lunes, 4 de enero de 2021

Georgia (EE.UU.): Primer round post Trump

 [por Norberto Malaj]




 [Conteo de votos en EEUU, 5 noviembre 2020,]

 

    Las elecciones de Georgia del próximo martes 5 para definir a los dos senadores de ese estado sureño de EE.UU. constituyen un test crucial. De ellas dependen si los republicanos retienen la mayoría de la Cámara alta que detentan desde 2014 (y preservar así el dominio del Senado y bloquear al nuevo ejecutivo demócrata) o si Biden consolida su victoria sobre el trumpismo.

    En Georgia, en las presidenciales, Biden conquistó por primera vez en los últimos 30 años una victoria demócrata sobre un candidato republicano en esa instancia. Georgia ha sido históricamente un bastión republicano y típicamente segregacionista de negros, en primer lugar, y de una creciente minoría asiática. En las elecciones para el senado, donde siempre han dominado los republicanos, por primera vez también están en juego las dos senadurías estaduales, las cuales por una reforma electoral reciente se dirimen en un ballotage —ninguno de los candidatos en la primera vuelta conquistó el 50.01% de los votos exigidos por esa reforma. En la instancia de noviembre, sin embargo, el principal candidato republicano a la reelección obtuvo casi el 50% frente a su contendiente demócrata (Ossoff), quien le pisó los talones con sólo un 2% menos de votos. Para la segunda senaduría, el candidato más votado fue un negro y demócrata que de alzarse con el cargo, ahora en la segunda vuelta, desplazaría al otro candidato republicano que obtuvo 10 puntos menos (es el segundo senador también en ejercicio hasta ahora).

    La elección se ha transformado, indudablemente, en la elección más disputada y costosa de la historia de EE.UU. Sólo los republicanos habían invertido hasta mediados de diciembre más de 400 millones de dólares. Pero desde entonces los demócratas superaron con creces las recaudaciones y llevar a sus candidatos a la victoria. Como ocurrió con la campaña presidencial del 3/11 las arcas republicanas quedaron exhaustas frente a las demócratas. En Georgia votaron en noviembre un poco más de 5 millones. Se estima que ahora votaría como mínimo esa cifra. Y ya lo hizo más de la mitad en forma adelantada. Un guarismo jamás visto en la historia de ningún estado. Los republicanos habían hecho todo tipo de triquiñuelas para impedirlo: “en la legislatura (que dominan) habían señalado que tenían la intención de utilizar la incertidumbre que Trump creó en torno a las elecciones para implementar nuevas restricciones a votar por correo… requerirían una identificación con foto con una boleta postal, eliminar las urnas y requerir una excusa para votar por correo, una regla que existe en sólo un puñado de estados… Helen Butler, directora ejecutiva de la Coalición Georgia para la Agenda del Pueblo, un grupo de derechos civiles que ayuda a ampliar el acceso a las urnas señaló: ‘Cuando el otro lado lo usó, y voy a ser honesta, más blancos usaban el voto por correo que las personas de color, porque no confiaban en el proceso, ahora que les hemos hecho confiar en el proceso, ahora quieren entrar y cambiar las reglas’ ” (Oliver Laughland y Sam Levine, 13/12).

    Las elecciones se desenvuelven, una vez más —y en términos más agudos que en noviembre— frente a un recrudecimiento de la pandemia de Covid-19 que mantiene a EE.UU. a la cabeza de muertes y contagios a escala planetaria. Georgia no sólo ha sido uno de los estados más castigados por la pandemia sino uno en los que fue notable la cantidad de víctimas de personas de color. El importante activismo de las comunidades negra y asiática que se ha sumado a la campaña por llevar a los demócratas al senado tiene que ver con esto. Pareciera, en principio, que este activismo ha sido crucial para torcer la reticencia del establishment demócrata a dar una batalla central en Georgia como se temía al principio. Biden y Kamala Harris se han sumado en los últimos días a la campaña, igual que lo hizo Trump a favor de los candidatos republicanos. Candidatos electos de las comunidades negras, asiáticas y latinas de todo EE.UU. han concurrido a Georgia a apoyar a ambos candidatos al senado del estado.

