jueves, 21 de enero de 2021

EE.UU.: Hora cero de Biden-Kamala Harris

 [por Norberto Malaj]


[Washington militarizada en la asunción de Biden 2021.]

 

   La 46ª transmisión de mando presidencial en EE.UU., tras casi 250 años de vida constitucional, ocultó lo fundamental: la transición Trump-Biden muy lejos estuvo de ser pacífica y civilizada. Más bien, pareció digna de cualquiera de los países de América Latina con escasa o nula tradición democrática.

 

Biden debuta con un ´punto final´

     Cualquiera que examine los primeros anuncios y actos de Biden podrá advertir que entre el demócrata y el proto-fascista Trump hay menos ‘ruptura’ que entre el Gral. Bignone —el último representante de la dictadura videliana— y Alfonsín. Biden no promulgará siquiera un demagógico “Nunca más” frente a los atropellos de un Trump que según varios especialistas rozó las peores tradiciones del totalitarismo. Ruth Ben-Ghiat, una eminente historiadora y crítica cultural estadounidense, especializada en estudios sobre fascismo, dijo que “el ataque al Capitolio le recordó la ‘Marcha de Mussolini sobre Roma en 1922’ ”. Otro historiador, “Mikael Nilsson, afincado en Estocolmo, Suecia, especializado en Hitler y el nacionalsocialismo”, sostiene que lo que hizo Trump quince días atrás “es mucho más de lo que Hitler intentó hacer antes de lanzar su intento de golpe de Estado en Munich (ni siquiera en Berlín, claro)” (Haaretz, 20/1).

    Biden frente a todo esto actúa como el conservador Chamberlain y el radical socialista Daladier cuando el pacto de Munich: deja que la derecha se envalentone. Biden debuta con un virtual decreto de respeto a la “obediencia debida” de senadores y representantes a Trump, que violaron su única obligación constitucional (el respeto al orden institucional). A pesar de que más de 150 de ellos acompañaron la asonada golpista el 6 de enero, todos —incluidos sus cabecillas, Ted Cruz & Cía— fueron parte de la “fiesta de la democracia” en el mismo Capitolio. Alfonsín, al lado de todo esto, a pesar de que gobernó respetando toda la legislación dictada por la dictadura, parece ya un demócrata.

 

Tendencias fascistizantes - Imperialismo ‘recargado’

     Ciertamente, como informa Lauren Gambino, en The Guardian (20/1), entre “las (primeras) órdenes (de Biden), 17 de ellas, harán que EE.UU. se reincorpore al acuerdo climático de París. Habrá un nuevo mandato de uso de máscara en la propiedad federal y se dictará el fin de la prohibición de viajar a algunos países de mayoría musulmana. El presidente también revocará la declaración de emergencia de Trump que ayudó a financiar la construcción de un muro fronterizo con México” y está en estudio “una nueva oficina en la Casa Blanca para coordinar la respuesta al coronavirus y un esfuerzo por reincorporarse a la Organización Mundial de la Salud, de la que Trump se retiró tras acusarla de incompetencia” (ídem), cuando EE.UU. roza los 400 mil muertos —lo que ni los más ‘catastrofistas’ pronósticos habían vaticinado para esta fecha.

    Pero al lado de esta supuesta vuelta a la ‘normalidad’, Biden y su equipo ya anunciaron que reconocerán al gobierno fantoche de Guaidó en Venezuela; y que la eventual vuelta a las negociaciones con Irán se acordará con Israel —o sea, que se someterá al lobby sionista. Desde hace rato la derechización del partido republicano fue acompañada sistemáticamente por la de su ‘rival’ demócrata.

    Desde los comicios presidenciales de 2000 por lo menos, en que Bush hijo robó una elección presidencial al demócrata Al Gore (estos cedieron al matonaje republicano aceptando a los delegados republicanos al Colegio electoral por Florida —vía una imposición de la Corte) el régimen político norteamericano está sacudido por una tendencia abiertamente fascistizante. El partido demócrata y Biden, en particular, no sólo se han mostrado completamente incapaces frente a esto. La militarización policial en EE.UU. se inició bajo Clinton y fue reforzada por Obama-Biden. En materia de política exterior (frente a los grandes frentes de conflicto mundial: China, Medio Oriente, Venezuela y Cuba incluso), las diferencias entre unos y otros son en el mejor de los casos de matices —de modo general ha primado, incluso bajo Trump, una “política de estado” bipartidaria.

 

¿´Socialdemocratización´ del partido demócrata?

     La izquierda norteamericana que gira alrededor del partido demócrata se niega a considerar la hipótesis de un giro fascista en EE.UU. Ha alimentado sistemáticamente la ilusión, vía la candidatura presidencial de Sanders en 2016 y 2020, una especie de ‘socialdemocratización’ del partido demócrata, lo cual resultaría válido para enfrentar la ‘derechización’ del partido republicano.

