sábado, 16 de enero de 2021

Encarnación Ezcurra, Evita, Cristina

[por Norberto Malaj]



 

     La ‘izquierda’ peronista abrevó siempre en aguas turbias del más rancio revisionismo derechista (y hasta filo-fascista). José María Rosa y Leopoldo Lugones fueron sus verdaderos próceres, aunque prefiera esa izquierda nacionalista vestirse tras los oropeles de Rodolfo Puiggros, Eduardo Astesano y Juan José Real, todos ex stalinistas devenidos revisionistas de cuño ‘progre’.

    Fue siempre muy forzado encontrarle virtudes nacionales a los adalides del nacionalismo argentino, a Rosas, Roca y Perón. En particular, atento al carácter ya no tanto de militares de todos ellos sino especialmente a sus gestas sangrientas contra nuestros pueblos originarios, por un lado; como de sostenes de regímenes represivos y semi-totalitarios. Por supuesto, que los liberales que tienen a Rivadavia, Sarmiento y Mitre de paladines no tienen mejor suerte. Ni qué decir sobre los ‘inmaculados’ Belgrano, San Martín o Hipólito Yrigoyen, los cuales reivindicados unánimemente cada cual pinta a piaccere.

    Un joven stalinista, llamado Fernando Nadra (quien se destacó luego como dirigente del PC bajo la dictadura, fue adalid de la “autocrítica” de ese partido, dirigente del Frente del Pueblo y finalmente murió defendiendo a Carlos Menem) debutó en los años 50 con un panegírico en el sesquicentenario de la muerte de San Martín reivindicándolo como un liberal revolucionario y saludando su lucha contra el “anarquista” Artigas. Los rosistas de todo pelaje siempre se jactaron de lo falso de esa adscripción de San Martín al ‘liberalismo’. Nuestro promonárquico (igual que Manuel Belgrano) “padre de la patria” le legó su icónico sable al “restaurador de las leyes” demostrando que fue un hombre de “orden” en todo sentido.

    Argentina jamás tuvo “padres fundadores” de la talla de los norteamericanos y ni siquiera un Napoleón (no es éste el lugar para tratar las tachas de estos, que obviamente tienen).

    A la condición semicolonial de la Argentina corresponden —salvo escasas excepciones como la del ya citado ‘oriental’, Moreno o Castelli— próceres deslucidos y hasta mediocres. Digamos tan solo que el ‘panquequismo’ de la politiquería argentina moderna viene desde tiempos inmediatos post-coloniales —lo demuestra el giro copernicano de Monteagudo o del mismísimo hermano de Mariano Moreno (Manuel), quien luego de revestir en las filas de los revolucionarios de Mayo junto a los otros dos se pasó tempranamente con armas y bagajes al rosismo después.

    Concluyamos esta introducción diciendo que no es difícil comprender por qué los primeros socialistas de nuestras pampas, desde José Ingenieros, tuvieron más simpatías con Sarmiento y Rivadavia que con Rosas —esto no justifica la adscripción del viejo PS y el PC a la versión mitrista de nuestra historia. Digamos tan solo que es más fácil para un socialista encontrar puntos de simpatía con liberales a lo Sarmiento o Rivadavia que con cualquiera de los del otro bando —en materia de entreguismo los primeros quizá sobresalen (de ninguna manera porque los otros se hayan opuesto al desarrollo oligárquico y pro-inglés). Rosas se rodeó de “orilleros”, entre otras cosas, para mejor golpear a las tribus de originarios que poblaban la pampa húmeda. De este modo forjó como nadie a la clase terrateniente junto a su primo Anchorena, el patriarca de los garcas de la Sociedad Rural de los Martínez de Hoz & Cía. En materia de defensa de derechos, de liberalismo republicano y anticlericalismo, los dos citados están en las antípodas de los otros, aunque ninguno de ellos se acerque a la talla del mexicano Benito Juárez.

 

    ¿A qué viene este introito? A un nuevo ‘descubrimiento’ que la  llamada ‘izquierda’ peronista acaba de hacer en defensa de la tríada Rosas – Roca - Perón.

    Página/12 acaba de publicar un artículo cuyo título es: “Encarnación Ezcurra, la Eva Perón del siglo XIX”. La esposa de Rosas, oriunda de una de las familias de abolengo más importantes del ex Virreinato, según Cristian Vitale —autor del texto— encarnaría “una especie de feminismo visceral, instintivo, bastante exótico para una época en que el ideal de mujer era ser ‘el ángel del hogar’ ”. Que Encarnación haya sido una acérrima partidaria de la Mazorca, tan temible como su esposo, no le merece al ‘historiador’ ningún comentario.

    Curioso feminismo el de Encarnación, quien permitió que su marido mantuviera otra mujer en su propia casa, una ‘bastarda’ con la que tuvo otros cinco hijos, los cuales Rosas jamás reconoció. ¿Qué dirán de esto las militantes feministas K?

    Entre Encarnación Ezcurra, partidaria de la primera organización para-militar de la historia nacional, y Juana Azurduy  —la comandate guerrillera de las republiquetas del Alto Perú— hay un abismo. Una luchó por la independencia nacional y la libertad de todo el ex virreinato, fue traicionada por el Directorio y abandonada por todos los gobiernos ‘patrios’ de la Argentina y Bolivia que la dejaron morir en la más absoluta miseria a los 80 años (1860). ¿Se puede amalgamar a Juana con Encarnación? ¿No es como juntar agua con aceite?