    Jon Ossoff  es un candidato de 33 años que lidera la lucha por los derechos civiles en el estado y es acusado por la derecha de ser un “comunista” —de alzarse con la senaduría se transformaría en el senador más joven de EE.UU. El otro candidato, Raphael Warnock, además de ser representante de la comunidad negra es un partidario activo de Black Lives Matter. A la inversa, los representantes republicanos son ambos dos caracterizadas figuras empresarias y de la elite del estado. A mediados de diciembre los analistas que ya citamos decían que “ambos candidatos demócratas, Jon Ossoff y Raphael Warnock, están ligeramente por delante, según las encuestas recientes” (íd. ant.).

    El partido republicano en Georgia está, además, quebrado. El gobernador republicano y las autoridades electorales del estado se negaron a acompañar los reclamos de Trump denunciando “fraude” en las elecciones de noviembre. “Los funcionarios electorales de Georgia han confirmado la victoria de Biden en el estado… Loeffler y Perdue (los candidatos republicanos) han caminado por una cuerda floja retórica durante su segunda temporada electoral, por un lado declinando articular las demandas sin fundamento de fraude que Trump ha propagado mientras que por otro decidieron reconocer a Biden como el presidente electo y ofrecer su respaldo para que las ofertas legales desesperadas anulen el resultado” (ídem).

    Las divisiones en el partido demócrata no son menores. The Guardian dio cuenta inmediatamente después del 3/11 de la “sensación escalofriante de que la fuente de su júbilo compartido (la de los demócratas) tenía menos que ver con el cazador de dragones que con el dragón asesinado”, refiriendo de este modo a la alianza de los Demócratas Socialistas de Jacobin con ese partido: el 3/11 “marcó el final de una tregua de temporada electoral que en ocasiones oscureció profundas diferencias ideológicas y generacionales” (Lauren Gambino, 15/11).

    En Atlanta, la principal ciudad de Georgia, los demócratas se impusieron cómodamente y lo hicieron a través de candidatos de color: “Que un candidato presidencial demócrata esté listo para llevar a Georgia por primera vez en casi 30 años es una prueba de que la movilización de la base diversa y progresista del partido funciona”, dijo Cliff Albright, cofundador del Black Voters Matter Fund. " ‘Gente negra y morena en Georgia en este momento, sentimos que podríamos poner a alguien en Marte’ dice Albright sobre la ventaja de Biden en el estado. Pero advirtió que ‘toda esa energía desaparecerá’ si los demócratas pasan los próximos dos meses apelando a los republicanos y no a su base” (ídem).

     “Carolyn Bourdeaux, quien se convirtió en la primera —y hasta ahora la única demócrata— en cambiar un escaño competitivo en la Cámara de Representantes, dijo que su victoria en un distrito suburbano y diverso de Atlanta demostró la importancia de la organización de base” (ídem).

    Es criminal hacerse la ilusión —como piensan los Demócratas Socialistas— de que los demócratas, una de las dos patas tradicionales de la partidocracia yanqui, son una vía para canalizar la energía de las masas. Esto es un callejón sin salida para los luchadores democráticos, la clase obrera y la izquierda norteamericana. Pero del mismo modo sería necio esconder esta realidad contradictoria que, lejos de negarla, acentúa la necesidad de la lucha por la independencia política de la clase obrera yanqui —por su partido. Los datos que estamos exhibiendo son una prueba elocuente de que EE.UU. ha iniciado una etapa sin precedentes de agitación social y grandes convulsiones. EE.UU. ha entrado de lleno en el torbellino de la lucha de clases mundial.

 

(3 dic 2020)


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