[por Norberto Malaj]
[Washington militarizada en la asunción de Biden 2021.]
La 46ª
transmisión de mando presidencial en EE.UU., tras casi 250 años de vida
constitucional, ocultó lo fundamental: la transición Trump-Biden muy lejos
estuvo de ser pacífica y civilizada. Más bien, pareció digna de cualquiera de
los países de América Latina con escasa o nula tradición democrática.
Biden
debuta con un ´punto final´
Biden
frente a todo esto actúa como el conservador Chamberlain y el radical
socialista Daladier cuando el pacto de Munich: deja que la derecha se
envalentone. Biden debuta con un virtual decreto de respeto a la “obediencia
debida” de senadores y representantes a Trump, que violaron su única obligación
constitucional (el respeto al orden institucional). A pesar de que más de 150
de ellos acompañaron la asonada golpista el 6 de enero, todos —incluidos sus cabecillas,
Ted Cruz & Cía— fueron parte de la “fiesta de la democracia” en el mismo
Capitolio. Alfonsín, al lado de todo esto, a pesar de que gobernó respetando
toda la legislación dictada por la dictadura, parece ya un demócrata.
Tendencias
fascistizantes - Imperialismo ‘recargado’
Pero al
lado de esta supuesta vuelta a la ‘normalidad’, Biden y su equipo ya anunciaron
que reconocerán al gobierno fantoche de Guaidó en Venezuela; y que la eventual
vuelta a las negociaciones con Irán se acordará con Israel —o sea, que se
someterá al lobby sionista. Desde hace rato la derechización del partido
republicano fue acompañada sistemáticamente por la de su ‘rival’ demócrata.
Desde
los comicios presidenciales de 2000 por lo menos, en que Bush hijo robó una
elección presidencial al demócrata Al Gore (estos cedieron al matonaje
republicano aceptando a los delegados republicanos al Colegio electoral por
Florida —vía una imposición de la Corte) el régimen político norteamericano
está sacudido por una tendencia abiertamente fascistizante. El partido
demócrata y Biden, en particular, no sólo se han mostrado completamente
incapaces frente a esto. La militarización policial en EE.UU. se inició bajo Clinton
y fue reforzada por Obama-Biden. En materia de política exterior (frente a los
grandes frentes de conflicto mundial: China, Medio Oriente, Venezuela y Cuba
incluso), las diferencias entre unos y otros son en el mejor de los casos de
matices —de modo general ha primado, incluso bajo Trump, una “política de
estado” bipartidaria.
¿´Socialdemocratización´
del partido demócrata?
Del
partido de Lincoln y el anti-esclavismo bajo la guerra de Secesión los
republicanos han virado radicalmente. En los últimos treinta años, en
particular, ese partido se ha transformado en el refugio de los sectores
partidarios del renacer abierto del racismo (ahora no sólo contra negros y
judíos, sino también musulmanes, asiáticos, etc.) y en el asiento del
supremacismo fascistizante. El proteccionismo del MAGA —“hacer grande a América
de nuevo”, por sus siglas en inglés— no es más que una variante imperialista.
A su
turno, los demócratas que en aquella guerra tenían su asiento especialmente en
el sur esclavista fueron defensores de la “reconstrucción”; la que finalizada
esa guerra funcionó como una virtual preservación de la esclavitud durante casi
cien años más. Desde entonces, sin embargo, los demócratas viraron hacia
posiciones ‘liberales’.
Esto no
significó de ninguna manera ‘menos’ imperialismo, al revés. El mayor
intervencionismo en América Latina se dio siempre bajo gobiernos demócratas.
Dos ejemplos bastan: a) Bahía de los Cochinos bajo Kennedy; b) “Braden o Perón”
bajo Roosevelt. En EE.UU. no hay ninguna posibilidad de ‘socialdemocratización’
del partido demócrata, más bien lo contrario. El partido demócrata bajo el
gobierno de Biden no será una vuelta al pasado. Que Biden se vea obligado a un
cambio de frente no significa que se acabó el trumpismo. Los estados que el
partido demócrata gobernó bajo Trump, entre ellos los más importantes,
California y New York, son el epicentro de políticas de estado rabiosamente
antidemocráticas.
Las alas
fascistizantes del imperialismo norteamericano sobresalen en el partido
republicano pero tiene expresiones también en el partido demócrata. La caza de
brujas que ya se ha lanzado contra Alexandria Ocasio-Cortez y otros
representantes del ala izquierda de los demócratas lo prueban. Lejos de
alimentar ilusiones en este partido imperialista, la tarea Nro. 1 de un núcleo
marxista en EE.UU. debiera ser no solo delimitarse de éste sino estructurarse en
el vasto movimiento de lucha que por abajo se desenvuelve en la clase obrera
norteamericana y orientarla con independencia de las idas y vueltas de esa ala
izquierda. Ésta no solo desprecia esa tendencia a la lucha de la clase obrera
yanqui. AOC, que es de origen boricua, ni siquiera se ha pronunciado en defensa
de un Puerto Rico independiente; menos aun contra el intervencionismo yanqui en
Venezuela y Cuba (lo mismo vale para Sanders).
¿Adónde
va Biden?
Biden y el imperialismo norteamericano están
aterrorizados con que las masas trabajadoras entren en acción. Detrás de la
lucha contra el golpismo —que Biden evitó—, como la que recorrió EE.UU. desde
el asesinato criminal de George Floyd y puso en el orden del día el combate
contra el racismo y la defensa de los derechos civiles, Biden tiene el desafío
de impedir que esta lucha empalme con la explosiva lucha de clases de EE.UU.
Contra
todo lo que dice la izquierda democratizante, el régimen político norteamericano
está virtualmente quebrado. Trump fue “suspendido indefinidamente de Twitter,
perdió su megáfono más poderoso”, pero nada dice que no “tenga un regreso
político en
¿Está en
condiciones el gran capital norteamericano de enfrentar la gangrena fascista o
ésta se agravará? A la asunción de Biden asistieron los Clinton, Bush y Obama
en un gesto de “unidad nacional”. “Biden prestará juramento junto a Kamala
Harris, quien hará historia como la primera mujer, la primera negra y la
primera vicepresidenta asiático-estadounidense del país. Ella será juramentada
por la jueza Sonia Sotomayor, la primera miembro hispana y latina de la corte
suprema” (ídem).
La
bambalinas esconden que en los “disturbios en el Capitolio de EE. UU.: La
policía tiene una larga historia de ayudar a neonazis y extremistas” (Sam Levin,
en The Guardian, 16/1). Un día antes
y en el mismo medio, Stephanie Kirchgaessner, revelaba que “los
multimillonarios respaldaron a los republicanos que buscaban revertir los
resultados de las elecciones estadounidenses”.
(20 enero 2021)
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