    Del partido de Lincoln y el anti-esclavismo bajo la guerra de Secesión los republicanos han virado radicalmente. En los últimos treinta años, en particular, ese partido se ha transformado en el refugio de los sectores partidarios del renacer abierto del racismo (ahora no sólo contra negros y judíos, sino también musulmanes, asiáticos, etc.) y en el asiento del supremacismo fascistizante. El proteccionismo del MAGA —“hacer grande a América de nuevo”, por sus siglas en inglés— no es más que una variante imperialista.

    A su turno, los demócratas que en aquella guerra tenían su asiento especialmente en el sur esclavista fueron defensores de la “reconstrucción”; la que finalizada esa guerra funcionó como una virtual preservación de la esclavitud durante casi cien años más. Desde entonces, sin embargo, los demócratas viraron hacia posiciones ‘liberales’.

    Esto no significó de ninguna manera ‘menos’ imperialismo, al revés. El mayor intervencionismo en América Latina se dio siempre bajo gobiernos demócratas. Dos ejemplos bastan: a) Bahía de los Cochinos bajo Kennedy; b) “Braden o Perón” bajo Roosevelt. En EE.UU. no hay ninguna posibilidad de ‘socialdemocratización’ del partido demócrata, más bien lo contrario. El partido demócrata bajo el gobierno de Biden no será una vuelta al pasado. Que Biden se vea obligado a un cambio de frente no significa que se acabó el trumpismo. Los estados que el partido demócrata gobernó bajo Trump, entre ellos los más importantes, California y New York, son el epicentro de políticas de estado rabiosamente antidemocráticas.

    Las alas fascistizantes del imperialismo norteamericano sobresalen en el partido republicano pero tiene expresiones también en el partido demócrata. La caza de brujas que ya se ha lanzado contra Alexandria Ocasio-Cortez y otros representantes del ala izquierda de los demócratas lo prueban. Lejos de alimentar ilusiones en este partido imperialista, la tarea Nro. 1 de un núcleo marxista en EE.UU. debiera ser no solo delimitarse de éste sino estructurarse en el vasto movimiento de lucha que por abajo se desenvuelve en la clase obrera norteamericana y orientarla con independencia de las idas y vueltas de esa ala izquierda. Ésta no solo desprecia esa tendencia a la lucha de la clase obrera yanqui. AOC, que es de origen boricua, ni siquiera se ha pronunciado en defensa de un Puerto Rico independiente; menos aun contra el intervencionismo yanqui en Venezuela y Cuba (lo mismo vale para Sanders).

 

¿Adónde va Biden?

     El acto de asunción de Biden tuvo lugar en las mismas escalinatas del Capitolio de Washington que vio el ‘primer asalto al poder de Trump’, como el de Hitler 98 años atrás que recordó la historiadora citada. “Biden asumirá la presidencia en una ciudad que se asemeja a una zona de guerra” (The Guardian, citado), con una movilización militar —que como bien dijo el corresponsal de La Nación en Washington— supera las tropas que EE.UU. tiene acantonadas en Afganistán e Irak, en conjunto. De modo que “la celebración carece de la pompa que acompaña a una toma de posesión presidencial”. No es cierto que los motivos para esto sean que “el comité de planificación inaugural instó a los estadounidenses a quedarse en casa en un esfuerzo por minimizar el riesgo de propagación del coronavirus” (The Guardian, ídem).

    Biden y el imperialismo norteamericano están aterrorizados con que las masas trabajadoras entren en acción. Detrás de la lucha contra el golpismo —que Biden evitó—, como la que recorrió EE.UU. desde el asesinato criminal de George Floyd y puso en el orden del día el combate contra el racismo y la defensa de los derechos civiles, Biden tiene el desafío de impedir que esta lucha empalme con la explosiva lucha de clases de EE.UU.

    Contra todo lo que dice la izquierda democratizante, el régimen político norteamericano está virtualmente quebrado. Trump fue “suspendido indefinidamente de Twitter, perdió su megáfono más poderoso”, pero nada dice que no “tenga un regreso político en 2024”, lo cual depende “del resultado de su juicio político en el Senado, que seguirá adelante en los primeros días de su pospresidencia” (ídem).

    ¿Está en condiciones el gran capital norteamericano de enfrentar la gangrena fascista o ésta se agravará? A la asunción de Biden asistieron los Clinton, Bush y Obama en un gesto de “unidad nacional”. “Biden prestará juramento junto a Kamala Harris, quien hará historia como la primera mujer, la primera negra y la primera vicepresidenta asiático-estadounidense del país. Ella será juramentada por la jueza Sonia Sotomayor, la primera miembro hispana y latina de la corte suprema” (ídem).

    La bambalinas esconden que en los “disturbios en el Capitolio de EE. UU.: La policía tiene una larga historia de ayudar a neonazis y extremistas” (Sam Levin, en The Guardian, 16/1). Un día antes y en el mismo medio, Stephanie Kirchgaessner, revelaba que “los multimillonarios respaldaron a los republicanos que buscaban revertir los resultados de las elecciones estadounidenses”.

 

(20 enero 2021)

 


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