 1946/55,
con una importante salvedad: Perón subió en 1946 en medio de una crisis
nacional sin precedentes a caballo de una movilización popular antiimperialista
bajo control de una dirección nacionalista. Una vez en el gobierno, Perón dio
todo tipo de garantías de que su gobierno jamás abriría las compuertas a una
revolución.
(12
enero 2021)
No hay comentarios:
Publicar un comentario