    “Hete aquí un punto central: pocas diferencias hay entre Encarnación y Eva Perón, más allá de la cuestión contrafáctica y las obvias diferencias de origen social. Una y otra enfrentaron a sus hombres, tanto como los amaron al punto de dar la vida por ello” —dice Cristian Vitale. Se debe coincidir por lo menos en una cuestión: Encarnación y Evita no fueron de ninguna manera lo que hoy llamaríamos feministas: Evita se opuso toda la vida al derecho al aborto y ni remotamente insinuó luchar por derechos igualitarios para el hombre y la mujer o por el derecho al divorcio (la derecha peronista y clerical se sirvió ahora de la figura de Evita para atacar a los “verdes” del FdT).

    Sin embargo, hay un contraste mayúsculo entre los ataques de Evita a la oligarquía —los cuales ciertamente nunca trascendieron un carácter demagógico— con la acción en sentido absolutamente contrario de Encarnación. Que Perón se haya aprovechado —¡y cómo!— de la figura de Evita no habilita en absoluto a sostener que (sic) “Evita (como Encarnación) enfrentaron a sus hombres”. Al contrario, Perón la doblegó siempre y la expresión más contundente de ello fue la imposición que (por mandato militar) llevó al “renunciamiento” de Evita a la vicepresidencia el 31 de agosto de 1951.

    “¿Acaso no fue ese cáncer de útero que mató a Eva el resultado de su incansable lucha por la patria liberada y por Perón?; ¿acaso la parálisis que apagó a Encarnación no tuvo entre sus causas los golpes traidores y extranjerizantes que atacaron a Rosas apenas asumió su segundo mandato o de su afiebrada lucha por defender los intereses de la Confederación Argentina que, en ese contexto en que unitarios y liberales se aliaban a franceses, brasileños e ingleses para dominar el Río de la Plata, eran los del pueblo argentino?” —sigue la ‘farolera’ de Vitale. La historia es una disciplina científica que, efectivamente, se hace y rehace una y otra vez a la luz de nuevas investigaciones y la historia presente. Lo de Cristian Vitale, sin embargo, es un dislate que salvando las distancias pareciera apuntar a justificar la defensa a pie juntillas del ex vicepresidente K, Amado Boudou, por Página/12, a quien la izquierda peronista esgrime como un ‘perseguido’ por haber sido supuestamente un adalid de la lucha contra la privatización de las jubilaciones. Un completo disparate desde el momento en que Boudou, como Massa, Néstor y CFK fueron partidarios acérrimos de esa medida del menemato (del que todos formaron parte). Cuando metieron mano en las AFJP lo fue por necesidad, no por virtud.

    ¿Por qué el ‘afiebrado luchador’ Rosas encontró refugio y hogar en Inglaterra si fue un combatiente anti-inglés? Bonaparte, que efectivamente combatió a Inglaterra, no tuvo esa suerte: al contrario, Inglaterra lo envió preso a la isla de Santa Elena donde murió seis años después. Rosas vivió veinticinco años de exilio en forma placentera en Southampton.

    Las gestas ‘antiimperialistas’ de nuestras clases dominantes, desde Rosas en adelante, sirvieron a apuntalar no un desarrollo autónomo y la pujanza del país, sino una acumulación capitalista parasitaria —subordinada al capital imperialista que estranguló, vía el desarrollo oligárquico, todo desenvolvimiento de un mercado interno y la industrialización del país. Rosas fue quien más hizo por el estrangulamiento del Paraguay independiente. El ‘antiimperialista’ Rosas cerró filas con Mitre y Sarmiento en la guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay de Solano López.

    “¿Por qué traerla al presente (a Encarnación)” —se pregunta Página/12? ‘Hete aquí’ al charlatán Vitale: Encarnación habría sido una “caudilla” (sic) que “le cuidaba las espaldas a su marido, advirtiéndolo de los traidores del partido; de los que estaban con él ‘solo por interés’; de los ‘cajetillas’ y ‘ricachones’ que ‘no valían un Perú’ porque eran unos ‘cagados’ ”. A Encarnación le habría pasado… lo que a Cristina: “lo que decían de ella en turbias maniobras mediáticas parecidas a las que sufrirían luego Eva y Cristina, los pasquines de la época. ‘Borracha’ y ‘licenciosa’ era lo menos”.

    A los cuestionamientos a CFK no se los puede equiparar con las campañas oligárquicas contra Eva por sus filosos ataques. El relevo de Néstor por Cristina en 2007 recibió el elogio unánime de la clase capitalista. Sólo después de la crisis por la 125 comenzaron los choques entre los ‘destituyentes’ de la Sosicedad Rural Argentina y el primer gobierno de CFK que sostuvo toda un ala del gran capital agro-industrial y financiero (por eso ganó las elecciones de 2011). CFK, La Cámpora y todo el gobierno de los FF acaba de demostrar que no aprendieron nada de la crisis de 2008 con el campo: acaban de arrugar en toda la línea con la Mesa de Enlace, ¡ni fueron capaces de defender una medida de restricción de las exportaciones de maíz por dos meses! Lástima que Grabois es inconsecuente, si no habría que coincidir con lo que dijo: “entréguenle la llave del ministerio (de Agricultura) a Etchevehere”.

    En todo caso, vale para Rosas lo mismo que le podría ocurrir al gobierno de los FF: la clase capitalista se deshace de sus gobernantes cuando estos ya no cumplen la función para la cual fueron ungidos… esto por la misma clase capitalista que los enancó. La analogía vale relativamente con Perón también, particularmente con su gobierno de 1946/55, con una importante salvedad: Perón subió en 1946 en medio de una crisis nacional sin precedentes a caballo de una movilización popular antiimperialista bajo control de una dirección nacionalista. Una vez en el gobierno, Perón dio todo tipo de garantías de que su gobierno jamás abriría las compuertas a una revolución.

 

(12 enero 2021)

 


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